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::: Dorotatxu :::

capítulo I.1 de SEÑOR DIOS, IMAGEN Y DON

capítulo I.1 de SEÑOR DIOS, IMAGEN Y DON

 

Comienza el diálogo entre una niñita y su abuela, con la siguiente conversación:  

  

o       ¡Amama!, ¿puedo ayudarte?...

¡Pues claro que sí, Dorota!

 

o       ... ¿Y qué estás haciendo con ese ordenador?...

Pues…

… estoy buscando imágenes, bonita...

o       ¿Imágenes?...

 

o       ... ¿Y para qué las quieres?...

Busco imágenes para hacer un juego....

o       ¿¿Un juego??...

Así es…

 

o       ¿Y para quién es el juego, amama?...

Pues…

Es un juego para vosotros…

… para Imanol, Josu, Miren, Kepa, Begotxu...

 

o       ¿Y para mí?

¡Pues claro que sí, chiquitilla, para ti también!...

… ¡con lo lista que tú eres!...

 

Aunque estoy pensando en un juego para niños mayores que tú, tú también podrás jugar si lo deseas...

 

o       Sí, amama: ¡es que yo soy mayor!...

Sí, bonita, sí, ¡muy mayor!...

… ¡pero verás lo que vamos a hacer!…

 

En primer lugar te contaré una historia, ¿si?,

… porque te hará falta conocerla para ayudarme...

 

Juntas elegiremos las imágenes, y organizaremos el juego después, ¿te parece bien?...

o       Sí, amama…

 

o      ... ¿pero lo que me vas a contar es un cuento?...

Bueno…

… Si por cuento entiendes la manera de contar, entonces sí que es un cuento…

 

Pero tienes que tener en cuenta que todo lo que te diga ocurrió y ocurre en la realidad, ¿lo recordarás?...

o       Sí, amama...

 

Bien.

Pues estate atenta, porque tu ayuda es muy importante para mí...

 

Verás:

Nuestra historia comienza con una persona muy especial...

 

Se llama Señor Dios, y es muy pero que muy listo, y muy pero que muy bueno...

 

También es un poco Mago, ¿sabes?...

… y es un poco mago porque tiene un Don,  un Don que hace que todo cuanto Señor Dios desee se convierta en realidad...

 

o       ¿Tiene poderes como Sabrina en la tele, amama?...

Sí bonita, algo parecido a lo que sucede con esa brujita de la tele…

… ¡pero deja que siga con lo que te estaba contando, verás!...

 

Una vez, Señor Dios quiso tener un Hijo,

… y como todo lo que Señor Dios quería se hacía realidad tan sólo con quererlo,

... ¡pues Señor Dios tuvo un Hijo!...

 

Tuvo un Hijo de verdad…

 

… ¿Y sabes cómo le llamó?...

o       ¿¿??…

 

Pues le llamó Imagen.

o       ¿¿Imagen??...

 

o       ... ¿Y por qué le llamó Imagen, amama?...

Pues le llamó Imagen, porque su Hijo era igual que Señor Dios...

 

Pero también lo hizo…

... porque como Imagen era la voluntad de Señor Dios hecha realidad,

… Él era también el modo en el que cuanto Señor Dios imaginaba, se hacía realidad...

o       ¡¡Vaya!!....

 

… ¿Y sabes por qué pasaba eso?...

o       No…

Pues eso pasaba porque Señor Dios e Imagen tenían el mismo Don…

 

Y como los dos tenían el mismo Don,

… los dos eran muy, muy listos,

… los dos eran muy, muy buenos,

… ¡y los dos podían hacer todas las cosas realidad!...

 

o       Sí, amama, ¿pero cómo eran?...

 

 

© Reservados todos los derechos  2006 .

DOROTATXU Y SU AMAMA

DOROTATXU Y SU AMAMA

 

 Me ha parecido un día muy especial para daros una noticia, porque considero que ambas celebraciones (la del día de la madre y la de nuestro primer aniversario como blog) tienen algo en común…

Veréis:

Hay un texto en el Libro de la Sabiduría que se denomina “Elogio a los padres”, y en él se nos dice que –sean cuales sean sus circunstancias y sus logros sociales- nuestros padres son siempre dignos de alabanza por haber sido capaces de transmitirnos la fe.

Pues bien.

Por un lado, sean mis felicitaciones para tod@s aquell@s a quienes os vivan (en esta ocasión) vuestras madres, para todas aquellas que lo seáis, y también para todas aquellas que seáis madres de quienes a su vez son madres...

Que nuestra descendencia sea fecunda, y que seamos siempre capaces de merecer un mínimo de alabanza, por haber sido capaces de transmitirles las verdades de nuestra fe.

Pero como también os decía, el próximo día 6 se cumple el primer aniversario de nuestro blog.

Nada hubiera sido igual sin vuestra ayuda, así que vaya por delante mi profundo agradecimiento. Os diré además que vamos creciendo, y que lo hacemos de un modo más que considerable. Dios quiera que sigamos así, para su mayor Gloria.

En él (en nuestro blog), nosotros tratamos de compartir y de dialogar sobre las verdades de nuestra fe, y porque eso es así, y porque también es el espíritu del diálogo ininterrumpido entre una niñita (Dorotatxu) y su amama (su abuela), he decidido que a modo de regalo de aniversario para vosotr@sa partir del día 6 comenzaremos a publicar un cuentito que he escrito y que se denomina SEÑOR DIOS, IMAGEN Y DON.

Una niñita y su abuela son las protagonistas de una historia dialogada, en la que -a través de un juego que también se incluiye- todos los miembros de la familia podremos participar.

Está en fase de publicación, y aunque todos los derechos de autora están reservados, estoy encantada de ofreceros una primicia del mismo a modo de celebración.

Espero que os complazca.

Con gran cariño....

