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::: Dorotatxu :::

LA GRACIA DE LAS VITAMINAS, O LAS VITAMINAS DE LA GRACIA

Cuant@s la componemos sabemos que la Iglesia es una contumaz adolescente. No porque en el momento de la creación fuera incorrectamente constituida, sino porque como efecto del pecado original de los seres humanos y entre los seres humanos, la Iglesia histórica en su crecimiento y en su desarrollo siempre "adolece" del auxilio de Dios.

Así sucede, porque la Iglesia no es propiamente un ente, sino una entidad, y como tal entidad su ser se va constituyendo con unas determinadas características correspondientes a la forma de ser, de actuar y de relacionarse de cuantos la conforman, siendo que su momento existencial puede medirse como el resultado de la suma de los efectos inmanentes y transeúntes de los actos de cuantos compartimos por efecto de la Gracia, la Vida de Dios.

Así, con la presencia de la Gracia en cada ser humano y entre todos los seres humanos que la comparten, ese ser humano individualizado (creado de por sí capaz de transcenderse como nos decía nuestro amigo Pablo) incorpora a su ser una nueva capacidad por la que alcanza a comunicarse y a compartir con Él y entre sus semejantes la Vida de Dios.

Algo tan maravilloso sucede, porque con la presencia del Buen Dios en nuestras almas, parece que se nos entregara como Iglesia una suerte de “vitaminas”:

  • unas vitaminas que se correspondieran a nuestras individuales necesidades,
  • que se suministraran por algunos que de entre nosotros fueran responsables en cada caso de su distribución,
  • y que no fueran otras que la vitamina de la comprensión (la fe), la vitamina de la motivación (la esperanza), y la vitamina de la decisión (la caridad) ante la revelación de Dios.

Así pues, lo mismo que en determinados estados carenciales, nuestr@ galen@ nos prescribe la ingesta de vitaminas (que son sustancias no sintetizables por el organismo, pero indispensables para su correcto funcionamiento, y que como no pueden ser sintetizadas por el organismo, éste no puede obtenerlas más que a través de la ingestión directa) es como si a través de los sacramentos y ante nuestros determinados estados carenciales, nuestro Buen Dios nos recomendara a los componentes de la Iglesia unas apropiadas dosis de fe, de esperanza y de caridad ante cada ocasión.

Nuestras vitaminas son para nosotros por tanto nutrientes esenciales, es decir, nutrientes imprescindibles para la vida, porque aunque por sí mismas no aportan la Vida divina, sin ellas no podríamos aprovechar los elementos constructivos y energéticos de los que disponemos como comunidad.

Así, mediante la dosis indicada para el sacramento del Bautismo, bajo la acción del Espíritu Santo el nuevo cristiano es capaz “de abrir los canales de su trascendencia” al Amor de Dios. Esto hace que alcance una nueva condición, una nueva idiosincrasia, que pertenezca a una nueva etnia (como os decía en el artículo sobre el derecho a apostatar).

Cuando quienes lo reciben son niños, precisan como también decíamos del apoyo y del ejemplo de la comunidad, del mismo modo que lo precisan para aprender a hablar y a comunicarse en el desenvolvimiento normal de su vida para compartir y compartirse de ese modo en el amor.

Como le decía a Martika, el orden de los Sacramentos ni tiene que ser el presente, ni ha sido siempre así, salvo precisamente en el caso del Sacramento del Bautismo.

Decimos que lo instituyó Dios, porque dada nuestra condición natural (materia-alma/alma-materia) fue Él quien dispuso el modo en que la Vida Divina inhiriera en nosotros bajo los efectos de su Luz a través de algo tan material como es el agua, de un modo semejante a como la vida orgánica tuvo un comienzo bajo la superficie de las aguas y bajo la acción del sol.

También os decía al hablar del Sacramento del Bautismo, que aunque la presencia de Dios en el alma humana no está circunscrita a ningún tipo de celebración (pensemos si no en Ntra. Señora), éste si es el modo ordinario en que, como comunidad de individualidades se constituye la Iglesia.

Ése es por tanto el efecto propio de la Gracia de este Sacramento: que por la presencia de Dios en el alma humana, por la asimilación de las vitaminas de la fe, la esperanza y la caridad, y bajo la acción del Poder del Espíritu de Dios, como comunidad constituida por individualidades, seamos capaces de compartir la Vida de Dios.

Vamos a dejarlo aquí por hoy, no sin pedirle al Señor que me otorgue un poquito del don de la "glosolalia" (así se llamará el artículo que a éste seguirá) para llegar a explicar próximamente y con el mayor acierto posible los efectos de nuestras particulares vitaminas a través del resto de los Sacramentos de nuesro Buen Dios.

Hasta entonces, un cordial saludo.

