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::: Dorotatxu :::

Diálogo entre amig@s

VERDAD VERDADERA III

Echando mano de vuestra “metafísica espontánea” y después de la “lección magistral” que os di en mi artículo anterior, confío en que os resulte evidente que las cosas son porque son una realidad en sí mismas, que lo son dentro de un orden y en relación con otras, que hay un rango dentro de lo que las cosas son que viene marcado por las características de sus respectivas naturalezas (o esencias), que dentro de ellas los entes actúan o son actuados (pensemos en la naturaleza inerte y/o en la naturaleza animada) “en”, “con” “por medio de” y “en base a” las posibilidades que éstas les ofrecen, y que para que esto sea así, previamente han necesitado ser y estar siendo.  

Esto último os parecerá una perogrullada, pero no lo es, puesto que lo que los entes son no tienen su origen en sí mismos como ya hemos dicho, sino que son porque hay algo que es previamente y que les hace ser, y “mantenerse siendo” como modo de permanencia en lo que originariamente es, que es su existencia.  

Cuando hablamos pues, de esencia y de existencia, estamos refiriéndonos a algo que es real: a algo que es y que existe, independientemente de que lo conozcamos, lo interpretemos,  o de cómo nosotros lo valoremos.  

Vamos ahora a ver en qué creemos los cristianos. Los cristianos creemos en la existencia de un Ser personal y subsistente, de quien no sólo proceden todas las cosas, sino que además procede la permanencia de las mismas en el ser. Ésta es la síntesis del contenido del relato del Génesis, incluyendo lo referido a la creación del ser humano. La argumentación metafísica para defender esta creencia, la considero suficientemente tratada en el artículo anterior, pero voy a hacer ahora un poquito de hincapié en lo que supone la especificidad del ser humano, para tratar de llegar a lo que suponen los grandes hitos del cristianismo por los que preguntaba Hola.  

Para ello partiremos de una definición de Huserl que ya me habéis visto utilizar en otras ocasiones. Huserl definía la certeza como la vivencia de la evidencia. Pero lo cierto es que a esa evidencia se llega a través de la experiencia, por lo que únicamente mediante la experiencia se podría llegar a la certeza, ¿no es así?...  

Pues bien.  Hasta aquí todos de acuerdo. Veamos ahora de cuantos tipos de experiencia hablamos:  

En ocasiones con nuestro conocimiento nos encontramos ante entes con una esencia tangible, es decir, con cosas que podemos conocer mediante nuestra percepción como ellas mismas  (un árbol, un perro). Estaríamos hablando de una experiencia directa de lo que ell@s son. 

En otras, nuestra experiencia de lo que las cosas son nos adviene a través de la observación de sus efectos en nosotros y/o en nuestro entorno (léase magnetismo, gravedad, el tiempo transcurrido) y en este caso, nuestra experiencia también permite ser relacionada con la tangibilidad.  

Pero hay otro tipo de experiencias que tienen lugar en nuestro interior.  A ellas no llegamos porque lo cognoscible tenga una presencia física, ni tampoco porque sus efectos –aunque también los tengan- sean tangibles, sino por la manera de vivirlas en nuestro interior. Es este tercer tipo de experiencias el que ahora nos interesa...   

Cuando tenemos una experiencia de este tipo, la mediación es superflua.  Son experiencias que se adquieren cuando, por ejemplo, nos traspasa la música o la belleza. Todos podemos más o menos participar de esa experiencia, y así podríais decirme que hay una armonía y una cierta música en toda la creación.  

En esto pues, no considero que consista la diferencia sustancial entre el ser humano y otros seres en tanto que cognoscentes. 

Cualquiera de ellos y a su nivel, son o somos capaces de distinguir lo uno como contraste de lo diverso, lo bueno en cuanto a que conveniente, lo bello como deseable, o lo verdadero en tanto que es. 

Pero hay otro tipo de experiencia que sí considero específica del ser humano, y es la del conocimiento no sólo de “lo que es” en tanto que compartido o en tanto que pueda incidir sobre nosotros mismos o sobre la realidad que nos circunda, sino de “lo que es”,  “en” nosotros mismos y “a través” de nuestra realidad. 

Me explicaré. 

Ya hemos dicho que trataríamos de hablar de lo que sabemos acerca de lo que es Dios, ejemplificándolo a través de lo que sabemos de lo que la música es. 

Pues bien. 

Centrándonos en la música, me diréis que tod@s tenemos una cierta percepción de ella, y que con la suficiente destreza podemos llegar no sólo a disfrutar, sino también a interpretar. También podéis decirme que música es lo que hacen los grillos, y hasta me atrevería a daros la razón.  

