Blogia
::: Dorotatxu :::

HACEOS AMIGOS CON EL DINERO

Me suele gustar leer los comentarios que el P. Cantalamessa hace al contenido del Evangelio de cada domingo. A ver lo que os parece lo que ha escrito para el de mañana. Dice así:

"El Evangelio de este domingo nos presenta una parábola en cierto modo bastante actual, la del administrador infiel. El personaje central es el administrador de un propietario de tierras, figura muy popular también en nuestros campos, cuando regían sistemas usufructuarios.

Como las mejores parábolas, ésta es como un drama en miniatura, lleno de movimiento y de cambios de escena.

La primera tiene como actores al administrador y a su señor y concluye con un despido tajante: «Ya no puedes ser administrador». Éste no esboza siquiera una autodefensa. Tiene la conciencia sucia y sabe perfectamente que de lo que se ha enterado el patrón es cierto.

La segunda escena es un soliloquio del administrador que se acaba de quedar solo. No se da por vencido; piensa enseguida en soluciones para garantizarse un futuro.

La tercera escena –el administrador y los campesinos— revela el fraude que ha ideado con ese fin: «“¿Tú cuánto debes?” Respondió: “Cien cargas de trigo”. Le dijo: “Toma tu recibo y escribe ochenta”». Un caso clásico de corrupción y de falsa contabilidad que nos hace pensar en frecuentes episodios parecidos en nuestra sociedad, si bien a escala mucho mayor.

La conclusión es desconcertante: «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente». ¿Es que Jesús aprueba o alienta la corrupción?

Es necesario recordar la naturaleza del todo especial de la enseñanza en parábolas. La parábola no hay que trasladarla en bloque y con todos sus detalles en el plano de la enseñanza moral, sino sólo en aquel aspecto que el narrador quiere valorar. Y está claro cuál es la idea que Jesús ha querido inculcar con esta parábola. El señor alaba al administrador por su sagacidad, no por otra cosa. No se afirma que se vuelva atrás en su decisión de despedir a este hombre. Es más, visto su rigor inicial y la prontitud con la que descubrió la nueva estafa, podemos imaginar fácilmente la continuación, no relatada, de la historia.

Tras haber alabado al administrador por su astucia, el señor debe haberle ordenado que devolviera inmediatamente el fruto de sus transacciones deshonestas, o pagarlas con la cárcel si no podía saldar la deuda. Esto, o sea, la astucia, es también lo que alaba Jesús, fuera de parábolas. Añade, de hecho, casi como comentario a las palabras de ese señor: «Los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz».

Aquel hombre, frente a una situación de emergencia, cuando estaba en juego su porvenir, dio prueba de dos cosas: de extrema decisión y de gran astucia. Actuó pronta e inteligentemente (si bien no honestamente) para ponerse a salvo.

Esto –viene a decir Jesús a sus discípulos— es lo que debéis hacer también vosotros para poner a salvo no el futuro terreno, que dura algunos años, sino el futuro eterno. «La vida –decía un filósofo antiguo— a nadie se le da en propiedad, sino a todos en administración» (Séneca). Somos todos los «administradores»; por ello debemos hacer como el hombre de la parábola. Él no dejó las cosas para mañana, no se durmió. Está en juego algo más importante como para confiarlo al azar.

El Evangelio a menudo hace diversas aplicaciones prácticas de esta enseñanza de Cristo. En la que se insiste más tiene que ver con el uso de la riqueza y del dinero: «Yo os digo: haceos amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas». Es como decir: haced como aquel administrador; haceos amigos de quienes un día, cuando os encontréis en necesidad, puedan acogeros.

Estos amigos poderosos, se sabe, son los pobres, puesto que Cristo considera dado a Él en persona lo que se da al pobre. Los pobres, decía San Agustín, son, si lo deseamos, nuestros correos y porteadores: nos permiten transferir, desde ahora, nuestros bienes en la morada que se está construyendo para nosotros en el más allá. "

¿Os ha gustado?

Ya sabéis que el P. Cantalamessa es el predicador del Papa, ¿no?...

