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VERDAD VERDADERA II

Vamos en esta segunda sección del tema, a hacer una pequeña elaboración metafísica que nos lleve (o eso pretendemos) a encontrar una cierta lógica en lo que sobre la creación del mundo nos cuenta la Revelación. Es curioso cómo mi reflexión viene precedida por dos comentarios de Jesús M. Landart –el que hace al artículo de GALILEO RESUCITADO que tenéis reproducido como artículo en posición inmediatamente anterior a éste, y el que hace al de VERDAD VERDADERA I-, los dos francamente interesantes.

Puesto que sus argumentaciones van a tener mucho que ver con lo que a continuación expondré, aunque por supuesto cuente con la “furiosa” intervención de Hola y de Joaquim amén de con otras intervenciones y la de Jesús M. Landart mismo, a él se lo dedico.

Para comenzar, insistiremos en la idea de que aunque la Metafísica es una ciencia instrumental al servicio –en nuestro caso- de la Teología, constituye por sí misma una disciplina cuyo objeto propio consiste en el intento de alcanzar un saber último y universal acerca de la realidad.

En un principio el estudio de todas estas cuestiones constituía un único saber indiferenciado que se llamaba filosofía, sabiduría, ciencia, etc... Pero a medida que se investigaba sobre las diferentes parcelas de la realidad (matemáticas, medicina, gramática, etc...) fueron constituyéndose las ciencias particulares diferenciándose así del tronco común del saber en el que se planteaban los temas más fundamentales llamado propiamente filosofía.

A su vez, a medida que crecía el cuerpo de doctrina filosófica se iban deslindando ramas que se ocupaban de problemas distintos (la naturaleza, el hombre, la moral, etc...) y entre ellas se perfilaba un núcleo principal que, tratando del constitutivo último del mundo, afectaba a todos los conocimientos filosóficos y terminaba en la consideración de una primera causa del universo, y esta ciencia es la Metafísica.

Una vez hecha esta pequeña introducción, vamos a pasar a considerar ahora lo que constituye el objeto propio de la Metafísica, que no es otro que la consideración de que “algo es”, y de “lo que” ese algo es, que es precisamente “lo que le hace real”.

Esta consideración antecede a todas las consideraciones y elaboraciones que sobre este hecho se hagan desde las distintas ciencias particulares, precisamente porque las ciencias particulares tienen por objeto determinados sectores o aspectos de la realidad, mientras que la Metafísica estudia toda la realidad fijándose en aquello que todas las cosas tienen en común, que es el hecho de ser.

El universo se nos presenta pues, como un conjunto de realidades que, teniendo el ser como propiedad común, se diversifican específicamente según una variedad de esencias o naturalezas.

Pero la peculiaridad de la cuestión del ser radica en que todo es, es decir, no hay ninguna realidad que no sea; sin embargo, ninguna de las cosas son ser puro, sino que consisten en modos determinados de ser, en realidades que son, pero que no son el ser puesto que, siendo distintas unas cosas de otras, aquello que hace que todas ellas sean no puede radicar en sus principios de diversidad.

Así las cosas, el ser es un acto universal.

No es algo exclusivo de un tipo de realidades como lo son el acto de correr o de entender, sino que todas las cosas son, y sin ser no habría nada.

Pero como decimos, el ser no es un acto idéntico en todas las cosas, sino que está diversificado  y se da en grados de menor a mayor intensidad.

Así. es un hecho manifiesto la jerarquía de entes en el universo, la progresiva gradación de perfecciones que poseen las cosas, partiendo del reino mineral –desde sus elementos hasta sus estructuras más complejas- y ascendiendo por las diversas formas de vida –vegetal, animal y espiritual- hasta llegar a la perfección máxima que pertenece a Aquel que posee el ser en toda su amplitud y en toda su intensidad por lo que le pertenecen todas las perfecciones, puesto que si le faltara alguna –que es algo- ya no tendría el ser en toda su intensidad sino que estaría afectado de limitación.

Todas estas verdades metafísicas, aunque sean naturalmente cognoscibles por el ser humano, han sido también reveladas por Dios.

Como seres humanos y sólo con nuestra razón, tenemos un conocimiento de conjunto acerca de la realidad, y sin ninguna elaboración teórica sabemos lo que se quiere decir cuando hablamos de ser, de verdad, de bien; tenemos un cierto conocimiento de la naturaleza humana, y somos capaces de llegar a plantearnos la existencia de una Primera Causa del universo.

También con nuestra inteligencia somos capaces de distinguir (antes de entender con detalle una determinada realidad y sus perfecciones características) que algo es y que es algo, aunque después y con la experiencia, vayamos comprendiendo bien esa realidad.