Pero lo que yo mantengo, es que los seres humanos somos capaces de actuar “movidos” por ella, “en pos” de ella, pretendiendo tener “algo que ver” con ella y hacerla patente “como realidad”, y esto es así, porque los seres humanos podemos llegar a ser conscientes, no sólo de que la música es algo o de que es algo para nosotros, sino de que verdaderamente vive en nosotros, porque efectiva y previamente ella es.  

Ésta es una diferencia sustancial que se hace patente si pensamos en la diferencia existente entre la figura de un intérprete y la de un compositor…

… y yo la utilizaré para expresar la diferencia existente entre los seres humanos en cuanto capaces de interpretar, y los seres humanos en cuanto capaces de participar voluntariamente y mediante sus actos, en el acto creador. 

A la primera consideración responde el “tipo” de Adán, es decir, la consideración de Adán como figura de todo ser humano (sea hombre o mujer), y a la segunda, el “tipo” de Eva, es decir, de Eva como figura de los seres humanos en cuanto capaces de conocer y participar voluntariamente en el acto creador.  

Nos queda por decir qué es la Gracia. 

Pues bien, la Gracia es “la música” que habitaba en ellos con sus peculiares características y como poder generador.  

Porque ella existía, y porque existía en ell@s, los seres humanos eran capaces no sólo de conocer su existencia, sino de participar voluntariamente en el acto creador, no por otra cosa. 

En estas condiciones y con estas características es como la humanidad fue creada. No sólo para ser intérpretes, sino para ser también co-autores de la obra de la Creación. 

El tema es que, en ejercicio de sus capacidades, los seres humanos y pese a conocer esta realidad, decidieron optar por una realidad creada, por una concepción propia, no por esa realidad, con el resultado de que voluntariamente se apartaron de la Gracia y de su virtualidad. 

Al ser así, y puesto que los seres humanos únicamente conocemos a través de nuestros sentidos externos, la única posibilidad de que conociéramos y admitiéramos la Gracia en nosotros mismos, hacía precisa la Encarnación –la manifestación sensible- de Dios. 

Esto tuvo lugar en la persona del Hijo. A mí me gusta incluir para seguir razonando la aclaración de que el término persona hace alusión a un ser perteneciente a la naturaleza espiritual, no otra cosa. 

Pues bien. 

Cristo no es el hijo de Dios a la manera de los dioses griegos. Decimos que es el Hijo, porque hablando de la realidad Trinitaria, el Hijo se corresponde con una realidad espiritual y por tanto personal, que consiste es la manifestación a través de sus actos y de sus consiguientes efectos, del ser de Dios.  

Así, “en la plenitud de los tiempos”, el Hijo de Dios entró en el mundo, y con este hecho pudimos tener conocimiento sensible de la realidad de Dios. Así pues, éste es uno de los cuatro hitos que yo considero fundamentales en el cristianismo: la Encarnación del Hijo de Dios. 

Cristo, con sus palabras y con sus obras nos reveló el ser y el poder de Dios. Nos habló de su ser como realidad trinitaria, y a través de sus milagros puso de manifiesto el poder del Espíritu de Dios. 

Hasta aquí, no pasaría del conocimiento de esta realidad. Estaríamos en el primer estadio de la creación, o más bien ante la figura de Adán. Pero es que a esta humanidad que Cristo tomó en sí, a través de su Bautismo, le advino la capacidad de conocer y participar en la nueva realidad que en Cristo adquiría y que recibiría con posterioridad. Así decimos, pues, que Cristo es el nuevo Adán y la nueva Eva de la nueva creación, y por eso creo que su Bautismo supone el segundo de los grandes hitos de nuestra religión. 

Así, en Él se estableció de nuevo la relación de Dios con toda la humanidad, pero no fue sino tras su aceptación contra toda consideración humana, de la realidad del ser humano ordenada a Dios. Así, fue la aceptación de la voluntad de Dios para consigo mismo por parte de Jesús de Nazaret  (su Muerte, el tercero de los grandes hitos del cristianismo) lo que consiguió para la humanidad entera la posibilidad de entrar de nuevo en relación con Dios. 

Pero aunque hasta ese momento nos encontramos con una humanidad capaz de relacionarse y de hecho relacionada con Dios en la persona de Jesús de Nazaret, restaba, para que nosotros fuéramos compositores, que en los seres humanos “habitara” la Gracia, la “música” de Dios. 

Fue también con un hecho concreto, con la Resurrección de la humanidad del Cristo (del Ungido con el Espíritu de Dios) como la humanidad entera se “hizo presente” y la presencia de Dios fue “en ellos” y “mediante de sus actos” tras la participación que entonces adquirimos en base a la participación en su Gracia creada, de la Gracia de Dios. 

