11ª PREGUNTA REALIZADA
Nos encontramos en esta ocasión con una pregunta de Hola. Para leerla y poder opinar, tendríais que pinchar en comentarios
Nos encontramos en esta ocasión con una pregunta de Hola. Para leerla y poder opinar, tendríais que pinchar en comentarios
Reproduzco en esta ocasión una entrevista con Stefan Ruzowitzky, guionista y director de LOS FALSIFICADORES, una película que aún está en cartelera y que acabo recientemente de ver. Según sus propias palabras, Ruzowitzky pretende que los espectadores nos cuestionemos cómo nos hubiéramos comportado en una situación como la que él plantea, y esto realmente es lo que me ha hecho pensar.
Lo que a modo de tryler el entrevistado nos dice sobre su obra es lo siguiente:
"Los Falsificadores nos muestra un capítulo algo fuera de lo común de la época nazi. ¿A qué dificultades se enfrentó Ud. durante la realización?
Es evidente que no queríamos rebajar el holocausto a una suerte de "daño colateral". No me habría atrevido a presentar el horror cotidiano en un campo de concentración. Me dije a mí mismo: "Eso es algo que no se puede filmar". Pero sí me interesó contar "otra historia", la historia de un grotesco enclave en medio de un campo de concentración. En todo caso, siempre tuve muy claro que la película sería altamente política. Por eso mismo, intentamos no exagerar nada. La mesa de ping-pong, por ejemplo y otros muchos detalles más son auténticos. Ningún guionista se habría atrevido a inventar algo así. Los productores reaccionaron positivamente frente a esta autenticidad.
¿Se puede decir que ha llegado el tiempo para las "aves exóticas" (como decimos en alemán) que también hubo durante el nacionalsocialista?
Por respeto a las víctimas, hay mucho que no se ha podido mostrar hasta ahora. Pero, la generación de los culpables y la de las víctimas se extingue. Hoy, el público cinematográfico se compone más bien de la generación de sus nietos. Esto abre nuevas formas de acceder a este intento de superación de la aflicción, de superación del horror de lo ocurrido.
A través de la película, ¿pudo Ud. llegar a entender mejor este tiempo?
Sí, sabíamos que nos movíamos en una piscina llena de tiburones, de fuertes emociones. Para no "meter la pata", tuvimos que investigar minuciosamente. Por ello, recomendé a los artistas, una y otra vez, leer mucho acerca de este tiempo.
¿Son auténticos los aspectos de comedia de la película?
En este sentido, nos ayudó mucho el hecho que Veit Stübner –que interpreta a "Atze"– venga de la RDA y haya estado en una cárcel del SED (Partido único de la República democrática alemana). Veit nos explicó que “en una situación así, es habitual que se cuente chistes”. Pienso además -aunque en otro nivel- lo que ocurre en “One Day in the Life of Ivan Denisovich” ("Ein Tag im Leben des Iwan Denissowitsch"). Al final del “día“, el protagonista puede decir que ha tenido, en cierta forma, suerte, pues ha encontrado algo de comer y ha sobrevivido esa jornada.
De la autenticidad, se preocupó también el nonagenario Adolf Burger.
Sin duda, fue muy emotivo que los últimos sobrevivientes, Adolf Burger y Jack Plappler hayan visitado el set. En realidad, el auténtico Burger era mucho más radical que el que se presenta en la película. En “Die Fälscher“, Burger no es él la figura principal, sino Sorowitsch, un falsificador “de profesión”, pero me fascinó su figura. Él tenía ya “experiencia en prisión”, como quedó de manifiesto en una escena de la cinta. Sorowitsch o Salomon Smolianoff, como se llamaba en realidad, era todo lo contrario a los intelectuales burgueses por quienes estaba rodeado. Después de la Guerra llamó la atención en Argentina por descubrir la existencia de obras de "antiguos maestros" de la pintura.
En su película, se enfrentan dos posiciones que tienen una cierta legitimación moral.
Sí, espero que los espectadores se pregunten: ¿cómo me habría comportado yo en una situación así? Salomon Sorowitsch tiene razón. Pero, Adolf Burger también la tiene. Todos están en la razón. De manera que no está claro quién se comporta correctamente. En el fondo, este es el tema de la película. Los sobrevivientes de la “Operation Bernhard“ no están de acuerdo sobre si el oficial de la SS que la comandó, fue un criminal -porque permitió que mataran a seis de los falsificadores- o tal vez, y pese a todo, un héroe, porque salvó la vida de los demás.
¿Es un "happy end" apropiado para la película?
El "happy end" definitivo está más bien al comienzo de la historia. Vemos a un sobreviviente con los bolsillos llenos de dinero y una hermosa mujer en los brazos, en la Cote d‘Azur. Entonces, este sobreviviente se plantea la cuestión: "¿Hice algo malo"? ¿Fracasé moralmente?" De ello se trata precisamente toda la película.””