Lo cierto es que nada se puede entender, si no se comprende antes que “aquello es”

Pero aunque seamos capaces de llegar a concebir e incluso a elaborar una cierta “metafísica espontánea” con la sola luz de la razón, para que nuestra inteligencia pudiera introducirse en las verdades naturales más profundas y viviese de ellas, Dios quiso revelarnos verdades como la creación de las cosas ex nihilo (de la nada), la espiritualidad del alma humana, su propia existencia y naturaleza, o su nombre como Ser subsistente: “Yo soy el que soy”, nos dijo.

Pero puesto que el conocimiento del orden sobrenatural presupone el conocimiento de las realidades naturales, no es fácil adquirir un conocimiento adecuado de lo que Dios revela sin antes profundizar en el saber natural, y por eso la Metafísica constituye un instrumento valioso para entender mejor los misterios sobrenaturales de los que se ocupa la Teología.

La teología pues, como no puede dejar de emplear conocimientos naturales acerca de la realidad, obtiene categoría de ciencia cuando estas nociones han sido previamente elaboradas (ordenadas, fundamentadas, expresadas con precisión y formando un todo unitario y coherente) por una ciencia instrumental, que es la Metafísica. 

Tras esta defensa a ultranza de la Metafísica como una ciencia instrumental al servicio de la Teología, confío en que haya quedado mínimamente argumentado que razón y fe no son contradictorias como el otro día te decía, Hola...

Cabría plantearse aún (como lo hacía Joaquim) si la creencia en un Dios personal, creador y providente es o no falsable o con relación a qué podría serlo, pero a eso trataremos de llegar en el tercero de los artículos dedicados a este mismo tema, después de analizar la realidad de la de la creación, la de las distintas realidades creadas, y fundamentalmente de la de ese ser que representa el cúlmen de la creación y que es el ser humano.

Pero mientras ésto llega, espero con impaciencia vuestras intervenciones...

 

19 comentarios

Dorota -

Gorka, la que en esta ocasión se descubre ante tu comentario soy yo.

Dorota -

Querido Hola:

No se si un budista llegaría a mantener que un gusano tiene como propia una característica como es la razón, por ejemplo…

Lo pongo en duda, sencillamente porque si consideramos la razón como una capacidad que sintetiza conocimiento y voluntad, permitiendo así optar por verdades cognoscibles y razonables por encima del instinto de conservación o de concepciones del espacio que no estén relacionadas con el cerca-lejos y del tiempo que no se relacionen con el ahora o pasado, yo considero que ningún algún animal la tiene sin estar sujeta a esos condicionantes.

En cuanto a lo que dices de la Resurrección, tampoco creo que ningún investigador investigara sobre ella si no creyese en la posibilidad al menos de que existiera.

Estoy de acuerdo contigo, por último, en que para los cristianos la creencia en un Dios personal y providente, y en su manifestación y comunicación a través de la persona de Jesús de Nazaret, quien compartió su vida con nosotros y por mérito de quien se llevó a cabo la Nueva Alianza, es una cuestión de fe.

Sabemos también que la fe no tiene por qué compartirse.

Pero en el próximo capítulo intentaré compartir al menos mis consideraciones con vosotros, no porque crea que he descubierto la piedra filosofal, sino por si pudieran ser de algún interés para aquell@s que quisieran acercarse a lo que supone una experiencia de fe.

Ya me diréis lo que os parecen.

Gorka 97 -

Toda realidad es una verdad, pues es algo que existe.
Una misma realidad la puedo ver de diversos puntos de vista y así tener de la misma realidad, verdad, diversas visiones y hasta visiones contradictorias y todas ellas verdaderas.
Yo puedo ver un monte de diversos puntos de vista y según ese punto de vista tener una visión del monte muy distinto.
Ahí tenemos la física, la antropología, etc. y otras ciencias, todas ellas verdederas y distintas.
Dentro de esas realidades está la fe cristiana, que para los cristianos- católicos, nos da una visión del mundo, de su origen, de la persona humana basados en la experiencia de Jesús, el Hijo de Dios.
Es la fe cristiana-católica una verdad ciéntifica como ninguna.
Sin embargo hay gente culta que niega esa verdad.
Porque niegue él para mi no deja de existir y vitalmente y con concepciones muy serias de lo que es la persona humana,(en qué está la libertad, la felicidad) del origen del mundo, etc...
Una cosa que está de moda:¿qué es el ncionalismo? y cuántas visiones tan distintas.

