Blogia
::: Dorotatxu :::

CUANDO DUELE EL AMOR

Tiene Miguel de Unamuno un poema dedicado a la muerte de su perro, que es una auténtica preciosidad. Lo que entre otras cosas en él nos dice, es que para cada perrill@, su amo es su Dios. Pues bien. Hoy os voy a hablar del mío: un schnauzer miniatura que se me fue con Mari Jaia (personaje emblemático de las fiestas de Bilbao) en agosto hará dos años.

Era un animal genial. Lleno de nervio. Pero lo que más me llamaba la atención, era la seguridad absoluta que tenía de ser digno de mi amor.

Era al mismo tiempo temeroso y temerario. Mimoso y altivo. Orgulloso y valiente, diría yo.

La cuestión es que Klaus –ese era su nombre- me recuerda con frecuencia a mí misma ante el Sacramento de la Reconciliación.

Así, el recuerdo de lo que en él eran ladridos, lamentos, pequeñas mordeduras y frecuentes zarpazos, me remiten a mi oración previa a la celebración del Sacramento,

... y lo que en él eran saltos de júbilo, menear de su pequeña colita, e ir a ofrecerme acto seguido el mejor de sus juguetes para que jugara con él, al gozo que se experimenta como efecto de la Gracia del Sacramento del Perdón.

Pero pasemos ahora un poquito a explicaros qué os quería decir con todo eso…

Veréis:

Cuando titulábamos este artículo bajo el epígrafe de CUANDO DUELE EL AMOR, no era porque creyésemos que así sea, sino para deciros a continuación que –como todos sabemos- lo que duele no es el Amor, sino que precisamente lo que duele es el verse apartado de Él.

En mayor o menor medida, tod@s sabemos lo que es estar –como dirían los ingleses- “caid@s” en el Amor.

Cuando lo estamos llegamos a sentirnos valiosos, porque hemos descubierto “con asombro” que lo somos para quien nos ama, y resulta que bajo esa apreciación comprobamos también que todo en nuestra vida cobra nuevo valor…

Sabemos del gozo que se experimenta cuando llegas a sentirte un@ con la persona amada, y también cómo harías cualquier cosa que de ti dependiera para permanecer en esa situación, porque las penalidades a su lado se trivializan. Nuestra vitalidad parece que creciera.. No es que no duelan -que lo hacen- pero de otro modo, porque como hemos dicho, lo que duele no es el Amor o nuestra forma de amar, sino el hecho de saberse apartado de Él…

A veces somos nosotros los responsables de ese apartamiento, y ése dolor precisamente -el de saberse apartado del verdadero Amor siendo nosotr@s únicamente l@s responsables- es el que subyace cuando hablamos de la contrición propia del Sacramento de la Reconciliación.

Pero para experimentar este dolor, previamente es necesario conocer hasta qué punto, por qué motivo, o bajo que circunstancias ha tenido lugar el apartamiento, y tener una voluntad clara además de no volver a repetir tal actuación. Nos encontramos aquí, pues, ante los tres supuestos previos –examen de conciencia, dolor de los pecados y propósito de la enmienda- a la celebración propiamente del Sacramento.

Hasta este momento, el cristiano o la cristiana no hace sino orar. Lo que hacía Klaus previamente a que yo le hiciera caso: implorar y tratar de merecer con nuestras disposiciones y nuestra pobre actuación, la atención del Amor.

Lo que sucede, es que a veces los cristianos, aunque no tengamos una voluntad clara y expresa de apartarnos del Amor de Dios, cuando de nuestro quehacer se trata no hacemos el Amor, sino el sudor.

Ésta es la expresión que utilizaba un conocido mío para referirse a la diferencia que había entre una relación sexual con entrega de uno mismo, o cuando la misma se realizaba únicamente para satisfacer el apetito carnal, y yo me referiré a ella para expresar que en nuestro actuar,

… la cuestión no es fijarnos una serie de objetivos y de conductas y cumplir con ellas escrupulosamente por un mero sentido del deber y “pese” a que sean trabajosas,

… sino realizarlas del modo más amorosamente posible, porque sabemos que el Amor existe para nosotros, y que las realizamos desde el Amor, y por el Amor.