En mi corto criterio, os diré que se trata de una película muy interesante, pero ya sabéis que no es exactamente de cine de lo que pretendo hablaros, sino –en esta ocasión- de la reflexión que me ha sugerido su visualización.
De momento, os doy ocasión de que vosotros también la veáis, y en un artículo posterior (LAS CÁRCELES DEL ALMA se llamará) trataremos de analizar el modo en que se llega a determinadas situaciones que mantienen al alma humana presa de sí misma, pese a tenerse los bolsillos llenos de dinero, o a disfrutar de una inmejorable compañía en la Costa Azul.
Quizá no sea exactamente a lo que se refiere Ruzowitzky en su planteamiento,
... pero acaso sí…
Porque aún quedan un par de días para poder ir al cine, os voy a presentar en esta ocasión y con palabras de Juan Orellana para la revista Cinemanet, una película que yo he visto ayer y cuya crítica dice así:
“Con Las hermanas Bolena vuelve a ponerse sobre la mesa lo que ocurre cuando se paga el precio de la felicidad por alcanzar el poder. Siempre se paga la misma factura: la soledad radical. Veamos el caso de Las hermanas Bolena, una película muy estimable que ha llegado a España rodeada de glamour.
La película supone el debut cinematográfico del cineasta británico Justin Chadwick, hasta ahora realizador de ficciones televisivas. Se trata de una adaptación de una novela histórica de Philippa Gregory, La otra Bolena y supone un acercamiento al trágico matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena desde la perspectiva de Mary, la ignorada hermana pequeña de la reina, que tuvo un hijo con el Monarca antes de que este se encaprichara de Ana. Para realizar con éxito esta dificil adaptación, el proyecto ha contado con un guionista británico experto en grandes personajes históricos, Peter Morgan, responsable de guiones cinematográficos como el de la galardonada The Queen, o El último rey de Escocia e incluso de libretos televisivos y teatrales como Enrique VIII, Nixon, o The Deal, de Stephen Frears, sobre Tony Blair y que le supuso el BAFTA de televisión al Mejor Guión Original.
Las hermanas Bolena no es, en strictu sensu, una película histórica en la que se nos describe el archiconocido episodio que supuso, entre otras cosas, la salida de Inglaterra de la Iglesia católica y romana. Por otra parte, la incontinencia sexual del monarca ya ha sido afrontada en muchos otros film como La vida privada de Enrique VIII (1933)-, Las seis esposas de Enrique VIII (1971), Enrique VIII y sus seis mujeres (1972). El film tampoco analiza con rigor histórico los avatares de un personaje histórico, como sí que hizo la memorable Un hombre para la eternidad con Sir Tomás Moro, mandado degollar por Enrique VIII. Así pues, el film de Chadwick, lejos de analizar los grandes asuntos de Estado, o de proponer un análisis histórico-político, es ante todo un drama psicológico, y sobre todo, moral.
Desarrolla los procesos personales que llevan a dos jóvenes doncellas a rivalizar por la alcoba de un poderoso rey. Dicho de otra forma, Las hermanas Bolena es un drama moral sobre la ambición humana y sus límites.
Al igual que para Shakespeare, la historia de Inglaterra no es más que un telón de fondo para poner en escena un drama humana de contornos universales y atemporales. Pero no se trata de un film esquemáticamente moralizante y mucho menos maniqueo: María Bolena traiciona a su esposo por complacer sexualmente al Monarca, y a pesar de su error no se puede decir que no sea una mujer humilde y de buenos sentimientos, capaz de sacrificios, generosidad y perdón; Ana es maquiavélica, pero su perversión es fruto de que todos sus principios nobles fueron sistemáticamente machacados por su padre y su abyecto tío, y en el trance final parece una mujer arrepentida. Casi el único personaje de una pieza, íntegro y sin tacha es Catalina de Aragón, interpretada por Ana Torrent. También es honesta Isabel, la madre de las Bolena, pero se muestra incapaz de actuar al margen de las órdenes de su marido, un hombre mezquino y cobarde, y cuya ambición le impide a ella hacer valer su sentido del bien y la justicia en una sociedad tremendamente machista. El resultado son dos hijas lanzadas al circo de de la debilidad humana, carne de cañón de un hombre que confunde la razón de Estado con sus propios caprichos personales.
Por otra parte, el tratamiento de la cuestión religiosa, aunque presentado de puntillas, no ofrece ninguna estridencia valorativa tan típica de las actuales películas históricas. Es más, el catolicismo de Catalina parece ser la única posición sólida en medio del vacío de creencias y referentes del resto de personajes.