Éste sería lo que yo considero el cuarto pilar de nuestra creencia.  

Notaréis que no he incluido Pentecostés y la creación de la Iglesia.  

No lo he hecho, no porque considere que esto no sea una realidad (como las otras) para nuestra vida mística, sino porque pienso sinceramente que la actuación de Dios no se circunscribe a un hecho concreto, sino que Dios actúa del modo y en el momento que considera conveniente, y que Pentecostés, como la creación de la Iglesia a mi modo de ver, es el modo en que su Gracia alcanza a todos los seres humanos, en virtud de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, y transcendiendo todo tiempo y toda ubicación. Es por ello que podemos hablar de la Iglesia militante y/o de la Iglesia triunfante, o eso es lo que a mí me parece…. 

Entonces veréis: 

Cuando los cristianos manifestamos nuestra creencia en todo esto, no hacemos sino manifestar que aceptamos esta realidad. 

No porque se considere más o  menos razonable en términos teóricos o demostrable por métodos empíricos, sino porque sabemos que “es así”, que “es así en nosotros”,  que “somos capaces de participar en ella”, y que de hecho lo hacemos por encima de nuestras posibilidades “como efecto de la Gracia”. 

Sabemos de la inhabitación trinitaria (es decir, de la presencia de Dios en nuestras vidas), y sabemos también que porque esto es así (porque su Gracia habita en nosotros), nosotros podemos (por encima de nuestras posibilidades), llegar a ser co-autores, y además de intérpretes compositores, de la hermosa melodía de la Creación. 

Por mi parte, hasta aquí hemos llegado en nuestro recorrido… 

No se lo que a vosotros os parecerá.

 

VERDAD VERDADERA II

Vamos en esta segunda sección del tema, a hacer una pequeña elaboración metafísica que nos lleve (o eso pretendemos) a encontrar una cierta lógica en lo que sobre la creación del mundo nos cuenta la Revelación. Es curioso cómo mi reflexión viene precedida por dos comentarios de Jesús M. Landart –el que hace al artículo de GALILEO RESUCITADO que tenéis reproducido como artículo en posición inmediatamente anterior a éste, y el que hace al de VERDAD VERDADERA I-, los dos francamente interesantes.

Puesto que sus argumentaciones van a tener mucho que ver con lo que a continuación expondré, aunque por supuesto cuente con la “furiosa” intervención de Hola y de Joaquim amén de con otras intervenciones y la de Jesús M. Landart mismo, a él se lo dedico.

Para comenzar, insistiremos en la idea de que aunque la Metafísica es una ciencia instrumental al servicio –en nuestro caso- de la Teología, constituye por sí misma una disciplina cuyo objeto propio consiste en el intento de alcanzar un saber último y universal acerca de la realidad.

En un principio el estudio de todas estas cuestiones constituía un único saber indiferenciado que se llamaba filosofía, sabiduría, ciencia, etc... Pero a medida que se investigaba sobre las diferentes parcelas de la realidad (matemáticas, medicina, gramática, etc...) fueron constituyéndose las ciencias particulares diferenciándose así del tronco común del saber en el que se planteaban los temas más fundamentales llamado propiamente filosofía.

A su vez, a medida que crecía el cuerpo de doctrina filosófica se iban deslindando ramas que se ocupaban de problemas distintos (la naturaleza, el hombre, la moral, etc...) y entre ellas se perfilaba un núcleo principal que, tratando del constitutivo último del mundo, afectaba a todos los conocimientos filosóficos y terminaba en la consideración de una primera causa del universo, y esta ciencia es la Metafísica.

Una vez hecha esta pequeña introducción, vamos a pasar a considerar ahora lo que constituye el objeto propio de la Metafísica, que no es otro que la consideración de que “algo es”, y de “lo que” ese algo es, que es precisamente “lo que le hace real”.

Esta consideración antecede a todas las consideraciones y elaboraciones que sobre este hecho se hagan desde las distintas ciencias particulares, precisamente porque las ciencias particulares tienen por objeto determinados sectores o aspectos de la realidad, mientras que la Metafísica estudia toda la realidad fijándose en aquello que todas las cosas tienen en común, que es el hecho de ser.

El universo se nos presenta pues, como un conjunto de realidades que, teniendo el ser como propiedad común, se diversifican específicamente según una variedad de esencias o naturalezas.

Pero la peculiaridad de la cuestión del ser radica en que todo es, es decir, no hay ninguna realidad que no sea; sin embargo, ninguna de las cosas son ser puro, sino que consisten en modos determinados de ser, en realidades que son, pero que no son el ser puesto que, siendo distintas unas cosas de otras, aquello que hace que todas ellas sean no puede radicar en sus principios de diversidad.