Esto supone la ordenación de nuestros afectos, y nosotr@s estamos dispuest@s a realizarla, porque en ello estriba la diferencia entre el mayor o menor reconocimiento social (laboral, familiar…) y la auténtica vida cristiana.

Esta opción no es para nada baladí, sino que l@s cristian@s la ejercemos porque -como decía el estribillo de una conocida canción- “no estamos locos”, sino que “sabemos lo que queremos”.

¿Y qué es lo que queremos -alguno de vosotros se preguntará-?

Pues bien.

Lo que l@s cristian@s queremos es permanecer de un modo estable en el Amor: que el ser amantes sea nuestra condición.

A ello se llega en primer lugar ordenando nuestros afectos, porque no disipando nuestros esfuerzos y a base de realizar actos tendentes al Amor, es como la presencia  del Amor y de lo Amado es una realidad presente y generadora en nuestras vidas, y desde ella es como realmente llegamos a compartirnos y a compartir con nuestro entorno el Amor.

Pero como hemos dicho, en ocasiones –fundamentalmente pienso que por nuestro olvido de Dios, por nuestra intransigencia o por nuestra vanidad- somos nosotros los penitentes, “los que penan” al verse apartados del Amor.

En cada caso es necesaria nuestra “conversión”, es decir, “nuestro volver los ojos hacia Dios y nuestro encaminarnos a la unión con Aquel quien sólo es Amor, y sólo actúa por Amor”

Él sabe lo que hay en el fondo de nuestros corazones. Conoce nuestra intención y está deseando otorgarnos sus favores. Sólo que como nosotr@s no somos perrill@s y tenemos nuestro modo de expresarnos, presente Él en un Sacerdote y puesto que éste actúa “en persona de Cristo” para este Sacramento, tenemos ocasión de expresarle más acabadamente nuestros sentimientos, nuestros temores, nuestras incongruencias…

… y de pedirle perdón.

Ya sabéis cuál es el resultado: el “ego te absolvo”. El sacerdote sabe, y nosotr@s sabemos, que no es el sacerdote quien se nos da. Que no depende de su perdón nuestro perdón, sino que es la Gracia que nos adviene por este Sacramento la que nos da y nos hace evidente el amor incombustible, la amistad imperecedera, y el perdón misericordioso del Dios que es Amor.

Es de este modo como somos renovados con una nueva vitalidad y como experimentamos el gozo de la participación en el Amor de Dios. Daríamos saltos de alegría. Compartiríamos nuestros juguetes si fuéramos chuch@s, pero de nuevo os digo que no es ésa nuestra condición.

Nosotros también tenemos manera de expresar ese sentirnos renovad@s por el plus de oxígeno en nuestra sangre que supone la Gracia,

... porque a través de Ella somos cada vez más conscientes y por sus efectos sobre nuestra inteligencia a través de la virtud de la fe, de hasta dónde llega por nosotros el Amor de Dios,

... Siendo cada vez más conscientes por otro lado, a través de la virtud de la esperanza y de nuevo por efecto de la Gracia sobre nuestra inteligencia, también somos cada vez más conscientes del modo de tender a la unión con Él,

… y por último, a través de la virtud de la caridad, y una vez de ser conscientes de las mencionadas realidades, nuestra voluntad (nuestras opciones y nuestros actos) se ven reforzadas de modo que seamos capaces de hacer realidad el Amor de Dios no ya para nosotros mismos, sino para todos y todo lo demás...

Esta situación de amantes renovados, se hará expresa a través de nuestros actos.