 

CUANDO LA INTIMIDAD ESTÁ EN VENTA

 Lo cierto es que yo no he sido nunca prostituta.

Pero convendréis conmigo en que cuando una relación de tipo económico se establece, frecuentemente se confunden los límites de la misma y tendemos a convertirla, mediado el precio, en una relación de dominio-sumisión entre las partes.

Es así que, en una relación como de la que hablamos, caben y pueden darse distintos tipos de abusos por parte del “contratador”,  y/o también del “intermediario” respecto o sobre la supuesta “víctima” o prostitut@.

El problema yo creo que está en la asunción de estos papeles.

Claro que si no se diera tal, no estaríamos hablando propiamente de explotación sexual como ahora lo hacemos, sino de una prestación de servicios en la que podría ejercerse la  libertad –estaríamos hablando, por ejemplo, de uniones o de relaciones de conveniencia en las que no tendrían por qué estar excluidos el afecto o incluso  el amor-

Pero en la relación de dominio-sumisión-aspiración de la que ahora hablamos, lo que se ve comprometida precisamente es nuestra libertad.

No porque no podamos ejercitar una opción libremente, sino porque nuestra libertad se ve realmente desvirtuada, como consecuencia precisamente de haber ejercitado ese determinado tipo de opción.

Porque lo que sucede, es que cuando una persona no se respeta a sí misma, entrega inconscientemente su libertad.

Es de ese modo como su intimidad se ve comprometida, y es de ese modo también como puede comenzar un auténtico proceso de desestructuración de su personalidad.

Por supuesto, no es que nosotr@s no podamos vender “algo”.

La cuestión es que al hacerlo no vendamos el “alguien” que cada uno de nosotr@s somos, por grande que sea nuestra motivación.

Porque la intimidad es algo que se comparte, que en ocasiones se entrega, pero que en ningún caso debería estar a la venta, ¿no lo creéis vosotros así?...

 

14ª PREGUNTA REALIZADA

Nos encontramos en esta ocasión con una pregunta de Martika. Para leerla y poder opinar, tendríais que pinchar en comentarios

SOBRE LA PROSTITUCIÓN

Escribiendo en las páginas de opinión de Los Ángeles Times, el 12 de marzo Patty Nelly, profesora de antropología en la Universidad George Washington, afirmaba que la prostitución es parte de nuestra cultura y debería despenalizarse.

Desde Canadá, la articulista NET Heer comentaba que es probable que los políticos frecuenten prostitutas con regularidad. De igual forma, en su artículo del 12 de marzo opinaba que la prostitución debería considerarse sólo otro trabajo  más y legalizarse.

Antes del escándalo Spitzer, David Aaronovitch, columnista de opinión del Times de Londres, afirmaba en su artículo del 15 de enero que no veía nada malo en que se pagara por sexo entre adultos. Las autoridades británicas han debatido desde hace tiempo posibles cambios en las leyes sobre prostitución, aunque cualquier cambio parece haberse dejado de lado por el momento.

Algunos artículos de periódicos ingleses se oponían a cualquier legalización. El 19 de enero el Times informaba de un libro publicado recientemente en Francia por una persona conocida únicamente sólo como Laura D., de 19 años. Pagó su primer año de estudios universitarios trabajando como prostituta y escribiendo el libro para advertir a otras que no siguieran su ejemplo.

En su libro, según el Times, describe lo desagradable de la experiencia, tachándola de dominación económica. También afirmaba que, incluso tras abandonar la actividad, es difícil tener una relación con el sexo opuesto.

Janice Turner, escribiendo el 23 de febrero en el Times, comentaba que la mayor parte de las  mujeres implicadas en la prostitución desean escapar. Describía los burdeles legalizados en Holanda como “imanes del crimen organizado, de los traficantes de droga”. La situación de los centros legalizados para la prostitución en Nevada o es mejor, añadía, con muchas mujeres que sufren un trato cruel.

En Canadá, en el periódico Nacional Post del 13 de Marzo, Bárbara Kay contestaba al artículo de Jeet Heer, afirmando que la prostitución de ninguna manera es un trabajo más. “Las prostitutas hacen algo que es fundamentalmente deshumanizante para dar acomodo a instintos que en un verdadero “mundo mejor” serían canalizados a relaciones más fructíferas y dignas” afirmaba Kay.

“Vender tu cuerpo no es un comportamiento del que se pueda estar orgulloso, puesto que como humanos nos construimos psicológicamente, el sentido de respeto propio de una mujer está invariablemente ligado a su comportamiento sexual”, añadía.

Coincidiendo con la aparición de los detalles sobre el caso Spitzer, se publicaba un libro en Gran Bretaña que examinaba el tema de la política de gobierno y la prostitución. En “Prostitución, Politics and Policy”  (Prostitución, Política y Programas Políticos) (Routledge Cavendish), su autor Roger Matthews, recogía sus conclusiones de 20 años de investigación y estudio de la prostitución.

Matthews, profesor de criminología en la universidad londinense de South Bank, apuntaba algunas desventajas de la legalización de la prostitución. Quienes están a favor de su despenalización describen la prostitución como un crímen sin víctimas, observaba. Esto, replica, es una afirmación muy superficial.

Quienes están implicados en la prostitución, especialmente las mujeres que la practican en las calles, constituyen el grupo social con más víctimas, sostiene Matthews. Muchas de las mujeres implicadas tienen largas historias de abusos y abandono, y un gran número son adictas a las drogas. Las estimaciones varían, observa, pero los estudios llevados a cabo en diversos países apuntan que del 50 al 90% de las prostitutas callejeras han sufrido abusos o abandono cuando eran niñas.

Como grupo también es probable que sufran de falta de hogar, desempleo y pobreza. Su vulnerabilidad y su baja autoestima suelen hacer que muchas de estas jóvenes sean explotadas por quienes las llevan a la prostitución, añadía Matthews.