Hola -

Estimada Dorota,

Decirte en primer lugar, que el ser humano no es el único animal capaz de superar las limitaciones de su instinto, aunque nos pareciera un razonamiento bonito, y adecuado a nuestra visión de nuestra relación con Dios, no lo es. Ahondando un poco más en el argumento, la distinción entre animales de mayor o menor categoría, en función de su acercamiento al ser humano, “máximo exponente de perfección” debido a que cuenta con un “alma” (puedes utilizar para ello la definición que mejor te parezca), es un argumento que choca de pleno con otras creencias milenarias, creencia dotadas igualmente de “racionalidad como la nuestra, que también persisten a través de tantos siglos, y por las que también cabría preguntarse por qué es así”. Los budistas, por poner un ejemplo, aseguran que a través de la reencarnación, una persona puede volver a ser un animal, una rata por ejemplo, en cuyo caso (perfectamente razonado por cierto, durante miles de años también), afirmar que esa misma rata no tiene alma, podría considerarse casi casi un insulto. En occidente, esto es algo que consideramos obvio, como es tu caso, y fuera de toda discusión, pero no es así en otras culturas.

Porque, ¿estás segura de que ningún investigador cuestiona la resurrección?, ya comprenderás que las fechas exactas no me preocupan lo más mínimo, hablando del nacimiento y su muerte claro, pero esa afirmación sí. Se me ocurren a bote pronto, no solo investigadores de todo el mundo que puedan discrepar, sino religiones enteras, religiones además que nacieron por no considerar ese hecho como cierto. ¿se equivocan todos menos nosotros?... Bueno, mi opinión es que aquí los argumentos no aportan demasiado, se está tratando con la fe, lo que no admite discusión. Lo que a mí se me hace imposible de entender es como iban a subsistir todas las demás creencias si fuera un hecho cierto, falsable como tú lo consideras, la resurrección de un hombre hace unos 2.000 años.

Pero bueno, termino matizando un poco más que polemizar no es exactamente lo que me divierte, pero estas charlas sí, de manera que seguro que volvéis a verme en el verdad verdadera III, al que esperaré…

Un saludo todos…

Dorota -

Trataremos de responderte, Hola, en el orden inverso a como has planteado tú los temas.

En primer lugar te diré que si por alma entiendes un principio de animación de la naturaleza material que posibilita que la trasciendas, me temo que no. Que ni los perros ni los gusanos tienen alma, y que no es lo mismo la actividad que contemplamos en una colonia de hormigas, que la que observamos en el Museo del Louvre (por ejemplo)

Este párrafo tuyo lo copiaré íntegro, porque eso es exactamente lo que nos dice la Revelación: “… en el mundo, la vida ha existido desde mucho tiempo antes de que el ser humano hiciera su aparición, y sospecho que la vida seguirá mucho más allá de que el ser humano se extinga”, sólo que su espíritu sobrevivirá…

Yo también me temo, querido Hola, que el nacimiento, la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret ocurrieron y ningún investigador duda de ello aunque se polemice sobre las fechas exactas, pese a que tú no lo creas.

Tal vez sea porque ni siquiera calcules la posibilidad de que las cosas puedan ser así, plantéatelo. Tal vez partas de la imposibilidad de la Resurrección, por lo que me estarías dando la razón en el sentido de que te sería imposible elaborar una teoría real sobre ella.

A ti lo que te encanta es rebatirme, me parece a mí…

Dorota -

Muchas gracias, Joaquim.
Eres muy amable.

Joaquim -

La teoría que se ocupa del origen de la vida se llama abiogénesis. Por lo que sé la teoría aún no se ha podido demostrar.

Dorota -

¡Y encima que me comido un "tan"...
Debía haber dicho: "tan autónomamente como los pájaros"
Mil perdones, y muchos saludos.

Dorota -

Estoy segura de que he llamado inconvenientemente al proceso por el que parece demostrado científicamente que se originó la vida, pero lo que no recuerdo es el nombre, si es que lo tiene.

Os agradezco de todos modos que no me hayáis puesto en evidencia.

El tema es que tanto las lechugas, como los pájaros, como nosotros mismos, participamos de ese proceso y realizamos nuestras funciones del modo conveniente a nuestras naturalezas y, si bien es cierto que las lechugas realizan sus funciones acabadamente -éso no lo dudo- cierto es también que no son capaces de hacerlo autónomamente como los pájaros, y mucho menos como los seres humanos, que por poder pueden hasta transcender los límites que les impone la materia y superar también las limitaciones del instinto.
Reitero que os agradezco vuestra comprensión, chic@s, pero ya os había dicho que ni la física, ni la química ni las matemáticas son mi especialidad...