Así las cosas, el ser es un acto universal.

No es algo exclusivo de un tipo de realidades como lo son el acto de correr o de entender, sino que todas las cosas son, y sin ser no habría nada.

Pero como decimos, el ser no es un acto idéntico en todas las cosas, sino que está diversificado  y se da en grados de menor a mayor intensidad.

Así. es un hecho manifiesto la jerarquía de entes en el universo, la progresiva gradación de perfecciones que poseen las cosas, partiendo del reino mineral –desde sus elementos hasta sus estructuras más complejas- y ascendiendo por las diversas formas de vida –vegetal, animal y espiritual- hasta llegar a la perfección máxima que pertenece a Aquel que posee el ser en toda su amplitud y en toda su intensidad por lo que le pertenecen todas las perfecciones, puesto que si le faltara alguna –que es algo- ya no tendría el ser en toda su intensidad sino que estaría afectado de limitación.

Todas estas verdades metafísicas, aunque sean naturalmente cognoscibles por el ser humano, han sido también reveladas por Dios.

Como seres humanos y sólo con nuestra razón, tenemos un conocimiento de conjunto acerca de la realidad, y sin ninguna elaboración teórica sabemos lo que se quiere decir cuando hablamos de ser, de verdad, de bien; tenemos un cierto conocimiento de la naturaleza humana, y somos capaces de llegar a plantearnos la existencia de una Primera Causa del universo.

También con nuestra inteligencia somos capaces de distinguir (antes de entender con detalle una determinada realidad y sus perfecciones características) que algo es y que es algo, aunque después y con la experiencia, vayamos comprendiendo bien esa realidad.

Lo cierto es que nada se puede entender, si no se comprende antes que “aquello es”

Pero aunque seamos capaces de llegar a concebir e incluso a elaborar una cierta “metafísica espontánea” con la sola luz de la razón, para que nuestra inteligencia pudiera introducirse en las verdades naturales más profundas y viviese de ellas, Dios quiso revelarnos verdades como la creación de las cosas ex nihilo (de la nada), la espiritualidad del alma humana, su propia existencia y naturaleza, o su nombre como Ser subsistente: “Yo soy el que soy”, nos dijo.

Pero puesto que el conocimiento del orden sobrenatural presupone el conocimiento de las realidades naturales, no es fácil adquirir un conocimiento adecuado de lo que Dios revela sin antes profundizar en el saber natural, y por eso la Metafísica constituye un instrumento valioso para entender mejor los misterios sobrenaturales de los que se ocupa la Teología.

La teología pues, como no puede dejar de emplear conocimientos naturales acerca de la realidad, obtiene categoría de ciencia cuando estas nociones han sido previamente elaboradas (ordenadas, fundamentadas, expresadas con precisión y formando un todo unitario y coherente) por una ciencia instrumental, que es la Metafísica. 

Tras esta defensa a ultranza de la Metafísica como una ciencia instrumental al servicio de la Teología, confío en que haya quedado mínimamente argumentado que razón y fe no son contradictorias como el otro día te decía, Hola...

Cabría plantearse aún (como lo hacía Joaquim) si la creencia en un Dios personal, creador y providente es o no falsable o con relación a qué podría serlo, pero a eso trataremos de llegar en el tercero de los artículos dedicados a este mismo tema, después de analizar la realidad de la de la creación, la de las distintas realidades creadas, y fundamentalmente de la de ese ser que representa el cúlmen de la creación y que es el ser humano.

Pero mientras ésto llega, espero con impaciencia vuestras intervenciones...

 

UNA VALIOSA INTERVENCIÓN

Aunque con un poco de retraso, me he encontrado hoy el interesantísimo comentario que Jesús M. Landart ha hecho al artículo GALILEO RESUCITADO que como recordaréis publicamos el 18 de octubre del pasado año.

En primer lugar, le daremos nuestra más cordial bienvenida, y le diremos también que esperamos contar próximamente con su intervención.

También te diré, querido amigo, que nuestra opinión quedó plasmada en un artículo inmediatamente posterior que se llamaba POLVO DE ESTRELLAS, y que no se si habrás tenido ocasión de leer...

Pero como tu intervención de hoy presenta un enfoque sustancialmente distinto al que nosotros hacíamos sobre lo que mantenía en su artículo el Sr. Vargas, me temo que no soy capaz de sustraerla a la consideración general.

Dice así:

"Estimada Dorotatxu:

Acabo de conocer la existencia de este blog por Carlos; y mi primera intencion es felicitarte por él.

Respecto al asunto de etse interesante post, debo manifestar mi perplejidad por las afirmaciones de Stanley Jaki.