11 comentarios

dorota -

Se me ha olvidado decir, Joaquim, que estoy completamente de acuerdo contigo en ésto: "no niego para nada la utilidad de las vitaminas sacramentales (“te echan una mano” dice claramente Gorka), pero sólo para aquellos en quienes producen los deseados efectos salutíferos".
Me ha parecido una aportación brillante.

dorota -

Gorka, Joaquim...
... ¡cómo me gustan vuestras intervenciones!...

Si el Espíritu de Dios actúa, ¡actúa eta kitto!...

Estamos hablando con los Sacramentos de su intervención "ordinaria" para constituir y hacer crecer la comunidad de los Hijos de Dios.

No es que seamos "más hijos", sino que a través de los Sacramentos nos inhiere y nos cohexiona el Espíritu de Dios, sin que con eso podamos excluir a nadie de la Iglesia, puesto que El Espíritu de Dios puede tener (y tiene) unas categorías no circunscritas a las nuestras y sus propios medios de intervención.

Joaquim -

Sí Dorota, sí es posible la vida cristiana sin los sacramentos. Si juntásemos a unos cabalistas judíos, unos sufis musulmanes, unos gnósticos cristianos, unos maestros budistas, unos místicos católicos… en una sala cerrada cuando saliesen de ella lo harían abrazándose, saltándoles las lágrimas de los ojos, bailando la conga y deseándose paz unos a otros. Sin duda no ocurriría lo mismo con seguidores normales de esas creencias atenazados por su tradición y sus dogmas. Cada uno de aquellos hablaría de su experiencia “desde” su propia tradición pero trascendiéndola, como tú haces, y en ese nivel de comprensión estoy de acuerdo con la visión que formulas en el artículo. Queda claro que no niego para nada la utilidad de las vitaminas sacramentales (“te echan una mano” dice claramente Gorka), pero sólo para aquellos en quienes producen los deseados efectos salutíferos. La cuestión es saber si lo importante para ser verdaderos hijos de Dios (tal como lo entiende el cristianismo) son necesariamente imprescindibles los sacramentos o si, sin ellos, no podemos serlo. Creo que la respuesta ya ha sido dada en el anterior comentario.

Gorka -

Todos somos hijos de Dios que es Padre de todos; lo dijo claramente Jesús que para los creyentes en él que es su palabra o expresión de cómo es Dios Padre de todos.
El Bautismo lo acepto; el niño pequeño no lo puede hacer y sus padres o responsables lo hacen; en este caso los padres o responsables deben prepararle para que de adulto , ellos lo hagan de manera oficial; para eso existe el Sacramento de Confirmación.
El Sacramento del Bautismo es para darle a nuestro Padre-Dios permiso para que nos enriquezca nuestra vida humana y lo hace a través del amor como pasa en la vida que el amor es el que nos enriquece.
Los demás sacramentos son para echarnos una mano en momentos que tengamos para seguir con esa vida -que es una - ante ciertas necesidades que tengamos.
Ya Jesús ante los judios como modelo de cumplidor de la Ley , haciendo una parábola o historieta, puso a un samaritano como modelo de cristiano, de ser hijo de Dios; el samaritano un hereje, una persona sin categoría humana para el pueblo judio de aquel entonces; y al sacerdote judio o al profesional judio, les puso fuera, com farsantes de la Ley que decían cumplir, pues no sabían en la vida ayudar si encontraban a alguien en el camino y lo necesitaba.
Sino eres buen amigo, hermano no puedes serbun hijo de Dios.

dorota -

Realmente son conceptos preciosos los que elaboras con gran sabiduría, querido Joaquim.
Tus juicios de valor los comparto al cien por cien.

Pero me temo que la similitud de los sacramentos con las vitaminas vaya más allá de la mera comparación dialéctica, porque la vida cristiana en cuanto inherida por Dios no nos es posible sin ellos.

Como le decía a Hola, sí a nuestra capacidad, pero no es ella la que incoa ni la que nos hace capaces de mantener nuestra relación con Dios...

Tampoco hablamos de la forma o de la época en que los Sacramentos se incorporaron a la liturgia o del modo en que los conocemos, sino del Don que Dios otorgó a su Iglesia en Pentecostés, que es el que precisamente se transmite a través de ellos.

Joaquim -

Efectivamente es el “fiat” de María el que nos abre el camino de Dios. Pero las vitaminas que nos dan vigor en ese caminar pueden ser de índole diversa. Cualquiera sabe que los sacramentos no han sido instituidos desde el más allá y que de baptistas los había ya antes del año cero. Los sacramentos pueden ser sobretodo buenos acicates de esa búsqueda, nunca un fin. De otro modo seríamos el paradigma del nuevo fariseo. Es necesario rasgar el velo de la ley para ver qué hay más allá, sino lo hacemos así la ley se convierte en sudario.

A veces parece que la Iglesia se prepara para resistir desde la barricada a toda costa para defender una visión muy determinada y cerrada de sí misma. Pienso que en la Iglesia deberían caber todas las sensibilidades de nuestro mundo (cristiano) plural. Hay una gran masa de cristianos que, desde cierto punto de vista, no pueden calificarse de católicos porque no cumplen, ni pueden, con los preceptos que impone la ortodoxia secular. Pero deberían poder caber dentro de la gran comunidad, aunque sea a distancia. Esos adolescentes se han hecho mayores de golpe cuando se han dado cuenta que la Iglesia no les quiere tal como son y piensan. Eso puede ser una pérdida irreparable.