Hola -

Hoy en día ya nadie se preocupa demasiado de demostrar la existencia de Dios, porque es un esfuerzo inútil… por mucho que a nosotros nos resulte entretenido…
Como ya adelanté, y vuelvo a insistir, no comparto para nada la sentencia “Si no se parte de la comprensión de que algo es, sería imposible elaborar y ni teorizar sobre ello”. En mi caso, como ves, encantado de teorizar sobre el tema, sin compartir la comprensión de que ese algo es…

En el caso del cristianismo concretamente, mucho me temo que no son falsables el nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo, … me temo que no, especialmente la resurrección, sencillamente, o te lo crees, o no te lo crees (ambos bandos con muchos seguidores en la humanidad)… de ninguna manera va a poder comprobarse (al menos mientras no vuelva a visitarnos, claro…), y a pesar de que sea un personaje histórico del que se conozca más o menos cuando y donde vivió. Como digo, todo el mundo es libre de creer en ello, o no, de la misma manera que puede creerse, o no, que un niño granadino sea la reencarnación de uno de los Lamas del budismo tibetano (por cierto, una noticia bien graciosa era la de que El Gobierno chino prohibió por decreto la reencarnación del Dalai Lama en agosto del 2007, regulación que entraría en vigor en septiembre, menudo problema quedarse a medio reencarnar, no?).

Por otro lado, tampoco comparto el punto de vista según el cual, el ser humano es lo más… es lo más de bastantes cosas, pero no desde luego de la perfección. Me consta que en el mundo, la vida ha existido desde mucho tiempo antes de que el ser humano hiciera su aparición, y sospecho que la vida seguirá mucho más allá de que el ser humano se extinga… ese es el probable destino de la humanidad. Por el camino, no tengo dudas tampoco de que surgirán nuevas religiones, nuevas corrientes filosóficas, y quizá nos de tiempo a toparnos con inteligencias similares o superiores a las nuestras, donde sea que quieran surgir (estas últimas no sé si tendrían alma)…

Por lo que dices, un pájaro es un pájaro aunque le falte un ala, y una persona es una persona, aunque sea discapacitado. ¿pero cómo podemos saber que un animal no posee alma trascendente?. Seguramente mucha gente opinará que un perro la tiene también, pero que un gusano no, y creo que Jesus Mari ha adelantado por dónde van los tiros…

Bueno, mañana más… un saludo a todos…

Dorota -

Estoy convencida, querido Jesús M., que los dos somos capaces de transmitirnos conceptos sin haber elaborado ningún tipo de falacia.

Verás:

La valoración que tienes que establecer para ordenar las categorías pájaro vs. canario, es sencillamente la consideración de que, de la conjugación de su esencia y de su existencia, se deriva una operatividad (puesto que los entes son en relación) en base a la cual las “operaciones” susceptibles de causar unos efectos tanto sobre los entes mismos (los inmanentes) como sobre su entorno (los transeúntes), son superiores en un canario que en una lechuga.

Porque esto es así, el ser humano (cuyas capacidades en virtud de su alma transcienden las limitaciones de la materia), es el que en su acto de ser tiene la mayor de las perfecciones y como tal las mayores posibilidades (aunque no sea capaz de volar)

En cuanto a lo que dices de la fotosíntesis, la misma es un efecto de la reacción de la materia bajo la acción del sol sobre el agua, y en ese sentido, los átomos se combinan para formar las primeras moléculas, posteriormente de las moléculas vegetales más sencillas se pasa a otras más elaboradas, siendo que efectivamente y por evolución, se va dando lugar a todo un proceso vital dentro de la naturaleza y del que participamos todos.

Pero en ningún caso es un efecto de la actuación de una lechuga, sino de procesos como la combustión, la liberación de energía, etc... de la que participan como te digo todos los seres de la naturaleza.

En que los números no tengan un límite como posibilidad te lo concedo. Pero sí puede considerarse así si acotamos las bases del cálculo, ¿no crees?

Lo que si estoy contigo, es que el infinito (la trascendencia a mis efectos), no tiene por qué conservar las características de la serie (o, dicho de otro modo y también en mi lenguaje, no es algo a lo que se le puedan aplicar exactamente categorías humanas).

Si te parece, y aunque desde luego la física, ni las matemáticas ni la química sean mi fuerte, seguimos hablando...

Jesús M. Landart -

Saludos cariñosos para todos.

Veamos a ver si soy capaz de explicarme, porque la cosa tiene tela. Los puntos del 1 al 3 me sobrecogen, y me gustaría explicar porqué.

Cuando tengo una serie de objetos (seres, en este caso) y quiero "ordenarlos", no tengo más remedio que crearme una valoración de cada uno de ellos, comparar las valoraciones de los mismos y ordenar de menor a mayor. ¿Qué valoración utilizaré para afirmar que una lechuga es "inferior" a un canario?