Está claro que las afirmaciones que hacemos los humanos están previamente teñidas por nuestra indeología o nuestra creencia, pero esta circunstancia es un fortísimo impedimento para llegar a la verdad. Así, un anticlerical "a la española" no verá sino malas artes en cualquier actuación de la Iglesia Católica, y un fiel se verá impelido a ver bondades donde no las hay.

La ciencia como tal no nació en el medievo cristiano; nació en la costa jónica de la mano de los primeros filósofos que se atrevieron a pensar en una explicación falsable del universo: Tales y compañía, presocráticos ellos. En su búsqueda del ἀρχή "arjé", iniciaron la aventura del descubrimiento de las leyes que rigen el universo más allá de la mitología imperante en la época. Poco importa que ni el agua (Tales) ni el número (Pitágoras) ni el fuego ni el átomo pudieran dar cuenta de la totalidad del universo. Lo que importa aquí es que por vez primera se intenta explicar la naturaleza desde la razón; y eso lo hicieron los griegos, precisamente porque supieron olvidarse de la religión a la hora de entender el mundo. El pensamiento griego fue capaz de medir con gran exactitud la distancia de la tierra al sol (Eratóstenes) y muchos siglos después en la Europa cristiana se seguía pensando que el Génesis daba una versión fidedigna el origen del universo...

El papel de la Iglesia (de cualquier iglesia) ha sido desgraciadamente una rémora para el avance de la ciencia. Esto es muy fácilmente explicable: cada vez que el conocimiento avanza, la creencia se ve resentida. Bien es cierto que los teólogos, sobre todo a partir de San Agustín, intentaron conjugar fe y razón; pero siempre supeditando ésta a aquella. Basta releer la Summa Theologica para comprobar los saltos mortales con doble tirabuzón que el santo tiene que realizar para conjugar ambas visiones del mundo.

No sé cómo se puede mantener la proposición de una Iglesia Católica como garante del desarrollo científico cuando cualquier avance de importancia lo ha sido no gracias a ella, sino a su pesar. Como ejemplo, una frase del Papa Juan Pablo II a Stephen Hawking: " Está bien estudiar el Universo y dónde se originó. Pero no se debería profundizar en el origen en sí mismo, puesto que se trata del momento de la Creación y de la intervención de Dios"

Reitero mi felicitación por el blog y mando a la autora y a sus lectores un cordial saludo.

Jesús M. Landart"

Esker'ik asko eta ondo etorria, Jesús M. 

4ª PREGUNTA REALIZADA

Nos encontramos en esta ocasión con una pregunta de Joaquim. Para leerla y poder opinar, tendríais que pinchar en comentarios

VERDAD VERDADERA I

El contenido de este artículo y de los otros dos que en principio le seguirán, tiene su origen en el debate que venimos manteniendo entre Hola, Joaquim, Gorka y yo (con Daniel como moderador, que fue precisamente quien lo originó) para tratar de dilucidar entre todos qué o qué cosa sea, y cuanto de realidad tenga la Verdad. 

Para leer nuestras intervenciones anteriores, tendríais que ir al contenido del artículo denominado 3ª PREGUNTA REALIZADA donde las encontraréis reflejadas. Allí veréis que, después de las últimas intervenciones de Hola, Joaquim y Gorka, el turno me toca a mí. 

Lo primero que te diré, querido Hola, es que para los que habitualmente nos paseamos por los Cerros de Úbeda, tanto tus alegaciones como las de Joaquim nos resultan relativamente  fáciles de contestar.  

Pienso además, que por esos mismos cerros transitarían Eistein o Hawking para llegar a formular determinadas afirmaciones sobre algo que, independientemente de cómo lo concibieran, sabían previamente real. 

Así lo reconoce el Prof. Stephen Hawking en un interesantísimo libro de divulgación (“El universo en una cáscara de nuez”) en el que se nos invita a un recorrido por las distintas concepciones del espacio y del tiempo como modo de referenciar una realidad, denotándose en su argumentación cómo tales concepciones -que no dejan de ser meramente teóricas- han llegado a suscitar diversas interpretaciones de lo que -incluyendo el origen de “lo cognoscible”- es o no “real” de “la realidad”. 

En este libro, el Prof. Hawking habla también de sus propias aportaciones, y así,

  • frente a las cuatro dimensiones que barajaba Einstein para formular su teoría de la relatividad (anchura, longitud, altura y gravedad), él elabora su trabajo en base a once de ellas –tendréis que leer el libro para empaparos-,
  • y frente a una concepción lineal del tiempo establecida en base al binomio pasado-futuro, incorpora lo que él denomina un “tiempo ideal” que intersectaría sobre dicho continuo, puesto que -aún y siguiendo la teoría de la relatividad- sus investigaciones le habían llevado a concluir
    • no sólo que el tiempo tuvo un origen (no lo considera, por tanto, una magnitud universal ni increada),
    • sino que nos es imposible definir lo que realmente el tiempo es,  puesto que sólo nos es posible describirlo en base a lo que de él se ha podido percibir. 

