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::: Dorotatxu :::

EL HECHO RELIGIOSO

El comentario que pretendo articular tiene relación con el artículo inmediatamente anterior y dice así: 

“Bueno, yo comparto bastante la idea de la religión como un subproducto de la evolución, y que obviamente, produce a menudo efectos indeseables...
Sobre los efectos deseables que la religión aporta, recuerdo ahora como unos días atrás, en un comentario hecho al articulo LA VIDA EN COLOR O LOS COLORES DE LA VIDA se preguntaba: "Ante un idéntico actuar santo, ¿dónde está la gracia de hacerlo pensando en un Dios mudo o no?". Me parece una pregunta muy oportuna para ser repetida en esta ocasión. Me temo que la religión no es el origen de la bondad...

 Si por subproducto entiendes que la religión procede de la comprensión e interpretación humana de la manifestación de Dios (que sería el producto), estoy de acuerdo contigo, querid@ amig@. 

Esta posibilidad está al alcance de todos los seres racionales, por lo que el hecho religioso se encuentra expresado en todas las culturas y en todos los tiempos. Su interpretación en ocasiones origina las conductas, y esto vale para un monje budista, para Teresa de Calcuta, o para los talibanes (por ejemplo) y en ese sentido creo que se expresa el P. Cantalamessa. 

Lo que sucede es, que como el ser humano necesita conocer para amar (o para "tender" si lo prefieres) puesto que los seres humanos evolucionamos y nos relacionamos a través de los efectos de nuestros actos, que el hecho religioso tenga su plasmación en la sociedad de una manera u otra depende del conocimiento y verdadera interpretación  que tengamos de la bondad de "lo religioso", es decir, del modo en el que la bondad de Dios se nos manifiesta. 

Él se nos manifiesta a través de la naturaleza, pero es que llegada la plenitud de los tiempos nos ha hablado. Lo ha hecho precisamente para que le comprendiéramos y lo ha hecho precisamente mediante su Palabra. 

Es por su Palabra como le conocemos como un ser tri-personal, es decir, como un ser espiritual del que se pueden considerar su forma de ser como Espíritu Puro (el Padre), su forma de actuar ilimitada (el Espíritu Santo), y su forma de manifestarse mediante sus actos (el Hijo). 

Porque la forma de manifestarse de los seres personales (es decir, los seres espirituales) es mediante la  Palabra, decimos que el Hijo es la Palabra de Dios. 

Porque la manifestación de la Palabra de Dios tomó forma humana, sabemos de sus designios, y tenemos constancia de su cumplimiento en un ser humano (Jesús de Nazaret), en quien fuera de todo espacio y de todo tiempo, por la acción del Poder del Espíritu de Dios (del Espíritu Santo) la creación es recreada.  

Ésta es la manera de interpretar el hecho religioso por los cristianos. Como ves, consideramos que la actuación de un Dios mudo es perceptible (me refiero a la contemplación). Pero los cristianos sabemos también hecha explícita su intención porque es la misma Palabra de Dios quien tomó forma humana. 

Cualquier otra interpretación que tenga como razón el conocimiento de un Dios personal en quien tuvieron origen y en quien tienen mantenimiento y realización todas las maravillas del universo, a mi modo de ver es correcta.

Si además esa interpretación se concretara en un tender hacia Él con auténtico empeño del corazón, puesto que todos actuaríamos todos “tendiendo” hacia lo mismo, llegaríamos a unirnos en el amor, aunque para ello tendríamos que purificar y despreciar algunos de los “detritus” de nuestras respectivas interpretaciones.  

Pero como a lo que se puede llegar de un modo intuitivo, tiene una concreción,  pienso que lo conveniente es escuchar a un Dios que nos habla, encarnado, en la persona de Jesús de Nazaret. 

He dicho.

8 comentarios

dorota -

Y a tí, Joaquim, te diré que es imposible que consigas molestar a nadie.
Que te agradezco mucho tus inmerecidos elogios,
... y que ya sabes cuánto disfruto con tus valiosas intervenciones.

dorota -

A tí, Gorka, te agradezco tu segunda intervención.
Me alegra mucho comprobar que a través de vuestras colaboraciones, vamos descubriendo formas nuevas de expresión.

Joaquim -

Son palabras muy hermosas las tuyas y que te agradezco muy sinceramente (tienes más paciencia que Job y una gran generosidad). Aprendemos mucho de tu sabiduría. Sólo un apunte: cuando yo hablaba de herir sentimientos no hablaba por ti, que te expresas exquisitamente, sino por mí. Esperamos el post del domingo. Saludos muy cordiales.

Gorka -

Me parece que Dorota está clara para mi en la explicación de la Trinidad; lo ha ce de una manera clara y precisa para mi.
"Él se nos manifiesta a través de la naturaleza, pero es que llegada la plenitud de los tiempos nos ha hablado. Lo ha hecho precisamente para que le comprendiéramos y lo ha hecho precisamente mediante su Palabra.