Tras ambos, existe una cadena de predecesores que se hunde en la noche de los tiempos; y en esa cadena, TODOS sus eslabones se las han arreglado para dejar descendencia. El canario es un pájaro, que realiza ciertas proezas como volar que a la lechuga le están prohibidas; pero la lechuga realiza otras que al canario le están vedadas. ¿Habéis estudiado, aunque sea someramente la maravilla de la función fotosintética? Estoy por decir que no existe proeza más grande en la biosfera, y la lechuga lo haría con los ojos cerrados si los tuviera. ¿Porqué la lechuga es inferior al canario? Yo te lo diré, querida Dorota: porque el canario exhibe ciertas características que se aproximan más al ser humano que la lechuga.

Y ahí es donde estamos haciendo trampa. Porque presuponemos a priori como cierto lo que queríamos demostrar. Por eso, no es de extrañar que lleguemos a la conclusión de que el Ser Humano es el más perfecto de la creación. Es como suponer que el teorema de Pitágoras es cierto como paso previo a demostrarlo...

Eso por un lado.

Por otro, aunque existiera tal gradación de seres, no tendría porqué haber un máximo. No todos los conjuntos ordenados tienen un máximo, aunque algunos sí lo tienen. Te pondré un ejemplo: el conjunto de los números reales comprendidos entre 1 y 2 tiene un máximo: el propio 2. Sin embargo el conjunto de los números reales no tiene máximo.

Es que es infinito!!!, me diréis. Precisamente ese concepto de infinito es el máximo, que es demasiado grande para nuestras pequeñas cabecitas.

Pues las cosas no son tan sencillas: el conjunto de todos los números reales mayores que cero y menores que dos tampoco tiene un máximo. (El 2 ahora desde luego no lo es, porque por definición no pertenece a dicho conjunto). Y no hay ningún infinito en él.

Y por un tercer lado, el paso al infinito, aunque a veces es lícito, no tiene porqué conservar las propiedades de los elementos de la serie. Me explico: todos los seres humanos tienen (al menos en potencia) dos manos; pero la humanidad no tiene dos manos.

Hay infinidad de series de números racionales que tienen como límite el número pi, que no es racional.

Os pondría mil ejemplos.

Tres objeciones serias.

Conozco un forero que a base de torturar silogismos llega a conclusiones sorprendentes. La pena es que sus razonamientos esconden falacias (1) muy bien guardadas. El razonamiento puede ser potente (me permito repetir); pero la potencia sin control no sirve de nada...bueno.

(1) La palabra falacia tiene una connotación peyorativa que nunca utilizo. Siempre que hablo de falacias me refiero asépticamente a razonamientos que esconden alguna incorrección lógica.

Saludos CARIÑOSOS a todoooooos

Jesús M. Landart

Daniel -

Es una pena que como dice Joaquim, la filosofía ni la ciencia se ocupen hoy en día de la existencia de Dios.
A la vista de vuestro debate, a mí me resulta incomprensible.
Realmente entre todos me estáis dando mucha luz y os lo agradezco.

Dorota -

Como siempre de sagaz, querido Joaquim.
Estoy encantada de contar con comentaristas como vosotros, aunque alguno saludéis tan airadamente.

Desde luego que Dios no tiene ninguna necesidad de desdoblarse. Es más. Es que no se desdobla: sencillamente se comparte.

Es bellísima la valoración que haces de las aportaciones del cristianismo en un terreno práctico, y estoy de acuerdo en que Jesús no discutía sobre la Ley con los letrados salvo para defender la dignidad del ser humano.

Es precisamente a través de la observación de esa dignidad –de lo que es- el ser humano, como realmente se llega a la consideración de nuestra realidad, vislumbrando así cuáles son los efectos sobre ella de nuestra relación con Dios.

Por lo demás, yo creo que podemos coincidir en gran parte con budistas, hinduistas, islamistas y cuantas posibilidades de formulación tú quieras, si lo que se hace es compartir, desde nuestra apertura a la trascendencia, nuestra experiencia de Dios.

Pero en lo que posiblemente divergiéramos –y de hecho así es- es en la consideración del modo en que esperamos compartir la pervivencia en ella, porque aunque está claro que la experiencia de Dios –de cualquier modo que se conciba- produce unos efectos y en base a ellos se puede teorizar –háblese del nirvana, por ejemplo- el conocimiento que nosotros hemos adquirido de esa realidad es falsable, puesto que el nacimiento, la muerte y resurrección de Cristo son datables y ubicables, y en base a ello sabemos que, precisamente por compartir su humana naturaleza, estamos llamados también a compartir su Resurrección.

Por último, y a diferencia de ti, yo te saludo cariñosamente...