¡Eso sí!:

... en base a eso, el Prof. Hawking es consciente de que se ha llegado, se llega y podrá llegarse a construir hermosas formulaciones... 

Así las cosas, yo creo que podemos concluir que lo relativo no es lo que el espacio o el tiempo sean, sino las diversas formulaciones a las que se pueden llegar en base a su consideración. 

¿Qué quiere esto decir?...   

Pues lo que esto quiere decir,

  • es que una cosa es lo que las cosas son,
  • otra, del modo en que las cosas sean,
  • una más lo que de las cosas percibimos,
  • y una tercera, el modo en que podemos interpretar aquello que percibimos de lo que realmente las cosas manifiestan de lo que realmente son.

 Como ves, querido Hola, yo sigo manteniendo que las cosas son, y que son de una determinada manera,

  • independientemente de que nosotros tengamos noticia de ello,
  •  o de que las hayamos incorporado como concepto al conjunto de nuestros conocimientos (es decir, de que las hayamos incluido o no en nuestro denominado mapa conceptual). 

Así, un árbol caído en la mitad de un bosque frondoso, siempre es o habrá sido un árbol, independientemente de que alguien hubiera estado allí para comprobarlo, o de que posteriormente así nos lo transmitiera. 

Otro tanto diríamos de tu afirmación de que, a tu modo de ver, no existen características o cualidades independientes del modo en que sean consideradas. 

Una sustancia venenosa por ejemplo, seguiría siendo venenosa, aún y cuando tú no la hubieras ingerido, o aún y cuando ni tú ni nadie la hubiéramos catalogado, o ni siquiera tuviéramos aún noticia de su existencia. 

Otra cosa es el modo en que su conocimiento pudiera llegar a sernos significativo, y ahí es donde interviene el sistema de falsación para la identificación de la verdad del que nos habla la Wilkypedia. 

Esa falsación nos es necesria (recordaréis que yo hablaba de la "conversio ad fantasmata" refiriéndome al mismo tema),

  • precisamente porque las cosas no son ni son de una determinada manera en función de lo que nosotros creamos,
  • sino porque lo que nosotros creemos conocer sobre lo que las cosas son o sobre sus características,
    • para que sea un conocimiento verdadero,
    • ha de estar en referencia necesaria a lo que esas cosas son y al modo en que se manifiestan en la realidad. 

Como podéis comprobar, la misma definición de la verdad que nos aportaba Joaquim (“La verdad suele definirse como la conformidad existente entre lo que se expresa y la situación real de algo o el concepto real que se tiene acerca de un tema)  presupone la existencia de lo real.   

Hasta aquí mis intentos de contrarrestar vuestras ideas “relativistas”.  

Dejemos a los físicos con sus formulaciones para trabajar a partir de ahora con una disciplina más apropiada para hablar de la verdad, y más concretamente de la verdad que se manifiesta en los entes como reflejo y en cuanto a participados de la Verdad de Dios: la Metafísica. 

Con la luz que nos aporta, no te extrañarás querido Hola, de que utilicemos categorías más o menos humanizadas para referirnos al conjunto de perfecciones que cada ente manifiesta,

  • sencillamente porque comprenderás que, precisamente porque se trata de algo común a todos ellos y que les transciende, no son en ellos sino la manifestación de unos atributos que de por sí no les corresponden,
  • y que los entes no hacen sino reflejar y hacer visibles, de un modo similar al que nos permite percibir la luminosidad y el color de los objetos bajo la acción del sol. 

También mediante la Metafísica intentaremos hacer comprender querido Joaquim, que la Verdad, esa verdad a la que la verdad de los entes nos remiten, es cognoscible y falsable,

  • de un modo similar al que sabemos de un arquitecto a través de lo que sobre él nos refiere su obra,
  • o en el que conocemos la existencia de la música por cuanto que la misma “vive” en el ama de un compositor.

Así, es el conocimiento de la realidad de lo tangible lo que vamos a pretender que nos lleve al conocimiento de lo intangible y no al revés.

Pero curiosamente y como espero tener ocasión de demostrar, dicho conocimiento nos llevará precisamente a cerciorarnos de la veracidad del contenido de la Revelación. 

Espero que todo esto constituya el objeto del segundo de mis artículos dedicados a este tema (VERDAD VERDADERA II).