Al  contrario de quienes presentan la prostitución como una elección libre o como un medio de liberación para las mujeres, Matthews apunta que muchas de las mujeres lo hacen para financiar su dependencia de las drogas o para lograr dinero para otras necesidades acuciantes. También citaba investigaciones que apuntaban que del 10 al 15% es el número de las que se ven obligadas por proxenetas a prostituirse.

Los medios algunas veces presentan una visión de la prostitución llena de glamour, pero según Matthews "detrás de la fachada de independencia y autonomía hay un gran número de mujeres desilusionadas, cuyo sentido de autoestima está continuamente erosionándose". Un problema que se vuelve más penoso conforme las mujeres envejecen y empeora su aspecto.

La legalización, junto con el hecho de sacarla de la calle, puede parecer que resuelve algunos problemas asociados con la prostitución, pero esta opción sólo es activada superficialmente, explica uno de los capítulos del libro.

Matthews ha considerado la experiencia del estado australiano de Victoria y ha descubierto que la legalización no sólo ha llevado a una explosión en el número de burdeles, sino también a un aumento de la prostitución ilegal. Las condiciones laborales en muchos casos no han mejorado y ha aumentado el número de mujeres sometidas a tráfico. La violencia contra las mujeres, otro problema asociado con la prostitución, ha aumentado igualmente con la legalización.

Los mismos problemas han surgido en Holanda, comentaba Matthews, lo que en los últimos tiempos ha llevado a las autoridades a cerrar muchos burdeles legales. En cuanto a Alemania, afirmaba que más bien que reducir la prostitución callejera, la legalización ha animado a su expansión.

En cuanto a la afirmación de que los análisis sanitarios regulares llevados a cabo en los establecimientos legalizados son una medida positiva, Matthews mantenía que ésto es muy poco para mejorar el tema puesto que los análisis no se realizan a los clientes. Los análisis sanitarios, continuaba, son de un valor limitado y pueden incluso llevar a una falsa sensación de seguridad

Hasta aquí una coleción de respetables opiniones, pero a mí me gustaría saber vosotros qué opináis.

No se trataría de juzgar a nadie, sino de formarnos una opinión entre todos, ¿lo intentamos?...

Quizá podríamos empezar por no ser sexistas, y por hablar además de cuántas clases de prostitución hay...

EL VALOR DE UN LÍDER

Hablando de estrategia militar, nuestro amigo Xabier Uría decía que ganaban más batallas una manada de ciervos mandada por un león, que una manada de leones mandada por un ciervo.

Él, que es Licenciado en Ciencias Empresariales y un experto en Organización de Empresas, dentro de la misma conversación nos hablaba también de lo que yo denominaría “técnicas de seducción” aplicándolas precisamente al concepto sobre el que pretendo escribir hoy.

Nos decía, que para introducir un artículo de un modo exitoso en el mercado, habían de cubrirse cuatro fases u objetivos:

1.       llamar la atención sobre el producto;

2.       generar el interés de su clientela potencial;

3.       suscitar el deseo de su adquisición;

4.       optimizar las acciones para su venta.

La idea, pues, se resumía en una sigla: atención, interés, deseo, y acción (AIDA).

Pues bien.

Ese mismo proceso es el que creo yo que se produce cuando hablamos del modo de compartir (intencionado o no) un determinado carisma.

En primer lugar, nos llama la atención “el producto”.

Lo encontramos personalizado.

Pero nos llama la atención, no porque quien lo posea lo pretenda interesadamente, sino porque sencillamente es algo que se hace evidente en él. 

A partir de ahí puede o no darse un proceso de manipulación, pero quiero que consideréis que en una persona carismática (un/a líder) hay siempre un principio de coherencia que es estimable en sí mismo, y que es precisamente lo que le hacer carismática en lo que puede ser considerado como un determinado valor.

Una persona líder por tanto, es una persona carismática que puede además llegar a convertirse en manipuladora.

Pero sigamos hablando ahora de “su" producto, de un carisma que es en sí mismo generador en tanto que posea una razón de bondad...

... aunque no siempre es así...

Bastaría con que lo consideráramos como bueno, pero me explicaré:

Decíamos que la segunda fase de la introducción de un producto en el mercado, era la de generar el interés de una clientela potencial, y el tercero el de suscitar el deseo de su posesión, como paso previo a la cuarta de las fases, que era la de la adquisición.

Pues bien.

Como tod@s optamos por una razón de bien, en principio y como “clientela potencial” tod@s somos particularmente manipulables siempre que se nos presente un determinado carisma como potencialmente bueno para nosotr@s y al mismo tiempo como de definitiva utilidad.

Así –y en su momento- gran cantidad de gente consideró a Hitler como un gran líder, y la pertenencia al tercer Reich como un valor.

No vamos a negarle la coherencia, ni tampoco vamos a decir que no supiera lo que quería, que no confiara en alcanzarlo, o que no priorizara sus opciones para conseguir “sus” objetivos…  Sin embargo, era su “autoridad moral” lo que le diferenciaba del tipo de líderes de l@s que yo hablo, y el motivo por el cual le ha juzgado la historia.

Es mediante un veredicto de este tipo como un líder llega a considerarse tirano, tras comprobarse la ausencia de bondad en aquello que preconizaba.

El auténtico liderazgo por tanto, no tiene tanto que ser reconocido, cuanto que ser ordenado.

¿Y ordenado a qué, os preguntaréis?... Pues ordenado a la plena realización tanto de quien lo ostenta, como de sus seguidores.

Me diréis -como ya lo habéis hecho, que según el valor que consideremos, distintos serán los líderes y también el conjunto de virtudes que en ellos valoremos. Pero ahora voy a hablaros de un tipo de liderazgo muy especial...