Joaquim -

Hoy en día ya nadie se preocupa demasiado de demostrar la existencia de Dios, ni la actual filosofía ni mucho menos la ciencia. Ahí están las estériles discusiones en que acabó una escolástica pesadísima. Tanto la filosofía como la ciencia tienden esforzadamente a resolver problemas más mundanos, más prácticos; en ese sentido me recuerdan al prota de lo evangelios, que sólo discutía de religión para ponerla al servicio de las mujeres y de los hombres.

La cuestión que aquí se trata es antiquísima y se le ha buscado múltiples respuestas. Evidentemente se halla presente en el cristianismo más ortodoxo después de su centrifugado por la filosofía griega y en las posteriores gnosis y cábala, aquí de forma más explosiva (todo ello gracias de Platón). Dicha cuestión es la cuestión de la degradación de lo divino, de la medida en que nosotros, simples mortales, podemos participar de algo que en principio y por ser perfecto no tiene ninguna necesidad de desdoblarse y crear algo muy imperfecto y en buena medida maligno. En esta última frase hay materia para empezar a elucubrar y llenar anaqueles de biblioteca a mansalva. Rectifico: ya están llenos.

Respuesta a lo anterior, como digo, las ha habido de muy diversa índole, alguna de lo más peregrino, pero la que aporta el cristianismo no sólo es de las más hermosas sino que además es útil pues pone a la dignidad de la persona como medida de la comprensión de Dios, si es que existe. No tengo mucho más que decir, salvo que hay religiones más antiguas que el cristianismo y si la antigüedad es prueba de verdad nos tendríamos que hacer hindús o budistas.

Un saludo furioso.

Dorota -

Pues lo explicaremos por partes entonces, querido Hola:

1. Que el ser se de en grados de mayor o menor intensidad, depende de su acto de ser y con ello de su esencia o naturaleza. Así, el ser de una lechuga, es inferior al de un canario, y éste inferior al de un ser humano, sencillamente porque aunque todos ellos son capaces de evolucionar en el ser por sí mismos, son diferentes los grados de hacerlo que les permite su respectiva naturaleza.

2. Pero cuando hablamos de algo que hace que todas ellas sean y que no radica en su diversidad, efectivamente estamos hablando de Algo, que es precisamente lo que se considera la Primera Causa de todo y el origen de todas ellas.

3. Efectivamente, la gradación de perfecciones tiene un nivel máximo, que es el ser humano.

4. El “nivel máximo” se refiere a un nivel máximo de existencia real.

5. Lo que se llaman “perfecciones” no son sino una alusión al conjunto de capacidades que conlleva un acto de ser.

6. A partir de ellas, efectivamente llegaríamos a considerar lo que no es, aún en su grado máximo.

7. Recuerda, querido Hola, que en todo caso estamos hablando de entes con existencia real, no de entes de razón o que sólo existen como formulación o en nuestra imaginación.

8. Verás: un pájaro es un pájaro, o una persona es una persona, independientemente de que al primero le falte un ala, o de que el segundo sea discapacitado.

9. Sí. Realmente existe lo sobrenatural (o más propiamente lo trascendente), pero para verme argumentar sobre esto, tendré que remitirte a mi próximo artículo.

10. Desde luego que podemos distinguir lo que algo es, como tú bien dices, a través de la experiencia (pero para eso también tendré que remitirte al VERDAD VERDADERA III

11. Si no se parte de la comprensión de que algo es, reconoce que sería imposible elaborar y ni teorizar sobre ello. Esto me vale para todos los objetos materiales de todas las ciencias empíricas, para empezar.

12. Y desde luego estoy contigo en que, aunque una cosa (un ente) “no se entienda”, para nada afecta a lo que ese ente es.

13. Estoy de acuerdo contigo en que los argumentos no son más que eso, que parten de la consideración de lo que un ente es, pero que tampoco afectan para nada a lo que ese ente es.

14. Efectivamente, Teología y Metafísica no serían sino elaboraciones y no ciencias por mucho que partieran de la misma consideración (la del ente), si el resultado de sus análisis no pudieran contrastarse con la realidad.

15. Pero si tú y yo coincidimos en la consideración de que nuestro conocimiento parte de la experiencia, te diré que hay existencias reales que, aunque no podamos medirlas empíricamente, también forma parte de nuestra experiencia, con lo cual te adelanto parte de la argumentación de la VERDAD VERDADERA III.

16. Y por último, si una creencia dotada de racionalidad como la nuestra, persiste a través de tantos siglos, tal vez cabría preguntarse por qué es así...

17. He dicho.

Hola -

Veamos, un poco de todo, pero por partes…

De verdad que no me ha quedado nada claro, el hecho de que el ser “se da en grados de menor a mayor intensidad”, menos aún si releo el párrafo anterior, donde se da por hecho que “aquello que hace que todas ellas sean, no puede radicar en sus principios de diversidad”. Si se tratara de algo que “no radica en su diversidad”, debe ser algo “no diversificado”, y por lo tanto, sin grados de aplicación… al menos hasta aquí nos lleva la lógica, por pura definición.