En el tercero (VERDAD VERDADERA III), trataré de analizar los -a mi modo de ver- "hitos" en base a los que se sustentan nuestra creencia, y que no son otros que la Encarnación, el Bautismo, la Resurrección y Pentecostés, es decir, los acontecimientos relacionados con la Vida que de hecho compatimos con Jesús de Nazareth.

Pero diremos que no son propiamente misterios si por ello se entiende la falta de datos falsables en relación a ellos. Los hechos acontecieron y están datados  y ubicados.

Misterio es, en cambio (como diría S. Juan), aquello que acontece después de nuestra aceptación, es decir, tras la asumción y la consciencia por nuestra parte, de participar en esa realidad.

No porque sea inenarrable, sino porque se trata de una experiencia íntima, inefable e instransferible:

  • la de nuestra comunicación con, y la de nuestra verdadera experiencia de la Verdad en, como muy bien dice Gorka, la Persona del Cristo Resucitado, vivo y presente hoy entre nosotros. 

Me temo que por hoy vamos a tener que dejarlo aquí, pero no os preocupéis, porque como os tengo amenazado, en breve sigo... 

FELIZ NAVIDAD

FELIZ NAVIDAD

Que la Gracia del Niño Dios inunde nuestros corazones,

para que entre todos sepamos hacer de nuestra vida una

FELIZ NAVIDAD

ESTÁS COMPLETAMENTE DESPROVISTA DE FINGIMIENTO...

Te decía, querida Martika, que tu comentario de que aunque del Amor no estuvieras desengañada del enamoramiento si lo estabas (y mucho), evocaba en mí el recuerdo de un poema de E. Evtuchenko que comenzaba con la misma frase con la que he titulado este comentario.

Aunque del texto no dispongo en este momento (tal vez lo tenga en nuestra residencia de veraneo), lo que sí recuerdo de él es que Evtuchenko estaba prendado de un ser así.

No es para menos. Aquel ser era poco menos que un ángel para el poeta...

Yo creo que los ángeles existen, pero hay quien interpreta que no son sino manifestaciones puntuales de la Providencia de Dios en nuestras vidas.

Pues bien. Conjugando ambas posibilidades yo os digo que,

  •  de existir
  • y de adquirir como manifestación de la Providencia de Dios una forma semejante a la nuestra,
  •  por fuerza los ángeles han ser seres totalmente desprovistos de fingimiento

Otra posibilidad no cabe, puesto que el fingimiento no engendra sino mentira.

Es sabido que la Providencia de Dios puede hacerse patente de ilimitadas maneras; también por encima de las desgracias.

 o        Pero es francamente poco probable que nosotros la percibamos a través de seres en los que no habite la Verdad.

Lo que sucede es que a veces, y en nuestras vidas, confundimos ángeles (manifestaciones de la Providencia de Dios) con fantasmas que no son sino fruto de nuestra imaginación.

Decía Teresa de Ávila que la imaginación era la loca de la casa. Sustancialmente no estoy de acuerdo con esta afirmación (puesto que considero que la imaginación es una facultad necesaria y muy interesante en nuestro  buen razonar), pero si estoy de acuerdo con ella en que nuestra imaginación, en ocasiones, nos juega malas pasadas.

Esto es así,

  •  porque como los seres humanos sólo amamos por una razón de bien, (o de bondad),
  •  en ocasiones tendemos a concebir a nuestr@ amad@ “adornándole” con una serie de bondades
    • que aunque a veces sí es cierto que “malimaginamos”,
    •  otras veces también lo es que en dicho proceso interviene activamente “su fingimiento”, es decir, su ocultación deliberada de la verdad.

El amor egoísta, es decir, un amor ralo de estas características a través del cual “nuestr@ amad@” no se nos comparte como realmente es sino como pretende que le consideremos, como te decía en un post anterior como relación no es para nada deseable.

Celebro si te has desembarazado (supuesto que lo hayas hecho) de alguna relación así.

Tampoco te digo yo que nos enamoremos de ángeles, querida Martika.

Lo que sí te digo es,

  •  que cuando compartimos unos y otros el verdadero Amor,
  • cuantos amamos y cuantos nos aman son para nosotros auténticos ángeles:
    •  auténtica manifestación de los Designios de Amor para nosotros y en nuestra vida, de Nuestro Padre Dios.

Por cierto: tú pareces un angelito encantador...

EL ENAMORAMIENTO

Sabéis que el estado de enamoramiento es a mis ojos nuestra condición, pero sabéis también que mantengo que de quien realmente nos enamoramos es del Amor.

Pues bien. Esto es así porque es el Amor quien suspende nuestro ánimo, mientras que es el enamoramiento un estado de ánimo que desencadena nuestra experiencia del Amor.