Recordaréis que hablábamos de las virtudes como de hábitos operativos buenos que partiendo de nuestras capacidades y a base de la repetición de actos, facilitaban nuestro actuar en un determinado sentido. Siendo esto así, decíamos, para determinados liderazgos podría llegar a suplirse la no excesiva capacidad intelectual con virtudes como la pericia, por ejemplo, o el tesón, o la perseverancia.

Sin embargo, hay en tod@s una capacidad de inteligencia suficiente –casi instintiva, diría- para reconocer el bien cuando se nos manifiesta.

No quiero decir con esto que siempre acertemos en nuestra valoración o que no nos equivoquemos, sino que –en caso de yerro- alcanzamos inmediatamente a distinguir nuestro error por comparación con aquello que nos resulta evidente.

Pues bien.

Es esta capacidad precisamente la que se perfecciona en el alma a través de la adquisición de las virtudes infusas (tres Teologales y cuatro Cardinales), que puesto que son perfectivas, que se dan en un mismo sujeto y que lo hacen de un modo intrínsecamente relacionado además, constituyen lo que se ha dado en denominar el “cuerpo de las virtudes”.

 En este caso si hablamos de virtudes, porque no lo hacemos de nuestra capacidad de conocer, sino de nuestra capacidad de integrar un conocimiento superior, precisamente a base de la repetición de actos.

Así pues, tras la adquisición de las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, llegamos a conocer “de otra manera” lo que queremos, llegamos a confiar por encima de nuestras fuerzas en alcanzarlo, y somos capaces (también por encima de nuestras fuerzas) de priorizar nuestras opciones de cara a conseguirlo y de instrumentalizar para ello los medios adecuados.

Pero puesto que esta adquisición pasa y presupone nuestra evolución, es ésta precisamente la que se ve favorecida por la adquisición de las virtudes cardinales de la prudencia, la justicia, la fortaleza, y la templanza…

Tod@s tenemos un poco de cada una de ellas.

Más o menos.

Algunos dirán de nosotr@s que somos más o menos justos, que somos comedidos, que somos creyentes…

Pero la idea de un líder no es otra que la de un ser evolucionado a través de la adquisición de virtudes y capaz de transmitir su querencia, por lo que,

  • aunque el Sr. Havard mantenía en el artículo anterior que jugando con una serie de valores realizados, tod@s estábamos llamados a ser “seductores de masas”, es decir, líderes,
  • quizá le faltó decir que el común liderazgo al que tod@s estamos llamados no es otro que el de ser rectores de nuestro propio destino, haciéndonos líderes de los demás en la medida en que -en tanto que las virtudes de las que hablo se hagan patentes en nosotr@s- seamos capaces de arrastrarles a la consecución del suyo.

Y porque la excelencia de un líder no estriba en su excelencia en un detrminado valor, sino en ser excelente en sí mismo, es conveniente que no seamos ciervos sino leones; pero no por razón de nuestra fuerza física, sino por mor de nuestra fuerza moral y graciosamente adquirida, que no hará sino manifestar en nosotr@s, y como líderes, nuestro auténtico valor.

He dicho.

 

DISCURSO DE BENEDICTO XVI ANTE LA SEDE DE LAS NACIONES UNIDAS

Como os prometí, reproduzco a continuación el discurso de Benedicto XVI ante la Asamblea General de las Naciones Unidas distribuido por la Santa Sede y que dice así:

 

"NUEVA YORK, viernes, 18 abril 2008

 

Señor Presidente

Señoras y Señores

 

Al comenzar mi intervención en esta Asamblea, deseo ante todo expresarle a usted, Señor Presidente, mi sincera gratitud por sus amables palabras. Quiero agradecer también al Secretario General, el Señor Ban Ki-moon, por su invitación a visitar la Sede central de la Organización y por su cordial bienvenida. Saludo a los Embajadores y a los Diplomáticos de los Estados Miembros, así como a todos los presentes: a través de ustedes, saludo a los pueblos que representan aquí. Ellos esperan de esta Institución que lleve adelante la inspiración que condujo a su fundación, la de ser un «centro que armonice los esfuerzos de las Naciones por alcanzar los fines comunes», de la paz y el desarrollo (cf. Carta de las Naciones Unidas, art. 1.2-1.4).

 

Como dijo el Papa Juan Pablo II en 1995, la Organización debería ser "centro moral, en el que todas las naciones del mundo se sientan como en su casa, desarrollando la conciencia común de ser, por así decir, una ‘familia de naciones’" (Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Nueva York, 5 de octubre de 1995, 14).

 

A través de las Naciones Unidas, los Estados han establecido objetivos universales que, aunque no coincidan con el bien común total de la familia humana, representan sin duda una parte fundamental de este mismo bien. Los principios fundacionales de la Organización -el deseo de la paz, la búsqueda de la justicia, el respeto de la dignidad de la persona, la cooperación y la asistencia humanitaria- expresan las justas aspiraciones del espíritu humano y constituyen los ideales que deberían estar subyacentes en las relaciones internacionales. Como mis predecesores Pablo VI y Juan Pablo II han hecho notar desde esta misma tribuna, se trata de cuestiones que la Iglesia Católica y la Santa Sede siguen con atención e interés, pues ven en vuestra actividad un ejemplo de cómo los problemas y conflictos relativos a la comunidad mundial pueden estar sujetos a una reglamentación común. Las Naciones Unidas encarnan la aspiración a "un grado superior de ordenamiento internacional" Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 43), inspirado y gobernado por el principio de subsidiaridad y, por tanto, capaz de responder a las demandas de la familia humana mediante reglas internacionales vinculantes y estructuras capaces de armonizar el desarrollo cotidiano de la vida de los pueblos. Esto es más necesario aún en un tiempo en el que experimentamos la manifiesta paradoja de un consenso multilateral que sigue padeciendo una crisis a causa de su subordinación a las decisiones de unos pocos, mientras que los problemas del mundo exigen intervenciones conjuntas por parte de la comunidad internacional.