Es por su Palabra como le conocemos como un ser tri-personal, es decir, como un ser espiritual del que se pueden considerar su forma de ser como Espíritu Puro (el Padre), su forma de actuar ilimitada (el Espíritu Santo), y su forma de manifestarse mediante sus actos (el Hijo).

Porque la forma de manifestarse de los seres personales (es decir, los seres espirituales) es mediante la Palabra, decimos que el Hijo es la Palabra de Dios.

Porque la manifestación de la Palabra de Dios tomó forma humana, sabemos de sus designios, y tenemos constancia de su cumplimiento en un ser humano (Jesús de Nazaret), en quien fuera de todo espacio y de todo tiempo, por la acción del Poder del Espíritu de Dios (del Espíritu Santo) la creación es recreada."
El conocimiento de Jesús es obra del Espíritu Santo.
No basta tratar con Él como se ve después de la multiplicación de los panes.
Los apostóles le quieren totalmente a Jesús pero llegan a ser cristianos con la experiencia de la Resurrección y la tienen con la venida del Espíritu.



dorota -

Mira, Joaquim:
Si por fe interpretas creer lo que no vemos, todos podemos tener fe. Si consideras que la fe es un hábito operativo bueno, todos podemos llegar a adquirir a través de nuestros actos una misma capacitación.

La importancia que yo le daba a la cruz no pretendía menospreciar ni mucho menos herir a quienes mantienen otras filosofías: quería decirles que en la Cruz estaba la Luz.

Para los cristianos la fe es un hábito operativo bueno, es decir, una virtud. Pertenece al género de las virtudes teologales, y eso es así porque su adquisición está actuada por la Vida de Dios.

Es a través de la fe y por influjo de la Gracia como llegamos a conocer a Dios y su bondad ontológica, y esto es así porque la Vida de Dios plenifica en el alma humana su natural capacidad de conocer (es decir, plenifica nuestra inteligencia).

También la Gracia plenifica en nuestra inteligencia la capacidad de conocer a Dios como conveniente para nosotros mismos, y esto acontece a través de la virtud de la esperanza.

Y la virtud de la caridad, por fin, plenifica la capacidad del alma humana de optar y de actuar en un determinado sentido, tendente siempre a la unión con Dios (es decir, plenifica las opciones de nuestra voluntad).

Estas posibilidades intelectuales y volitivas son comunes a todos los seres humanos (me dirás), pero lo que realmente las hace operativas en toda su potencialidad, lo que te decía otorga credibilidad a la interpretación del hecho religioso por los cristianos, su virtualidad, es la Cruz de Cristo: el kerygma cristiano, que no consiste sino en la muerte redentora y la resurrección de Nuestro Señor.

Cristo nos enseñó que la participación en la Vida pasa por un negarse a sí mismo (hablando de la fe tal vez tendríamos que hablar de prescindir de bastantes de nuestras elaboraciones filosóficas), para dejarse habitar por Dios.

Esto también puede ser común a otras religiones (budistas, tantristas, chamanes…). Pero la auténtica novedad, la Buena Nueva de la que Cristo hablaba, cobró en su persona realidad con su Resurrección.

No es que Cristo “se dedicara durante toda su predicación al anuncio de la inminente llegada del fin de los tiempos y la instauración del Reino de Dios en la tierra”: es que es justo eso lo que tuvo lugar en el momento en que la humanidad pasó en su persona a tener de nuevo comunicación con el Padre (a recomponerse la vieja alianza) y a participar en Él de la nueva vida de los Hijos de Dios (a la instauración del Reino de Dios en la tierra).

Con una cierta experiencia de esta situación, se comprueba que el Reino de Dios (que la unión con Dios y el mantenimiento de la Nueva Alianza) es una realidad dinámica a la que tenemos que corresponder.

Pero los cristianos sabemos que su dinamismo, y la razón de nuestra operatividad está precisamente en la presencia de Dios en el alma humana, y en nuestra correspondencia rendida a la Palabra de Dios.
Esto y no otra cosa es lo que quería decir yo con mi comentario anterior.

Por lo demás, la iluminación de la fe no tiene por qué corresponderse con grandilocuencias ni con discursos más o menos elaborados. Yo te sugiero la introspección.

Los comentarios que introduces sobre el contenido de los evangelios, recibirán posiblemente el domingo justa y merecida respuesta.

Joaquim -

No creo haber manifestado que la resurrección de Jesús sea una cuestión baladí, ni que ese hecho no haya acontecido. Lo que sí tengo claro es que eso es una cuestión de fe y me parece prudente no polemizar sobre ellas, no sólo porque no suelen llevar a ningún sitio sino porque además se puede inútil y fácilmente herir sentimientos.

Inicialmente pensé hacer un comentario acerca de porqué los evangelios no son una crónica objetiva, un protocolo, sino una determinada visión teológica de unos acontecimientos, pero hubiese salido algo muy largo y pesado y hay expertos auténticamente solventes en este campo que pueden orientar a los interesados (vgr. el blog de Antonio Piñero). Sólo pondré dos ejemplos de lo afirmado en el primer comentario al post:

1.- Una lectura tan sólo superficial de los evangelios desvela al lector atento que Jesús se dedicó durante toda su predicación al anuncio de la inminente llegada del fin de los tiempos y la instauración del Reino de Dios en la Tierra. Después de su muerte Jesús pasó de anunciador a anunciado, de predicador a objeto de la predicación.

