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::: Dorotatxu :::

EL TECHO DE CRISTAL

Como final de una conversación entre amigos se me sugirió que hablara en el blog del Espíritu Santo, puesto que –como quien me lo sugirió decía- a menudo no se sabe distinguir muy bien entre aquello que decimos sobre el Espíritu Santo y aquello que decimos sobre Dios.

Lo que sucede, es que lo que se dice sobre uno y sobre otro, no es un motivo de distinción.

Me explicaré.

Cuando hablamos del Espíritu Santo, lo hacemos de la forma de actuar ilimitada de Dios. Del Poder ilimitado del Espíritu de Dios. De su operatividad. Del modo en que hace las cosas, del “amorosamente” de Dios.

Como el Padre y el Hijo, es un ser personal, es decir, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son tres realidades espirituales y por tanto personales.

Pero cuando hablamos del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no lo hacemos exactamente de un modo conforme a nuestras categorías humanas. No son tres personas distintas como si se tratara de un tú, de un yo y de un él cualesquiera, que unidas formaran algo que ni siquiera se muy bien como expresar pero que en todo caso sería un conjunto… 

Dios no es un conjunto, sino una realidad personal.

Una persona sobre la que cabe referirse a su forma de ser (El Padre), a su forma de actuar (El Espíritu Santo) y de su forma de relacionarse a través de sus actos (el Hijo).

Es como si, al hablar de una persona como nosotros, nos refiriéramos al modo en que se desenvuelve, a las características que le son propias, o a lo que de ella sabemos a través de lo que se manifiesta por sus obras. Estaríamos hablando en todo caso de la misma persona, ¿no es así?... Bueno, ¡pues eso es lo que hacemos al hablar de la Santísima Trinidad y de lo que El Espíritu de Dios (que es lo mismo) es!…

Pero vayamos con El Espíritu Santo.

De Él decimos que es el Paráclito, el santificador y el vivificador, y lo que queremos expresar con ello, es que El Espíritu Santo es “para nosotros”  

  • “el principio de animación”  por el que actuamos,
  • “el origen”  de nuestra propia motivación, es decir, la causa de nuestro aliento
  • “y el artífice de nuestra evolución”  a lo largo de nuestra vida hacia la plena unión con Dios…

Bajo su acción, es decir, bajo la acción del Espíritu de Dios en base a su Poder (el Espíritu Santo) y en la persona del Hijo que es en quien cobra realidad nuestra realidad, es como tiene lugar la evolución de los seres humanos hacia Dios.

Pero la plena unión con Dios también tiene lugar en base a la acción del Espíritu Santo, como ahora os contaré.  

Veréis:

Podemos llegar a reconocer el Poder del Espíritu de Dios actuando sobre nosotros como decía S. Juan, y a ello aludimos cuando hablamos del Espíritu Santo como del Dulce huésped del alma.

Es por los efectos de esa actuación sobre nosotros por lo que nos hacemos capaces de comunicarnos con Dios: pero realmente quien vive y se persona en el alma humana -supuesto que ésta haya alcanzado un grado de evolución suficiente- es la Santísima Trinidad, es decir, el mismísimo Espíritu de Dios, y eso es precisamente lo que supone la inhabitación trinitaria.

Pero vamos a ver un poquito ahora por qué decimos estas cosas.

Para hablar del principio de actuación de las esencias, mantenían los antiguos –los filósofos antiguos quiero decir- que “el existir antecede al ser, y el ser al actuar”.

Ese existir del que hablaban los antiguos nos adviene precisamente a través de nuestra forma de actuar, y es porque tenemos capacidad de actuar precisamente por lo que actuamos,

  • constituyéndonos al hacerlo en agentes causantes de nuevas realidades (a través de los efectos transeúntes de nuestros actos),
  • y evolucionando en el desarrollo de nuestro ser a través de los efectos inmanentes de los mismos.

Aunque dicho así suena un poco difícil, todos recordaréis cómo decíamos –al hablar de los efectos de nuestros actos- que era a través de sus actos como un lector, por ejemplo, además de convertirse en tal a través de realizar actos de lectura, podía como efecto de estos mismos actos fomentar los negocios editoriales, o cómo un ladrón o un arquitecto –también como ejemplos- a base de realizar actos en un determinado sentido, además de convertirse en tales por los efectos inmanentes de sus actos, eran capaces de esquilmar o de construir casas como consecuencia de los efectos transeúntes de los mismos.

Pues bien.

Puesto que Dios además de ser un ser subsistente e ilimitado es un ser que actúa, vamos a decir ahora que dentro de la actuación de Dios que se manifiesta y concreta en la persona del Hijo, El Espíritu Santo es “la operatividad de Dios”

Como ya decíamos en otro artículo, fue por un acto conjunto de la Santísima Trinidad motivado por su deseo de compartir su Amor con todas las criaturas (es decir, por un acto de amor del Amor),

  • por lo que el Amor se hizo amante al amar (que es lo que queremos decir cuando mantenemos que Dios se ama a sí mismo, y que no es sino el modo de referirnos a los efectos inmanentes del acto creador),
  • y constituyó en amante a lo amado (es decir, lo hizo capaz de participar de su acto creador como consecuencia de los efectos transeúntes del mismo).

Esta realidad se hizo tangible en la persona del Hijo y con la intervención del Espíritu Santo:

  • era por tanto mediante la intervención del poder y del querer de Dios en la Persona del Hijo
  • el modo en que se otorgaba al total de las criaturas la esencia y la existencia.