 

Ciertamente, cuestiones de seguridad, los objetivos del desarrollo, la reducción de las desigualdades locales y globales, la protección del entorno, de los recursos y del clima, requieren que todos los responsables internacionales actúen conjuntamente y demuestren una disponibilidad para actuar de buena fe, respetando la ley y promoviendo la solidaridad con las regiones más débiles del planeta. Pienso particularmente en aquellos Países de África y de otras partes del mundo que permanecen al margen de un auténtico desarrollo integral, y corren por tanto el riesgo de experimentar sólo los efectos negativos de la globalización. En el contexto de las relaciones internacionales, es necesario reconocer el papel superior que desempeñan las reglas y las estructuras intrínsecamente ordenadas a promover el bien común y, por tanto, a defender la libertad humana. Dichas reglas no limitan la libertad. Por el contrario, la promueven cuando prohíben comportamientos y actos que van contra el bien común, obstaculizan su realización efectiva y, por tanto, comprometen la dignidad de toda persona humana. En nombre de la libertad debe haber una correlación entre derechos y deberes, por la cual cada persona está llamada a asumir la responsabilidad de sus opciones, tomadas al entrar en relación con los otros. Aquí, nuestro pensamiento se dirige al modo en que a veces se han aplicado los resultados de los descubrimientos de la investigación científica y tecnológica. No obstante los enormes beneficios que la humanidad puede recabar de ellos, algunos aspectos de dicha aplicación representan una clara violación del orden de la creación, hasta el punto en que no solamente se contradice el carácter sagrado de la vida, sino que la persona humana misma y la familia se ven despojadas de su identidad natural. Del mismo modo, la acción internacional dirigida a preservar el entorno y a proteger las diversas formas de vida sobre la tierra no ha de garantizar solamente un empleo racional de la tecnología y de la ciencia, sino que debe redescubrir también la auténtica imagen de la creación. Esto nunca requiere optar entre ciencia y ética: se trata más bien de adoptar un método científico que respete realmente los imperativos éticos.

 

El reconocimiento de la unidad de la familia humana y la atención a la dignidad innata de cada hombre y mujer adquiere hoy un nuevo énfasis con el principio de la responsabilidad de proteger. Este principio ha sido definido sólo recientemente, pero ya estaba implícitamente presente en los orígenes de las Naciones Unidas y ahora se ha convertido cada vez más en una característica de la actividad de la Organización. Todo Estado tiene el deber primario de proteger a la propia población de violaciones graves y continuas de los derechos humanos, como también de las consecuencias de las crisis humanitarias, ya sean provocadas por la naturaleza o por el hombre.

 

Si los Estados no son capaces de garantizar esta protección, la comunidad internacional ha de intervenir con los medios jurídicos previstos por la Carta de las Naciones Unidas y por otros instrumentos internacionales. La acción de la comunidad internacional y de sus instituciones, dando por sentado el respeto de los principios que están a la base del orden internacional, no tiene por qué ser interpretada nunca como una imposición injustificada y una limitación de soberanía. Al contrario, es la indiferencia o la falta de intervención lo que causa un daño real. Lo que se necesita es una búsqueda más profunda de los medios para prevenir y controlar los conflictos, explorando cualquier vía diplomática posible y prestando atención y estímulo también a las más tenues señales de diálogo o deseo de reconciliación.

 

El principio de la "responsabilidad de proteger" fue considerado por el antiguo ius gentium como el fundamento de toda actuación de los gobernadores hacia los gobernados: en tiempos en que se estaba desarrollando el concepto de Estados nacionales soberanos, el fraile dominico Francisco de Vitoria, calificado con razón como precursor de la idea de las Naciones Unidas, describió dicha responsabilidad como un aspecto de la razón natural compartida por todas las Naciones, y como el resultado de un orden internacional cuya tarea era regular las relaciones entre los pueblos. Hoy como entonces, este principio ha de hacer referencia a la idea de la persona como imagen del Creador, al deseo de una absoluta y esencial libertad. Como sabemos, la fundación de las Naciones Unidas coincidió con la profunda conmoción experimentada por la humanidad cuando se abandonó la referencia al sentido de la trascendencia y de la razón natural y, en consecuencia, se violaron gravemente la libertad y la dignidad del hombre. Cuando eso ocurre, los fundamentos objetivos de los valores que inspiran y gobiernan el orden internacional se ven amenazados, y minados en su base los principios inderogables e inviolables formulados y consolidados por las Naciones Unidas. Cuando se está ante nuevos e insistentes desafíos, es un error retroceder hacia un planteamiento pragmático, limitado a determinar "un terreno común", minimalista en los contenidos y débil en su efectividad.

 

La referencia a la dignidad humana, que es el fundamento y el objetivo de la responsabilidad de proteger, nos lleva al tema sobre el cual hemos sido invitados a centrarnos este año, en el que se cumple el 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. El documento fue el resultado de una convergencia de tradiciones religiosas y culturales, todas ellas motivadas por el deseo común de poner a la persona humana en el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones de la sociedad, y de considerar a la persona humana esencial para el mundo de la cultura, de la religión y de la ciencia. Los derechos humanos son presentados cada vez más como el lenguaje común y el sustrato ético de las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, la universalidad, la indivisibilidad y la interdependencia de los derechos humanos sirven como garantía para la salvaguardia de la dignidad humana. Sin embargo, es evidente que los derechos reconocidos y enunciados en la Declaración se aplican a cada uno en virtud del origen común de la persona, la cual sigue siendo el punto más alto del designio creador de Dios para el mundo y la historia. Estos derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones. Arrancar los derechos humanos de este contexto significaría restringir su ámbito y ceder a una concepción relativista, según la cual el sentido y la interpretación de los derechos podrían variar, negando su universalidad en nombre de los diferentes contextos culturales, políticos, sociales e incluso religiosos.