2.- Los evangelios, en ocasiones, tienen contradicciones insuperables: por ejemplo, el momento en que puede considerarse divino a Jesús, las historias de su nacimiento, de su bautismo, de su muerte y de su resurrección son todas distintas en cada uno de los textos. Eso es fácilmente constatable con sólo un poco de paciencia, un papel y un lápiz. Uno de los mayores especialistas mundiales en el Jesús de la historia, el norteamericano John Paul Meier, respecto de dichas contradicciones dice (cito de memoria) que son inconciliables salvo que por el creyente se haga una “alegre pirueta mental”. Dicho exegeta es católico y es sacerdote. Por tanto, los textos dan (y han dado) mucho de sí. Ponerles pegas no es ser un mal creyente.

Hace unos meses le pregunté a Xabier Pikaza a través de su blog como se podía conciliar la profecía incumplida de la instauración del Reino con la fe y me respondió lo siguiente: “Querido JCB... no es fácil responder a lo que preguntas... Ciertamente, en un sentido externo, Jesús se equivocó y se equivocaron los primeros cristianos: el fin no vino, al menos como ellos lo esperaban, en sentido externo... Pero, en ese contexto de esperanza del fin, ellos elaboraron la más poderosa y trasformadora de la visiones de la vida... y terminaron descubriendo que el fin "era de otra manera", era otra forma de entender el presente y la historia...”.

Creo que esta expresión -“la más poderosa y trasformadora de la visiones de la vida”- es exactamente a lo que te refieres cuando hablas el progreso espiritual derivado de la comprensión de lo que hizo y dijo Jesús. Y me parece más importante la profunda comprensión de todo ello que la firme creencia en posteriores dogmas de fe, que respeto de verdad, pero que no deberían de encorsetar la libre reflexión sino ser acicate de la misma. Tal como yo lo veo Jesús nos enseñó a relacionarnos entre nosotros y con Dios de una forma nueva y a descubrir el Espíritu de Dios en las cosas de este mundo. Me dirás que también esto es una cuestión de fe. Vale.

dorota -

Que Jesús de Nazaret resucitara no es en absoluto una cuestión baladí, querido Joaquim.
Es su comprensión precisa lo que nos ilumina y lo que da un plus de verdad a los cristianos que intentamos progresar en ese camino que, como tú dices, cada uno tenemos que recorrer.

Precisamente tras asumirlo se comprende acabadamente el por qué de tener que amar a otros seres humanos como a ti mismo.
No únicamente porque Jesús nos lo haya dicho, sino porque si nos lo ha dicho, ha sido por nuestro propio interés.

El actuar de esa manera supone un progreso espiritual que está abierto a todos los seres humanos y que tiene además determinadas manifestaciones; pero en el hecho de que Jesús resucitara se puso de manifiesto una nueva dimensión a la que todos estamos llamados y de la que por su actuación participamos: la Vida de Dios.

Cuando asumimos esta realidad, cuando nos sabemos y sentimos habitados por el Espíritu de Dios, vemos que es Él a través de su Poder (del Espíritu Santo) quien actúa a través nuestro, y es entonces cuando comprobamos realmente hasta qué punto nosotros, con nuestras buenas intenciones e incluso con nuestras buenas obras, nos vemos superados infinitamente por su presencia y por su actuación.

Joaquim -

El hecho religioso, qué cuestión tan difícil. Tal como lo veo los dogmas pueden ser útiles como marco o crisol para reflexionar sobre aquellas cuestiones que sobrepasan nuestra capacidad de entender. Sobre si el Verbo se encarnó o no o si Dios se manifiesta en la naturaleza es algo que no discutiré. Cada uno vive su fe como quiere, o como puede, si le es útil, porque la religión tiene que ser ante todo útil, tiene que servir para mejorarnos, sino más vale dedicarse a otra cosa.

La realidad, la historia, nos demuestran la gran diversidad de vivencias no sólo dentro del cristianismo sino del propio catolicismo, a veces tan diferentes. Los propios textos canónicos son una prueba de los diferentes enfoques que se dieron al legado de Jesús de Nazaret. Más aún, sólo hay que abrir un poquito los ojos para darse cuenta del gran salto que hay entre Jesús y el cristianismo. Dudo que Jesús, judío integral durante toda su vida, pudiese llegar a reconocerse cristiano. Y si los abrimos sólo un poquito más descubriremos que lo que predicó Jesús y predica la Iglesia católica no se solapa, no es exactamente lo mismo. Salvo, al menos, la “regla de oro”. Esto, la orden de amar al prójimo tanto como a uno mismo, es lo que otorga al cristianismo ese plus de verdad; lo demás es un camino que cada uno tiene que recorrer.