La interpretación de las actrices es excelente, y logran con éxito la difícil conjugación de la mezquindad con retazos de humanidad; Scarlett Johansson y Natalie Portman comparten pantalla en un duelo intrageneracional que las dos saben llevar a buen puerto; Eric Bana, que es un gran actor, no deslumbra demasiado a causa de su personaje, construido muy lejos de la fisonomía real del monarca. El formato del film es convencional, pero resultón, muy equilibrado entre su guión y puesta en escena, y la dirección artística deslumbrante. Las hermanas Bolena no decepciona.”
Espero que esta crítica os resulte sugerente.
A mí, efectivamente, no me ha decepcionado.
Porque éstos son unos días proclives al recogimiento, y porque pese a ello hay momentos de descanso que también se pueden aprovechar, os incluyo la lista de las 10 películas seleccionadas como las mejores de 2007 por el Arzobispado de Barcelona. Son películas para adultos, y la mayoría ya las tenéis en DVD, así que para esas tardes en las que el tiempo al parecer no acompañe...
El ranking lo encabezan “La vida de los otros”, “Luces al atardecer”, “Disparando a perros” y “Después de la boda”. “La vida de los otros”, del director alemán de 32 años Florian Henckel von Donnersmarck se llevó el Oscar a la mejor película extranjera de 2007, pero vamos a incluir ahora una breve sinopsis de cada una de ellas:
A mí la selección temática me ha gustado.
Únicamente he visto “La vida de los otros”, y os diré que es un auténtico peliculón.
Espero que todos disfrutemos con esta sugerencia, y si alguno se anima, ya comentaréis.
Ignoro por qué, pero el sistema no me deja incluir un comentario en respuesta a la intervención de Joaquim en el artículo EL TECHO DE CRISTAL. Lo que él se cuestionaba era lo siguiente:
"¿No crees que afirmar que es necesario un grado de ‘evolución’ para conocer a Dios, que supongo es lo mismo que decir que hay que tener un grado de cultura o conocimiento de lo revelado, es en parte contrario a la enseñanza Jesús, cuyos destinatarios eran precisamente aquellos que carecían de ese grado de ‘evolución’ a quienes oponía frente a los ‘evolucionados’?
Ya puestos, otra cosa ¿Por qué la posesión del Espíritu no tiene los mismos efectos ahora que en Pentecostés? No será que el Espíritu también ha evolucionado, o que ha ido evolucionando la concepción que del mismo tenemos."
Y mi respuesta sería ésta:
Mira, querido Joaquim:
Lo que quiere decir el “supuesto que ésta haya alcanzado un grado de evolución suficiente” sobre el que te preguntas, no es una evolución teórica, sino práctica: cuando el alma del amador sea lo suficientemente amante (es decir, que haya evolucionado lo suficientemente amando).
En cuanto a que la posesión del Espíritu no tenga los mismo efectos ahora que en Pentecostés, si lo que quieres decir es que los apóstoles del siglo XXI no vamos por ahí haciendo milagros o detentando el don de lenguas, piensa que Dios actúa en cada momento del modo conveniente, y que –como os decía en alguna otra ocasión- también hay pequeños o grandes milagros en nuestros días.
Lo que es el Poder del Espíritu de Dios tampoco depende de cómo lo concibamos.
Digamos que siempre nos sorprende, en primer lugar observando sus efectos sobre nosotros mismos.
Luego –ya sabes, por aquello de los efectos de nuestros actos- nos damos cuenta de su efecto también sobre los demás.
Es lo realmente “milagroso”.
Tu intervención, como siempre, excelente.
Espero que el problema no subsista, y que vosotros podáis en este artículo intervenir si lo deseáis.
Espero que no os parezca mal que introduzcamos un poquito de humor. Es un correo que me ha llegado esta mañana a mi puesto de trabajo, y lo he encontrado muy adecuado para seguir hablando de lo que ahora mismo nos traemos entre manos.
Dice así:
Pregunta: ¿Cual es la auténtica definición de Globalización?
Respuesta: La muerte de la princesa Diana de Gales.
Pregunta: ¿Y eso por qué?
Respuesta: Una princesa inglesa,
¡Eso, amig@ mí@, es la G lo b a l i z a c i ó n!
En un “ratico” de conversación, vamos a tratar de elaborar entre todos una cierta interpretación de lo que la vida (o la Vida) es. Lo haremos en base a vuestras aportaciones, e intentando a partir de ellas dar forma a lo que yo considero la base de su realidad.
Lo primero que me llama la atención, es que todos coincidimos en la consideración de que la vida existe, aunque realmente no existan razones científicas que demuestren su origen, o que permitan llegar a su definición.
Sencillamente sabemos de ella a través de la observación de sus efectos sobre “los vivientes”, es decir, sobre los que tienen –o tenemos- “en base a ella” su participación.
En lo que parece que coincidimos también, es en que la vida se comparte, y en que en tanto que es y permite la participación de cada uno de los vivientes, tiene una duración.