Por otro lado, deducir que dado que hay una gradación en algo, debe existir en su nivel máximo, no solo es una presunción, un apriorismo, sino que además adolece de un par de pequeñas pegas.
La primera la encontramos en el término “máximo”… ¿se refiere a infinito?, ¿o al nivel máximo, sea cual sea ese nivel, de cualquier característica?, ¿incluidas algunas desagradables, como un mal olor?, ¿o aparentemente irrelevantes, como un color?
En la misma línea, la segunda pega la encontramos en el término “perfecciones”… ¿Qué nos evita pensar que existe un Aquel distinto al anterior, al que le pertenecen todas las imperfecciones, las imperfecciones máximas? ¿o que debería ser rojo, en su nivel máximo?.
Basándonos en el planteamiento original, ¿cabe deducir que este último caso, también “debe ser”? o, ¿podría ser un “aquel” diferente al anterior, equivalente?

En otro orden de cosas, ni mucho menos me fío de las presunciones humanas (incluida la del párrafo anterior), el llamado “naturalmente cognoscible”. Ejemplos me sobran de lo mucho que puede equivocarse uno basándose en lo que se nos antoja como “obvio”, y esto tratándose de fenómenos “naturales”, como para hablar de fenómenos “sobrenaturales” (realmente existe algo sobrenatural?). Pero si lo fueran, ¿por qué se dice que fueron “reveladas” por Dios? ¿acaso no eran ya “naturalmente cognoscibles” por el ser humano hace 2.000 años? Quizá en ese caso habría que decir que fueron recordadas.

Lamentablemente, nuestra inteligencia no nos permite distinguir tan claramente que “algo es y que es algo”, como a menudo ocurre en tantas otras cosas, “después y con la experiencia”, nos vemos obligados a descartar…

Como argumento, la premisa que establece que nada se puede entender si no se comprende antes que “aquello es”, confunde el objeto con la herramienta, confunde el medio con el fin. Sería un gran error permitírnoslo.
Se trata de un camino de una sola dirección, no se puede entender algo si no se comprende que aquello es, desde luego no implica “aquello que llegas a comprender, aquello es” (de nuevo, ejemplos me sobran)… como tampoco se puede descartar, de ningún modo, que aun lo que no se entiende, puede “ser”… sin embargo, se trata de una premisa no del todo inofensiva, a pesar de no aportar nada ni a favor ni en contra, puede equivocar al despistado con un “es comprensible, luego debe ser as픅 (y si no, ahí está Iker Jimenez, que parece comprender todos los recovecos del “más allá”).

Dicho de otra manera, podemos entender perfectamente el razonamiento construido alrededor de la justificación de que “algo es”, lo que en ningún caso aporta argumentos a favor, ni argumentos en contra, de que ese algo “sea”. Los argumentos no son suficientes, sino indicios, que de nada servirán hasta contrastarse con la verdad (una vez más, ejemplos me sobran, los más divertidos también los emite Iker Jimenez en televisión).

Lo lamento, pero me sigue llamando la atención la consideración de ciencia para la teología, o la metafísica… Siguen sin ser falsables, sigue sin ser una base sólida disponer de un argumentario unitario y coherente… Esas dos disciplinas, no cuentan con esa “base científica” que reclamas, ni aquello revelado se demuestra “ser” por más que a día de hoy sea la conclusión a la que llega un argumento que lleva sobreviviendo 2.000 años. Si así fuera, el término “fe” no “sería”, hace ya mucho tiempo que hubiera caído en desuso…

¿En manos de cuantas creencias religiosas residen “nociones que han sido previamente elaboradas (ordenadas, fundamentadas, expresadas con precisión y formando un todo unitario y coherente)”? ¿no sería ésta una mínima base, y desde luego exigible, después de mantener un razonamiento durante siglos?

Como ya se ha mencionado antes en el blog, por muy antiguo que sea un razonamiento, eso no lo convierte en verdad…

Nuevamente, un saludo a todos.

Dorota -

Entre nosotros no hay protagonismos, querido Jesús M.

Sigo celebrando tu incorporación, porque tus intervenciones son buenísimas, pero como en otras ocasiones, me temo que ante ésta también tengo algo que decir.

Verás:

Efectivamente, con los mismos elementos de la Metafísica que he utilizado en este artículo y con los que no he pretendido sino que se encontrara una cierta racionalidad en el contenido de lo revelado sobre la Creación, podríamos hablar de otras teorías sobre el origen del mundo como el Big Bang, o cualquiera de las que mantuvieran los autores que acabas de citar.