 

Así pues, no se debe permitir que esta vasta variedad de puntos de vista oscurezca no sólo el hecho de que los derechos son universales, sino que también lo es la persona humana, sujeto de estos derechos.

 

La vida de la comunidad, tanto en el ámbito interior como en el internacional, muestra claramente cómo el respeto de los derechos y las garantías que se derivan de ellos son las medidas del bien común que sirven para valorar la relación entre justicia e injusticia, desarrollo y pobreza, seguridad y conflicto. La promoción de los derechos humanos sigue siendo la estrategia más eficaz para extirpar las desigualdades entre Países y grupos sociales, así como para aumentar la seguridad. Es cierto que las víctimas de la opresión y la desesperación, cuya dignidad humana se ve impunemente violada, pueden ceder fácilmente al impulso de la violencia y convertirse ellas mismas en transgresoras de la paz. Sin embargo, el bien común que los derechos humanos permiten conseguir no puede lograrse simplemente con la aplicación de procedimientos correctos ni tampoco a través de un simple equilibrio entre derechos contrapuestos. La Declaración Universal tiene el mérito de haber permitido confluir en un núcleo fundamental de valores y, por lo tanto, de derechos, a diferentes culturas, expresiones jurídicas y modelos institucionales. No obstante, hoy es preciso redoblar los esfuerzos ante las presiones para reinterpretar los fundamentos de la Declaración y comprometer con ello su íntima unidad, facilitando así su alejamiento de la protección de la dignidad humana para satisfacer meros intereses, con frecuencia particulares. La Declaración fue adoptada como un "ideal común" (preámbulo) y no puede ser aplicada por partes separadas, según tendencias u opciones selectivas que corren simplemente el riesgo de contradecir la unidad de la persona humana y por tanto la indivisibilidad de los derechos humanos.

 

La experiencia nos enseña que a menudo la legalidad prevalece sobre la justicia cuando la insistencia sobre los derechos humanos los hace aparecer como resultado exclusivo de medidas legislativas o decisiones normativas tomadas por las diversas agencias de los que están en el poder. Cuando se presentan simplemente en términos de legalidad, los derechos corren el riesgo de convertirse en proposiciones frágiles, separadas de la dimensión ética y racional, que es su fundamento y su fin. Por el contrario, la Declaración Universal ha reforzado la convicción de que el respeto de los derechos humanos está enraizado principalmente en la justicia que no cambia, sobre la cual se basa también la fuerza vinculante de las proclamaciones internacionales. Este aspecto se ve frecuentemente desatendido cuando se intenta privar a los derechos de su verdadera función en nombre de una mísera perspectiva utilitarista. Puesto que los derechos y los consiguientes deberes provienen naturalmente de la interacción humana, es fácil olvidar que son el fruto de un sentido común de la justicia, basado principalmente sobre la solidaridad entre los miembros de la sociedad y, por tanto, válidos para todos los tiempos y todos los pueblos. Esta intuición fue expresada ya muy pronto, en el siglo V, por Agustín de Hipona, uno de los maestros de nuestra herencia intelectual. Decía que la máxima no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti "en modo alguno puede variar, por mucha que sea la diversidad de las naciones" (De doctrina christiana, III, 14). Por tanto, los derechos humanos han de ser respetados como expresión de justicia, y no simplemente porque pueden hacerse respetar mediante la voluntad de los legisladores.

 

Señoras y Señores, con el transcurrir de la historia surgen situaciones nuevas y se intenta conectarlas a nuevos derechos. El discernimiento, es decir, la capacidad de distinguir el bien del mal, se hace más esencial en el contexto de exigencias que conciernen a la vida misma y al comportamiento de las personas, de las comunidades y de los pueblos. Al afrontar el tema de los derechos, puesto que en él están implicadas situaciones importantes y realidades profundas, el discernimiento es al mismo tiempo una virtud indispensable y fructuosa.

 

Así, el discernimiento muestra cómo el confiar de manera exclusiva a cada Estado, con sus leyes e instituciones, la responsabilidad última de conjugar las aspiraciones de personas, comunidades y pueblos enteros puede tener a veces consecuencias que excluyen la posibilidad de un orden social respetuoso de la dignidad y los derechos de la persona. Por otra parte, una visión de la vida enraizada firmemente en la dimensión religiosa puede ayudar a conseguir dichos fines, puesto que el reconocimiento del valor trascendente de todo hombre y toda mujer favorece la conversión del corazón, que lleva al compromiso de resistir a la violencia, al terrorismo y a la guerra, y de promover la justicia y la paz. Además, esto proporciona el contexto apropiado para ese diálogo interreligioso que las Naciones Unidas están llamadas a apoyar, del mismo modo que apoyan el diálogo en otros campos de la actividad humana. El diálogo debería ser reconocido como el medio a través del cual los diversos sectores de la sociedad pueden articular su propio punto de vista y construir el consenso sobre la verdad en relación a los valores u objetivos particulares. Pertenece a la naturaleza de las religiones, libremente practicadas, el que puedan entablar autónomamente un diálogo de pensamiento y de vida. Si también a este nivel la esfera religiosa se mantiene separada de la acción política, se producirán grandes beneficios para las personas y las comunidades. Por otra parte, las Naciones Unidas pueden contar con los resultados del diálogo entre las religiones y beneficiarse de la disponibilidad de los creyentes para poner sus propias experiencias al servicio del bien común. Su cometido es proponer una visión de la fe, no en términos de intolerancia, discriminación y conflicto, sino de total respeto de la verdad, la coexistencia, los derechos y la reconciliación.