Todos sabemos que por nuestra condición, volveremos a recaer…

… pero también sabremos a Quien recurrir cuantas veces sean necesarias, como os decía “volviendo” nuestra mirada, nuestra iniciativa y nuestro corazón hacia Aquel que sólo es Amor...

Él a través de la Gracia irá limando nuestras imperfecciones.

Porque sabemos que nos ama bajo cualquier circunstancia, llegaremos a considerarnos amables, y así, sabiéndonos amantes y amados, seremos también capaces de compartir con el Amor nuestro amor, y desde Él, a compartirlo con todos los demás.

Bajo su influjo, nuestra visión de la vida es diferente y nuestra vitalidad también lo es. Llegamos a comprender y a practicar el Amor desde nuestro amor pero con un espíritu renovado ante el que las dificultades no son sino ocasiones para mejorar, para llegar a ser cada vez mejores amantes por el hecho de participar cada vez más acabadamente del Amor de Dios.

Os deseo y me deseo a mí misma de todo corazón muchos éxitos en este terreno.

Que lleguemos a ser excelentes amantes, sabiéndonos animados para ello por el Amor de Dios.

Que así sea.

 

6 comentarios

MLS -

Hola Dorota, no se si tiene mucho que ver o no, pero me encantaría que hicieras un artículo sobre los animales, algo que hiciese a la gente concienciarse de lo maravillosos que son y de que tienen los mismos sentimientos que nosotros.

Me ha encantado lo que has contado de tu perro Klaus, ha tenido que ser una preciosidad. Mi perro murió el año pasado y aún le sigo llorando, era un Sol!!

Dorota -

Me ha parecido completísima tu aportación, Gorka.
Muchas gracias.

Gorka 97 -

La confesión comunitaria e individual tienen el mismo valor; es Jesús que te da su abrazo como le dió el Padre del hijo pródigo al hijo pródigo y para eso ne le exigió ninguna lista de pecados; así le vemos actuando Jesús cuando perdona , por ejemplo , a la mujer adultera que acaba diciéndole que crea en un Dios que salva y no que condena.
La confesión individual tiene un aspecto que sabiendo que el cura merece la pena, voy a buscar una orientación o consejo. La confesión individual comenzó en Irlanda en el siglo VII con unos frailes y sus feligreses eran los campesinos, era una manera de hacer su misión evangelizadora con ellos.
¿Cúal es mejor, la individual o la comunitaria? Yo díría la que me ayuda a tener una mejor experiencia del arrepentimiento.
Y desde luego que confesión anual nos obliga bajo pecado.
¡Qué bonita experiencia que antes de acostarse tener la experienia de la ternura de Dios rezando, por ejemplo, el YO PECADOR. Ese Yo Pecador,tiene la nobleza de no sentirse superior a nadie tiene también la elegancia de pedirle su abrazo a Dios Ternura, yo que soy pecador como cualquier otro.

Almu -

Perdona, o en caso de necesidad como en un naufragio...

Dorota -

Si te refieres a lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica, te diré que -si bien no las descalifica- tampoco las recomienda por encima de una o dos veces al año.

Mi experiencia personal es que la confesión auricular (la directa con el sacerdote) es sumamente enriquecedora, aunque reconozco que para éso hay que encontrar un Sacerdote con el que realmente sientas que puedes conectar.

El mío es un santo varón, sin cuya intervención te puedo decir que mi vida hubiera sido distinta.

Lo último que me dijo es que una persona desvergonzada como yo, podría hacer mucho bien en internet, ¡y mira, aquí estoy!...

Pero, personalizaciones aparte, yo te diría que la diferencia entre una Penitencia comunitaria y una auricular, sería la misma que existiera entre escuchar a Dios en una comparecencia pública, o hacerlo en un ratico de charla contigo mism@, con el tiempo que precisaras, atento Él a cuanto tuvieras que decirle y respondiéndote privadamente a cuanto manifestaras.

Yo me quedo con lo segundo.

Alfredo -

Me gustaría saber tu opinión sobre las confesiones comunitarias.