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EL SER PERSONAL DE DIOS

Para hablar de este tema, hemos de partir de la consideración de las características del ser personal de Dios, una realidad que, por cuanto trascendente, nos resulta inefable.

Sin embargo, y del mismo modo que utilizamos cifras, fórmulas o notas musicales para significar una realidad que las transciende, me permitirán Vds. que, sin otra pretensión que la de ser fiel al contenido de la Revelación, instrumente unos sencillos conceptos metafísicos, en la confianza de que su utilización nos permita avanzar en la consideración de cuál sea y en qué se concrete la realidad de ese Ser trascendente al que denominamos Dios. 

Sabemos (porque así nos lo dice la Revelación) que Dios es una realidad espiritual (y personal, por tanto) tripersonal.  

Pero es que esa realidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) son a su vez realidades personales, cuyas especiales características (su modo de ser, de actuar y de compartirse ilimitado concretamente) hacen que las tres constituyan en tanto que integrantes, una única naturaleza: la divina.  

En Dios, pues, ser y naturaleza convergen, y coinciden precisamente con el concepto de aquello que denominamos Amor. 

Pero como ya hemos dicho al referirnos al concepto de ente, los entes son, tienen una forma de ser y de actuar determinadas, y como tales se nos manifiestan. Es así que, para hablar del ser de Dios (de lo que Dios es, de quién es Dios), cabe considerar su forma de ser (El Padre), su forma de actuar (El Espíritu Santo), y su forma de manifestarse (El Hijo). 

Y puesto que mantenemos que Dios es Amor, también podríamos hablar del Padre como la forma de ser del Amor, del Espíritu Santo como la forma de actuar del Amor, y del Hijo como la forma de manifestarse del Amor, asociando con ello al Amor con la personalidad de Dios, como diremos a continuación.   

(Sigue el razonamiento de este artículo en el denominado El Amor, personalidad de Dios

1 comentario

maría jesús -

A ver si me llega