 

Obviamente, los derechos humanos deben incluir el derecho a la libertad religiosa, entendido como expresión de una dimensión que es al mismo tiempo individual y comunitaria, una visión que manifiesta la unidad de la persona, aun distinguiendo claramente entre la dimensión de ciudadano y la de creyente. La actividad de las Naciones Unidas en los años recientes ha asegurado que el debate público ofrezca espacio a puntos de vista inspirados en una visión religiosa en todas sus dimensiones, incluyendo la de rito, culto, educación, difusión de informaciones, así como la libertad de profesar o elegir una religión. Es inconcebible, por tanto, que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos -su fe- para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos. Los derechos asociados con la religión necesitan protección sobre todo si se los considera en conflicto con la ideología secular predominante o con posiciones de una mayoría religiosa de naturaleza exclusiva. No se puede limitar la plena garantía de la libertad religiosa al libre ejercicio del culto, sino que se ha de tener en la debida consideración la dimensión pública de la religión y, por tanto, la posibilidad de que los creyentes contribuyan la construcción del orden social. A decir verdad, ya lo están haciendo, por ejemplo, a través de su implicación influyente y generosa en una amplia red de iniciativas, que van desde las universidades a las instituciones científicas, escuelas, centros de atención médica y a organizaciones caritativas al servicio de los más pobres y marginados. El rechazo a reconocer la contribución a la sociedad que está enraizada en la dimensión religiosa y en la búsqueda del Absoluto -expresión por su propia naturaleza de la comunión entre personas- privilegiaría efectivamente un planteamiento individualista y fragmentaría la unidad de la persona.

 

Mi presencia en esta Asamblea es una muestra de estima por las Naciones Unidas y es considerada como expresión de la esperanza en que la Organización sirva cada vez más como signo de unidad entre los Estados y como instrumento al servicio de toda la familia humana. Manifiesta también la voluntad de la Iglesia Católica de ofrecer su propia aportación a la construcción de relaciones internacionales en un modo en que se permita a cada persona y a cada pueblo percibir que son un elemento capaz de marcar la diferencia. Además, la Iglesia trabaja para obtener dichos objetivos a través de la actividad internacional de la Santa Sede, de manera coherente con la propia contribución en la esfera ética y moral y con la libre actividad de los propios fieles. Ciertamente, la Santa Sede ha tenido siempre un puesto en las asambleas de las Naciones, manifestando así el propio carácter específico en cuanto sujeto en el ámbito internacional. Como han confirmado recientemente las Naciones Unidas, la Santa Sede ofrece así su propia contribución según las disposiciones de la ley internacional, ayuda a definirla y a ella se remite.

 

Las Naciones Unidas siguen siendo un lugar privilegiado en el que la Iglesia está comprometida a llevar su propia experiencia "en humanidad", desarrollada a lo largo de los siglos entre pueblos de toda raza y cultura, y a ponerla a disposición de todos los miembros de la comunidad internacional. Esta experiencia y actividad, orientadas a obtener la libertad para todo creyente, intentan aumentar también la protección que se ofrece a los derechos de la persona. Dichos derechos están basados y plasmados en la naturaleza trascendente de la persona, que permite a hombres y mujeres recorrer su camino de fe y su búsqueda de Dios en este mundo. El reconocimiento de esta dimensión debe ser reforzado si queremos fomentar la esperanza de la humanidad en un mundo mejor, y crear condiciones propicias para la paz, el desarrollo, la cooperación y la garantía de los derechos de las generaciones futuras.

 

En mi reciente Encíclica Spe salvi, he subrayado "que la búsqueda, siempre nueva y fatigosa, de rectos ordenamientos para las realidades humanas es una tarea de cada generación" (n. 25). Para los cristianos, esta tarea está motivada por la esperanza que proviene de la obra salvadora de Jesucristo. Precisamente por eso la Iglesia se alegra de estar asociada con la actividad de esta ilustre Organización, a la cual está confiada la responsabilidad de promover la paz y la buena voluntad en todo el mundo. Queridos amigos, os doy las gracias por la oportunidad de dirigirme hoy a vosotros y prometo la ayuda de mis oraciones para el desarrollo de vuestra noble tarea.

 

Antes de despedirme de esta asamblea, deseo saludar a todas las naciones aquí representadas en las lenguas oficiales.

 

[En inglés, en francés, en español, en árabe, en chino y en ruso:]

 

Paz y prosperidad con la ayuda de Dios!

 

Gracias."

LÍDER Y LIDERAZGO

Los líderes  no nacen sino que se hacen, y el liderazgo no es algo reservado a las élites, sino una vocación generalizada. Son ideas promovidas por el Director del Centro Europeo para el Desarrollo del Liderazgo (European Center for Leadership Development), Alexandre Havard y manifestadas en una entrevista.

 

Este emprendedor nos cuenta a través de Zenit, que cuanto más profundamente se viven las virtudes, más se puede cambiar la cultura, y ha ideado un programa ejecutivo titulado “Liderazgo Virtuoso” mediante el que presenta las virtudes clásicas como base para la excelencia personal y profesional.

 

Una síntesis de su entrevista podría ser la siguiente:

 

Preguntado el Sr. Havard sobre si los líderes nacen o se forman, el entrevistado contesta lo siguiente:

 

“El liderazgo es cuestión de carácter. El carácter es algo que podemos configurar, modelar y fortalecer. Fortalecemos nuestro carácter a través de la práctica habitual de hábitos morales sanos, llamados virtudes éticas o morales.

 

Las virtudes son cualidades de la mente, la voluntad y el corazón. Las adquirimos con nuestros esfuerzos, y el acto propio para adquirirlas es un acto de liderazgo.