Ningún sacramento es imprescindible para nuestra relación con Dios, tanto más cuanto ésta no pasa de mera intuición. Lo importante de nuestra comprensión de lo que puede ser Dios es si constituye fundamento de nuestra relación con los demás. Es en el camino “con” los demás donde descubrimos a Dios, donde descubrimos ese “nexo de unión” místico más allá de los dogmatismos, donde encontramos afinidades y olvidamos discrepancias y donde reencontramos a María, si es que del marianismo algo podemos aprovechar.

dorota -

Mis tres hijos mayores hicieron la Primera Comunión sin un sólo regalo, Martika.
Para mi hija si los hubos, y se lo repartieron entre los cuatro.
En mi próximo artículo hablaremos de la Confirmación.
Me temo que mezclas un poquito los conceptos...

Martika -

Sintetizando. Yo me bautice a los 18 años,y tuve una espiritualidad mucho más profunda que mucha gente q fue bautizada desde que era un bebe! De hecho la confirmacion nacio de la necesidad de que la gente aceptara a cristo en su madurez,porque lo otro para mi no tiene mas validez,que los padres se comprometan a educar cristianamente. Por no hablar de la primera comunion,que si pregunta a los niños,lo q mas recuerdan es el fieston q les hicieron,regalos incluidos.

dorota -

Como muy bien dices, la capacidad de creer, la capacidad de esperar, o la capacidad de entregarse (junto con la capacidad de trascenderse y la de incorporar formas sustanciales de otros entes a través del conocimiento), son cualidades específicamente humanas, y como tales un ser humano puede no tanto generarlas como desarrollarlas, instrumentalizarlas, etc.

Pero estas capacidades no son propiamente la fe, la esperanza y la caridad querido Hola.

Nuestras virtudes teologales son una participación en la forma de Vida divina que nos inhiere a través de los sacramentos, y que no hace sino plenificar en el alma nuestras naturales capacidades de conocer, de tender y de amar con el "plus" que les otorga la acción del Poder del Espíritu de Dios.

Es ésto lo que "habilita" a ese ser humano para que alcance a relacionarse con Él.

Conscientes de esta realidad, y puesto que sabemos que el que la Vida de Dios inhiera en un ser humano no depende de su capacidad de respuesta, sino que es precisamente lo que la posibilita, bajo el compromiso de velar por el crecimiento de esta nueva Vida en el neófito favorecemos la participación de es@ niñ@ desde el momento de su Bautismo en la Vida que compartimos los hijos de Dios.

Hola -

Me parece una metáfora muy gráfica, pero la fe, la esperanza o la caridad, no son en mi opinión, elementos “no sintetizables” del organismo. Ni siquiera las considero circunscritas al ámbito de la religión. De hecho creo que la persona es la única capaz de generarla. Eso sí, para conseguirlo se puede recibir ayuda (en este punto que cada uno ponga lo que a cada uno le ayude).

Pero bueno… el bautismo, en este artículo se amplía al anterior, tal y como fue anunciado. De manera que aún a riesgo de empezar a parecer insistente, insisto:

¿y qué prisa tiene nadie en bautizar a un bebé?
Convencionalismos sociales aparte, es bastante capaz de bautizarse uno cuando ha cumplido 25 o incluso 45 años, no?

Y disintiendo un poquito más, no estoy tan seguro de que el bautismo sea tan necesario para abrir “los canales de su trascendencia” al amor de Dios, como para “pertenecer a una nueva etnia” (sin ánimo de ofender a nadie, el bautismo me sigue pareciendo un rito de iniciación).

Estamos de acuerdo (ahora sí) en que es el modo ordinario en que se constituye la iglesia. Mi pega central sigue siendo que como entidad, la iglesia considere adecuado tener que constituirse con gente que aún no sabe ni andar (ni está tan claro que le vaya a interesar).

Mi esperanza radica en que las entidades no aprenden, lo hacen las personas, lo que hace posible no solo que sean capaces de repetir los mismos errores una y otra vez, sino también la capacidad de adaptarse a un entorno cambiante.

Un saludo a todos.

Gorka -

No he leido un artículo tan claro y profundo, que refleje de una manera tan sencilla a través de las "vitaminas" el preceso de la gracia; el párrefo de Dorotatxu que copio a contnuación , es un resumen de lo que digo:
"Ése es por tanto el efecto propio de la Gracia de este Sacramento: que por la presencia de Dios en el alma humana, por la asimilación de las vitaminas de la fe, la esperanza y la caridad, y bajo la acción del Poder del Espíritu de Dios, como comunidad constituida por individualidades, seamos capaces de compartir la Vida de Dios"