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EL SER HUMANO, UN SER PERSONAL

La creación del ser humano supuso una auténtica novedad.  

Dotado de una naturaleza dual (espiritual y material al mismo tiempo) y compartiendo una serie de funciones con otras criaturas de la naturaleza material, el co-principio espiritual de su naturaleza (el alma) personalizaba la forma sustancial de la materia, constituyéndole así en un ser personal.

Es esto lo que convierte al ser humano en un ser relacional: en un ser capaz de tener, y en un ser capaz de relacionarse a un nivel intencional con otros seres espirituales y con Dios mismo. 

Vamos a ver ahora cuáles son las características fundamentales de los seres personales que el ser humano comparte, y que justifican que, por su participación en ellas, sea constitutivamente un ser relacional y por tanto capaz de Dios. 

Es la capacidad de transcenderse superando las limitaciones espacio/temporales que impone la materia, lo que permite a los seres personales compartirse según su voluntad, y es su capacidad de conocer y de amar transcendiendo lo efímero, lo que les permite no solo asimilar las formas sustanciales de otros seres mediado su conocimiento (esto es lo que queremos decir cuando manifestamos que el ser humano es un ser capaz de tener), sino también, una vez objetivado lo conocido y juzgado sobre su conveniencia, fijarse como objetivo no sólo alcanzarlo por cuanto que conveniente, sino el modo y los medios para llegar a su consecución 

Como hemos dicho, estas dos características son las que constituyen al ser humano como un ser relacional, y las que posibilitan también su comunicación a un nivel intencional con otros seres personales y con Dios mismo, precisamente por haber sido creado capaz de Él.  

Es ésto precisamente lo que vamos a ver en el artículo denominado El ser humano y Dios

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