 

El carácter no es el temperamento. El temperamento es innato, es un producto de la naturaleza. Puede ayudar en el desarrollo de algunas virtudes e impedir otras. Si soy apasionado por naturaleza puede parecerme relativamente fácil la practica de la valentía, pero si soy reticente, puede ser que el coraje se convierta para mí en un auténtico reto. Sin embargo, precisamente mis defectos de temperamento me hacen consciente de que debo luchar por superarlos. De este modo, los defectos se convierten en fuerza moral.

 

Las virtudes imprimen carácter en nuestro temperamento de modo que éste ya no nos domina. Si me faltan virtudes, seré un esclavo de mi temperamento. Las virtudes regulan el temperamento. Una persona impulsiva, inspirada por la virtud de la prudencia, se convierte en más reflexiva. La persona ansiosa y dudosa, inspirada por la misma virtud, se siente impulsada a actuar y no demorarse.

 

Las virtudes estabilizan nuestra personalidad y relegan las manifestaciones extremas.

 

El temperamento no tiene que ser un obstáculo para el liderazgo. El obstáculo real es la falta de carácter, que nos deja rápidamente secos, sin energía moral, y bastante incapaces para ejercer el liderazgo.

 

Hay quien piensa que uno tiene que haber nacido líder, que algunos tienen un don especial y otros no; que el liderazgo es algo ligado al temperamento o a la experiencia. No todos pueden ser Roosevelt o un De Gaulle o un Churchill, piensan. Nada más lejos de la verdad. El liderazgo no está reservado a una élite. No es una vocación de unos pocos. Jefes de estado, profesores, profesionales, industriales, amas de casa, responsables militares, agentes sanitarios… todos ejercen el liderazgo.

 

La gente espera que hagan lo justo, que sean hombres y mujeres de carácter y virtud, motivados por una visión magnánima hacia las personas que tienen a su cargo. Y se sienten defraudados si fallan. Los líderes tienen que ser virtuosos para ser líderes reales y, ya que la virtud es un hábito que se adquiere con la práctica, decimos que los líderes no nacen, se hacen”

 

Otra pregunta, complementaria de ésta, fue la siguiente: ¿qué significa que el carácter es la virtud en acción?, a lo que el Sr. Havard contesta:

 

“Que las virtudes son más que simples valores. Las virtudes son fuerzas dinámicas. De hecho, su raíz en latín “virtus” viene de fuerza o poder. Cada una, si se practica habitualmente, reafirma progresivamente la propia capacidad para actuar.

 

En mi libro (“El liderazgo virtuoso, una agenda para la excelencia personal”, Scepter) me refiero a seis virtudes. La magnanimidad para luchar por cosas grandes y plantearse desafíos a uno mismo y a los demás; la humildad, para superar el egoísmo y acostumbrarse a servir a los otros; la prudencia, para tomar decisiones justas; la valentía, para  mantenerse y resistir a todo tipo de presiones; el autocontrol, para subordinar las pasiones al espíritu y al cumplimiento de la misión; y la justicia, para dar a cada uno lo que se merece.

 

Los líderes son magnánimos en sus sueños, visiones y sentido de misión, en su capacidad para esperar, confianza y osadía, en su entusiasmo por el esfuerzo que requiere el éxito en su trabajo. También en su propensión para usar medios proporcionados a sus objetivos, en su capacidad para lanzarse a desafíos a sí mismos y a los que tienen alrededor. La magnanimidad del líder está dirigida a servir a los otros, a su familia, cliente, colegas, a su país y a toda la humanidad. Esta noble ambición para servir es uno de los frutos de la hermosa virtud de la humildad.

 

Las virtudes no toman el lugar de la competencia profesional, sino que son parte de ésta. Puedo tener un diploma en psicología y trabajar como consultor, pero si no tengo prudencia, me encontraré con dificultades para dar consejo a mis clientes. Puedo tener un MBA (máster en administración de empresas) y ser un ejecutivo de una gran corporación; muy bien, pero si no tengo valentía, mi capacidad para liderar ante la dificultad queda en tela de juicio. La competencia profesional exige más que poseer técnicas o conocimientos académicos; implica la capacidad para usar este conocimiento para que dé frutos.”

 

Una tercera y última pregunta era la siguiente: ¿cualquier persona es capaz de adquirir y crecer en las virtudes?, y la contestación:

 

“No todo el mundo se convierte en presidente o primer ministro, ni puede ganar el Premio Nóbel  de Literatura o jugar en los New Cork Yankees. Pero todo el mundo puede crecer en la virtud. El liderazgo o excluye a nadie. La virtud es un hábito, se adquiere por repetición. Si actuamos con valentía repetidamente, al final lo haremos como una costumbre. Si repetidamente actuamos con humildad, se convertirá en una acción habitual. La infancia y la adolescencia desempeñan un papel  muy importante en nuestras opciones futuras. Nuestros padres nos influencian para discernir entre el bien y el mal. Pero el crecimiento por sí solo, y la formación, no determinan el carácter. No es raro que niños que hayan crecido en la misma familia usen la libertad de manera distinta y se conviertan en personas muy distintas.

 

Como el temperamento, nuestro entorno cultural nos puede ayudar a desarrollar ciertas virtudes. En una sociedad marcada por la sensualidad, puede ser duro cultivar virtudes como el autocontrol y la valentía. Puede ser duro vivir virtuosamente en el contexto cultural actual, pero no es imposible. La capacidad de decir que no nos confiere un gran poder. Somos libres para decidir hasta qué punto dejamos que la cultura actual nos afecte. Hemos escogido libremente ser lo que somos. ¿Vicio o virtud?. Depende de nosotros. La virtud implica  depende de la libertad. No se puede forzar, es algo que escogemos libremente. Si las practicamos asiduamente, el camino al liderazgo está abierto. El liderazgo empieza cuando usamos nuestra libertad libremente”

 

Hasta aquí el contenido de la entrevista. Estoy segura de que nos dará mucho para hablar. Espero vuestras intervenciones.