Sin embargo, la vida es anterior y discurre con posterioridad a la existencia de cada uno de nosotros, y así, en nuestro transcurrir, todos tenemos ascendientes, y previsiblemente podríamos tener descendientes, pese a que nosotros hubiéramos dejado ya de existir.
Pues bien.
Esto, que se nos hace sensible a través de la mera observación, no nos resulta tan patente al considerar que es exactamente lo que ocurre con la vida intelectual.
Parece que no la considerásemos vida, y sin embargo, es éste el tipo de vida más propiamente humano y que nos hace “semejantes” a Dios.
De ella participamos por tener un co-principio espiritual en nuestra naturaleza que nos permite asimilar como propias las formas sustanciales de otros seres (que no su materia) mediante el conocimiento, lo que posibilita también nuestro modo de relación con Dios.
A partir de ahí,
Luego hablaremos de la vida mística, pero antes vamos a insistir que lo que l@s vivientes son –el que tengan un modo de actuar, de ser y de relacionarse de acuerdo con cada una de las naturalezas- supone también su existencia.
Quiere esto decir, que su acto de ser –ya recordaréis: esencia más existencia- comienza por un “puntito”, por una puesta en marcha, por un “stand by” de sus capacidades, a partir del que se origina su participación en la vida.
Este stand by afirmamos que en todo caso no depende de nosotros, porque si así fuera no habría muertos, ¿no creéis?...
Pues bien.
Dando esto por supuesto, continuaré diciendo que somos unos en otros, y que somos unos con otros en función de los actos que cada uno dentro de su naturaleza realiza, o que su respectiva naturaleza permite que con ellos se realicen (me refiero a los seres inanimados).
Así pues, considerando al conjunto de seres que son, y para explicar además el modo en que existen –que no su existencia-, me parece muy adecuada la segunda definición que nos daba JML en términos científicos (“La vida es la propiedad de algunos sistemas complejos de utilizar energía del medio para mantener un orden interno que de otra manera se disiparía mucho más rápidamente en el entorno”, nos decía).
Sin embargo, en su intervención Begoñi nos introducía en una dimensión que, siendo complexiva de la anterior al mismo tiempo la transciende, al decirnos que “La vida es una forma de manifestación, una continua transformación del ser en la que participa todo el universo”.
Como definición a mí se me antoja completísima, porque efectivamente contempla la manifestación de algo que previamente es y de lo que, en continua transformación, participa todo el universo.
Pero vamos a hablar ahora un poquito sobre el modo en que participamos nosotros –los seres humanos- en esa manifestación.
La comunicación –que nos es posible en virtud de nuestra naturaleza espiritual como antes hemos dicho- con “ese Algo que previamente es” nos adviene a través de nuestra vida intelectual.
Y porque sobre nosotros actúa esa Vida subsistente de la que participamos,
Por si alguno está despistado, os recordaré cómo os decía que nuestros actos producen dos tipos de efectos: unos que recaen sobre el sujeto que los ejecuta (los inmanentes), y otros que recaen sobre su entorno (los transeúntes).
Pero sigamos con lo que estábamos diciendo.
De que esto es así se tiene conocimiento a través de la experiencia de Dios.
Pero aunque la experiencia de Dios es algo personal, es sin embargo compartible en tanto que se da, pero no se puede compartir si previamente no se conoce. De hecho, podríamos hablar de ella, pero sin comprenderla.
Es más.
Supuesta esa experiencia, podríamos incluso no comprendernos entre nosotros…
Pero no sería porque hubiera contradicción en la vivencia, sino porque en tanto que concebida y desarrollada como idea por seres humanos, hubiéramos llegado a diferentes formulaciones.
Éste es el caso de lo que plantea Begoñi en la segunda parte de su intervención, en relación con lo que venimos manteniendo cuantos creemos en nuestra llamada a compartir como individuos y como humanidad nuestra vida perdurable con la humanidad y la Vida del Cristo Resucitado.
Lo que sí os diré, es que –a mi modo de ver- el negarse tanto ante la existencia como ante la posibilidad de participar en una experiencia mistérica para la que el ser humano no sólo es capaz sino que para eso ha sido creado, constituye una negación no sólo a la posibilidad de desarrollar por sí mismo una dimensión que le es propia y constitutiva, sino un querer cerrar los ojos a la realidad.
Dejadme deciros por último, que aunque la vivencia cristiana no tenga modo de demostrarse mediante las ciencias empíricas (al menos de momento, o al menos eso es lo que decís alguno de vosotros), de sus efectos se ocupan dsciplinas como la fenomenología, la psicología, la física, la historia, el arte, la medicina…
… sencillamente porque existe y además es real.
Hasta aquí llego yo con mi razonamiento, chic@s.
Ahora es vuestro turno para opinar...