4 comentarios

dorota -

Te agradezco muchísimo tu amable comentario, Gorka. Espero contar a menudo con tu colaboración.
Un cordial saludo

Gorka -

Me gusta coma acaba Cantalamesa
"Es de ese modo como nos haremos misericordiosos y como alcanzaremos la Misericordia, o sea que ¡fíjate si es de nuestro interés!."
Los pobres, decía San Agustín, son, si lo deseamos, nuestros correos y porteadores: nos permiten transferir, desde ahora, nuestros bienes en la morada que se está construyendo para nosotros en el más allá. "


De una manera brillante acaba su comentario Dorota:
"Es de ese modo como nos haremos misericordiosos y como alcanzaremos la Misericordia, o sea que ¡fíjate si es de nuestro interés!.

dorota -

Me alegra comprobar que los dos os referís a la pobreza en tan bellos términos, Joaquim, pero yo creo que todos somos pobres ante Dios.
Que Dios hace brillar su Luz sobre buenos y malos, y que el Reino de Dios, aunque se construye entre bienes materiales, no tiene que ver con ellos.

Tú lo has dicho: "“Buscad primero su Reino (el del Padre celestial) y su justicia, y todo esto os será dado por añadidura” (Mt. 6,33). Y añado, la búsqueda es aquí y ahora".

Yo creo que ese es el secreto que se encierra en la parábola precisamente: es como si El Señor nos advirtiera del aquí y el ahora.

Es como si nos dijera: para buscar el Reino de Dios y su justicia, sed sagaces: familiarizaos con una situación injusta y tratad de modificarla, por que es asunto de vuestro propio interés.

En ese sentido habla el P. Cantalamessa de los pobres, y en ese sentido hablas tú también cuando dices que debemos utilizar el dinero engañoso no en puro provecho propio, sino para perdonar de forma gratuíta como nosotros somos perdonados.
Es de ese modo como nos haremos misericordiosos y como alcanzaremos la Misericordia, o sea que ¡fíjate si es de nuestro interés!.

Joaquim -

Esta es una parábola complicada, que requiere varias lecturas y alguna ayuda externa antes de decidir que se ha entendido. Aún y así, el texto siempre queda abierto. Creo que la parábola puede y debe leerse de otro modo, teniendo siempre presente la enseñanza contenida en la conclusión final de que no puede servirse al mismo tiempo a Dios y al dinero. Y teniendo presente también que quien alaba al administrador no es su señor sino “el Señor” (Jesús), no sólo porque así aparece en el texto, en mayúsculas, (al menos en el mío), sino porque sino es así se complica demasiado (carece de sentido y utilidad didáctica que el hombre rico alabe la conducta contumaz del empleado infiel); este es un “error” que veo cometer demasiado a menudo por los homiletas.

La escena entre el hombre rico y el administrador carecería de importancia, pues en ella se limita Jesús a exponer la conocida situación en la que los hombres intentan aprovecharse unos de otros (el hombre rico del administrador, este de los deudores de aquel), sino fuese por la interpretación aparentemente paradójica que ofrece a continuación cuando afirma que el administrador ha obrado con prudencia; pero la sorpresa desaparece si la prudencia del administrador se entiende como el obrar conforme a la lógica de este mundo y, si bien Jesús exige a los hijos de la luz obrar también con prudencia, no habla del mismo comportarse puesto que la prudencia, tal como Él la exige, debe de entenderse como “iluminada” por una lógica diametralmente opuesta.

Y aquí tenemos la verdadera enseñanza: debemos utilizar el dinero engañoso no como lo vienen haciendo los hombres, como el administrador, en puro provecho propio, sino para perdonar de forma gratuita las deudas (como decimos en el padrenuestro) sin esperar nada a cambio; es esta manera tan típicamente jesuánica de hacer amigos lo que nos abrirá las estancias eternas.

Cantalamessa sólo destaca que el administrador se comportó con sagacidad, extrema decisión y gran astucia y no dejó las cosas para mañana, que es tanto como decir nada. Además, a Cantalamessa le preocupa demasiado si el administrador pagó por su deslealtad frente al pobre hombre rico. ¿Desde cuando Jesús se preocupó por los ricos? ¿De verdad Jesús nos instó simplemente a comportarnos con sagacidad? Esta reflexión no cuadra nada con el mensaje por el que Jesús ha pasado a la historia (vgr. los ricos lo tienen fatal para entrar en el Reino de Dios), sobretodo si la ponemos en relación con el paralelo de Mateo 6,24: “Buscad primero su Reino (el del Padre celestial) y su justicia, y todo esto os será dado por añadidura” (Mt. 6,33). Y añado, la búsqueda es aquí y ahora.

De todos modos puedo estar equivocado, que doctores tiene la Iglesia.