Recordaréis que cuando hablábamos del acto de ser decíamos que para que algo sea,

  • además de tener una capacidad de ser, una capacidad de actuar, y una capacidad de relacionarse –común a todos los seres de cada naturaleza, que era a lo que llamábamos esencia-
  • para que esas capacidades pasen de la capacidad al acto –es decir, de la potencia a existencia- era necesario “la puesta a punto” o la actualización de las mismas, que es a lo que nos referíamos cuando hablábamos de su existencia.

Pues bien.

El Espíritu Santo es el modo en que,

  • por la actuación de Dios a través suyo, puesto que El Espíritu Santo es el el Poder del Espíritu de Dios
  • no sólo nos adviene la existencia,
  • sino que se nos mantiene en el ser a todas las criaturas, puesto que es Él quien actúa sobre nuestra capacidad de actuar, a lo largo de nuestras vidas.

Así es, pues, como “se nos enciende”  y se nos mantiene activada nuestra capacidad de actuar,

  • y así es también como -por los efectos inmanentes y transeúntes de nuestros actos-
    • desde un punto de partida inicial que tiene carácter incoativo (el momento de nuestro nacimiento),
    • vamos evolucionando en el ser, en relación con el resto de las criaturas, a lo largo de nuestra vida.

Pero veréis lo que ahora os digo:

Suponiendo a los seres humanos debidamente actuados por Dios a través del Espíritu Santo y coexistiendo dentro de un conjunto que conforme a Su voluntad tuviera una realidad evolutiva en la Persona del Hijo,

  • aunque hubieran sido creados capaces de comunicarse con Dios e incluso de participar de su acto creador -que lo fueron-,
  • y aunque fueran capaces de concebir tal posibilidad e incluso la misma de motivarles en su actuar –que lo era-,
  • esos seres humanos nunca podrían por ellos mismos comunicarse con Dios sin haber superado previamente los obstáculos que para ello les imponía su naturaleza.

Es como si, aun siendo capaces de contemplar esa posibilidad, les separara de su realidad una especie de techo de cristal.

Pues bien.

Aunque tal techo existiera –que existe- el Poder del Espíritu de Dios actúa "en relación a nosotros" sobre esa frontera natural que suponen nuestras limitaciones, produciéndose como efecto una "a modo de ósmosis" en base a la cual,

  • lo que los seres humanos somos –y sin dejar de serlo-
  • una vez capacitados para traspasar "nuestro techo" bajo la acción del Espíritu Santo,
  • nos hacemos capaces de compartirnos y de participar en la Vida de Dios.

Es así como nosotros somos en Dios (por compartir las posibilidades ilimitadas de su Vida) y como Dios es en nosotros a través de su Gracia (que es a lo que nos referíamos cuando hablábamos de la inhabitación trinitaria)

En fin.

No se me ocurre nada más que deciros sobre El Espíritu Santo, salvo que es un Don de Dios en auxilio de nuestra conveniencia.

Ya se que no son más que palabras,

… pero si de algo os sirvieran…

7 comentarios

Dorota -

Tienes en forma de mini-artículo la contestación a estas preguntas, querido Joaquim

Joaquim -

No sé si me equivoco, pero creo que no se hace el necesario hincapié en la figura del Espíritu Santo, a cuyo amparo podemos encontrar cómodo cobijo aquellos a los que los dogmas nos dan un poco de repelús. En cualquier caso, es este un tema de alta teología, huidizo como pocos, del que cuesta enlazar cuatro conceptos de forma coherente, por eso ha resultado gratificante la lectura del presente texto, a buen seguro fruto de una mente ciertamente especial. Sólo una cosa, dices que quien vive y se persona en el alma humana -supuesto que ésta haya alcanzado un grado de evolución suficiente- es el mismísimo Espíritu de Dios. ¿No crees que afirmar que es necesario un grado de ‘evolución’ para conocer a Dios, que supongo es lo mismo que decir que hay que tener un grado de cultura o conocimiento de lo revelado, es en parte contrario a la enseñanza Jesús, cuyos destinatarios eran precisamente aquellos que carecían de ese grado de ‘evolución’ a quienes oponía frente a los ‘evolucionados’?

Ya puestos, otra cosa ¿Por qué la posesión del Espíritu no tiene los mismos efectos ahora que en Pentecostés? No será que el Espíritu también ha evolucionado, o que ha ido evolucionando la concepción que del mismo tenemos.

Dorota -

¿Y tú cómo sabes eso, Gorka?...
Al parecer, las noticias vuelan.
De todos modos, me alegro de que te haya resultado clarificador. No pretendía otra cosa.

Gorka 97 -

Un Tema nada fácil de explicar, sin embargo Dorota lo ha conseguido.
Dice:
"Dios no es un conjunto, sino una realidad personal.

Una persona sobre la que cabe referirse a su forma de ser (El Padre), a su forma de actuar (El Espíritu Santo) y de su forma de relacionarse a través de sus actos (el Hijo). "
Lo admirable de Dorota es que con su estilo claro, preciso y muy inteligente, lo ha sabido hacernos entendible.
Y lo ha podido hacer gracias a una gran formación teológica sacando su título de Licenciadad con nota de sobresaliente en la Universidad del Opus de Iruña (Pamplona).
A Dios rogando y con el mazo dando.


Alfredo -

Muy, muy bueno este artículo. Me ha encantado. No se ni cómo puedes expresarte tan bien. Fíjate que hasta creo que lo entiendo!!!

Leandro -

A mí lo que me llama la atención es el orden y la claridad de tus ideas. Como parece que está siendo ya una costumbre, os diré que yo escribo desde Cádiz.
Un saludo para todos.

Almu -

Siempre te digo que tus ejemplos son buenísimos. Esta vez a mí lo de la osmosis me ha encantado.
Y otra cosa! si celebráis una fiesta, contad conmigo. Iría desde Cantabria.