Cuando de quien te enamoras es de otra persona, y cuando esta experiencia es compartida por el/ella (es decir, cuando nos corresponden), experimentamos una vivencia del éxtasis, de la magia, en la que no parecen haber barreras para los amantes. Es como si nada tuviera mayor sentido que ellos mismos.

Cuando por el contrario no nos corresponden, el deseo y la frustración continua llegan a provocar en nosotros un estado de tristeza profunda. Toda la energía que genera el enamoramiento, al no encontrar respuesta, se vuelve contra uno mismo metamorfoseándose en autodestrucción. Se pierde la alegría, el deseo de vivir, y uno se ve a sí mismo inferior a lo que en realidad es.

En esas ocasiones,

  •  hay que hacer una despedida interior,
  • vivir el duelo
  • y prepararse para una nueva apertura.

La situación desencadenante de nuestra experiencia amorosa, puede presentarse ante nosotros bruscamente –lo que se denomina “el flechazo”- o bien puede dársenos como transformación de una relación que se inició como de una sincera amistad.

Pero en todo caso, al enamorarnos, deseamos estar el máximo posible de tiempo con la persona amada; tratamos de incorporarla a nuestro mundo, a nuestra vida; buscamos por todos los medios su contacto. Se busca su proximidad. Sentir su energía.

De algún modo, vivir el enamoramiento es como estar en otro mundo. Es vivir en la fantasía. Se altera nuestra manera de vivir el tiempo y el espacio, porque para nosotros no existe otra realidad que nuestra reciente realidad. Una realidad que nos produce placer, que nos vuelve más receptivos con todos nuestros sentidos y que nos permite también sentir más intensamente nuestras emociones.

Todo nuestro organismo se revitaliza. Hace además que aumente nuestra autoestima:

  •  nos sentimos más segur@s e importantes,
  •  querid@s,
  •  e incluso aquellos aspectos que antes no nos gustaban de nosotros mism@s llegan a minimizarse.

Es como si de repente nos sintiéramos hermos@s, útiles, inteligentes, fuertes, y desead@s ante los ojos del Amado.

  •  Como si nos hubiéramos convertido en todo aquello que queremos ser o que quiere el otr@ que seamos...

Es lo que tiene el Amor...

Como veis, alguna vez yo también me he enamorado.

Creo que acierto al decir que éstos han sido los efectos realmente válidos que de mi estado de enamoramiento se derivaban.

Aunque en este momento esté viuda, os diré por mi experiencia que todos percibimos que nos merecemos el Amor, porque para eso hemos sido creados,

  • y por eso, cuando nos enamoramos, aparece también en nosotr@s la creencia de que la otra persona ha de correspondernos, porque de lo contrario sería injusto.

Sin embargo, el enamoramiento (como todos los procesos internos) se produce individualmente,

  •  y aunque a veces esa maravillosa experiencia se de a dúo,
  •  en otras ocasiones no es así, pero, aunque así no sea, lo que quisiera deciros es que con ello no se ve para nada mermada nuestra capacidad.

Puesto que nuestro estado de enamoramiento, querámoslo o no, tiende a unirnos con la persona amada, su ausencia o su no correspondencia llega a causarnos dolor.

Pero no debemos tenerle miedo.

Nuestro estado de enamoramiento no es algo voluntario que se pueda crear ni hacerlo desaparecer. Sencillamente existe o no existe y es un proceso por el que estamos destinados a pasar,

  • porque aunque la mayoría de nuestros enamoramientos los vivamos como una experiencia hermosa (algo intenso, pero fugaz),
  • en realidad muchos de ellos han nacido en nosotros para concluir.

Forman parte (como si dijéramos) del aprendizaje de nuestra vida.

Son crisis que nos ayudan a renovarnos,

  • a generar nuestros propios recursos,
  • a afrontar la vida de una forma más positiva y feliz.

De nuestros errores no hemos de culpabilizarnos excesivamente, aunque sí sentirnos responsables. No hemos de verlos como un fracaso, sino como una ocasión para la evolución hacia algo más positivo, 

  • aprendiendo a confiar en nosotros mismos y en el propio proceso de la vida,       
  •  porque ese Amor que sin duda nos merecemos y que ya se nos ha dado, está ahí para nuestra propia evolución.

Aunque estuviéramos viviendo una situación de desamor, querida Almu, con el paso del tiempo nuestras emociones se tranquilizan y llegamos a ver las cosas con una mayor objetividad.  

“A lo último”, como diría una íntima amiga mía, descubres que la capacidad de Amar está en ti, no sólo intacta sino purificada, y no sólo eso sino que,

  • si la tienes, es para seguir amando,
  • perpetuamente enamorad@ del Amor.

Espero que mi carencia de pudor en este caso comporte también una cierta dosis de glosolalia para vosotros...

No he pretendido otra cosa...