Ignoro en base a qué selección de sus textos llegaras a interpretar a Santo Tomás en esos términos, pero te voy a transcribir algunos de sus asertos para que entre todos comprobemos si son o no conformes con lo que en mi artículo sostenía:

“El ser es lo más perfecto de todo (...) es la actualidad de todos los actos (...) y la perfección de todas las perfecciones” (De potentia, q.7, a.2 ad 9). Pues cualquier acto o perfección antes debe ser, es decir, ha de tener previamente el acto de ser; de lo contrario, no sería.

“El mismo ser es lo más perfecto de todas las cosas, pues se relaciona con todas como su acto. Nada posee actualidad sino en cuanto es; por eso, el ser mismo es la actualidad de todas las cosas, incluso de las mismas formas (sustanciales o accidentales)” (Summa Theologiae, I, q.4, a.1, ad 3)

“El ser es lo más íntimo de cualquier cosa, y lo que más profundamente está en todas, ya que es formal (acto, algo que informa o actúa) con respecto a todo lo que hay en una cosa” (Summa Theologiae, I, q.8, a.1)

Textos como estos, son comunes a toda elaboración metafísica, y serán también sin duda “lo común” desde los que los distintos teóricos (desde Parménides, Platón, Aristóteles o el mismo Tomás de Aquino hasta la fenomenología, el existencialismo o la analítica del lenguaje) habrán de elaborar, sencillamente porque todos habrán de hacerlo de la consideración de lo que el ente es.

A partir de ahí, vienen los desarrollos, y como tú dices, los intentos de utilizar una base metafísica con objetivos diversos. Pero no nos equivoquemos: esa base existe y si se demuestra o no verdadera su utilización a lo largo del tiempo, es porque lo que es y tiene existencia real, es decir, lo que no es un ente de razón, es.

En el caso de la Teología y a través de la Metafísica, no se hace sino encontrar una base científica y elementos para argumentar algo que, pese a ser revelado o quizá por ello, se demuestra ser.

Ni siquiera es preciso que nos mostremos de acuerdo.

Trataremos de analizar un poquito todo ésto en mi próximo artículo, para el que cuento –como hasta ahora y supuesto que no tengas nada más que añadir sobre éste- con tu intervención.

Un cordial saludo.

Jesús M. Landart -

Buenos días, Dorotatxu y demás lectores:

Comienzo agradeciendo a la autora el post. Es clarificador. Lo es, porque explica, o al menos ayuda a entrever el "armazón conceptual" que va desarrollando, y que promete continuar.
En el fondo, la situación, resumida, creo que puede ser así: la metafísica viene al auxilio de la teología. La primera da covertura racional a la segunda, que hunde sus bases en la fe y en la revelación.
Lo que ocurre, a mi inexperto modo de ver las cosas; es que la metafísica al servicio de la teología es una "ciencia" (las comillas no son casuales) interesada. Y por ello no independiente, con lo que tenemos una pescadilla que se está mordiendo la cola. La metafísica que hace Ratzinger, el Dalai Lama, Heidegger, o Wittgenstein, son metafísicas no diferentes, sino francamente opuestas. Porque son servidoras de intereses diferentes. No pasa así con la verdadera ciencia, en la cual, cuando alguien propone una teoría, sus colegas tiran a matar para demostrar su falsedad, y sólo se acepta (provisionalmente además) si resiste los embites. Cuando esto ocurre, nadie modifica arbitrariamente lo ya establecido, si no es en base a nuevos datos que antes se desconocían.

Hace algún tiempo escribí un articulito sobre la impresión que me produjo la Summa Theologica de Santa Tomás, y que escribí aquí (es mi blog matemático):

http://tiopetrus.blogia.com/2005/032201-la-potencia-sin-control-no-sirve-de-nada.php

El título está sacado de un anuncio de neumáticos: la potencia sin control no sirve de nada. Allí reflejo mis perplejidades por la teología, basada en una metafísica a su servicio, y muestro hasta dónde puede llevar la elucubración sin control.

Otro ejemplo de metafísica interesada es William Paley, filósofo y teólogo británico que con su monumental "teología natural" pretendía deducir el orden divino por elevación desde la naturaleza. No es frecuente encontrar el dato de que Darwin fue un admirador de Paley hasta el punto de tenerlo como héroe personal (Lo cuenta muy bien Stephen J. Gould en su libro "Estructura de la teoría de la Evolución"). Nada hacía adivinar la separación abismal que se abriría entre las concepciones del mundo de ambos hombres pocos años después...

Releo lo escrito y me averguenzo de mi extensión. Perdón, que yo no soy más que un lector (recién llegado además) y no me corresponde este protagonismo.


Saludos a todos.

Jesús M. Landart