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Caprichos teológicos

TXORIA TXORI

Estábamos dos amigos y yo hablando del modo en que entendía la inculturación del P. Arrupe, cuando comenzó a sonar en el audio del local la tan conocida canción de Mikel Laboa (Txoria txori) que acabamos cantando los tres. Creedme que a mis dos "mocetones", enzambrados en llevar adelante (no sin salero, sin esfuerzos y sin dedicación) un proyecto para la formación de pequeños y medianos empresarios en Panamá, en un momento dado se les llenaron los ojos de lágrimas, y a mí también.

Para quienes no la conozcáis, la letra del Txoria txori dice así:

“Hegoak ebaki banizkion (Si le cortara las alas)

Nerea izango zen (sería mío)

Ez zuen alde egingo (no huiría)

Baina horrela, ez zen gehiago txoria izango (bis) (pero entonces ya no sería un pájaro)

Eta nik, txoria nuen maite (bis)” (y yo quería ese pájaro)"

Hablar, hablar, hablábamos de la necesidad de que en Panamá fueran ellos mismos quienes realizaran el proyecto. Nuestra postura sería la de asesorar, colaborar, gestionar fondos que mis amigos habían logrado conseguir de la Diputación... ¡Pero el proyecto sería de ellos!.

De ahí (y no se muy bien a cuenta de qué, pero supongo que sería inspirados por la canción) salieron el tema de los hijos, y propuesto también por uno de los tres, el de la pareja.

La idea latente y común a los tres planteamientos, era la de que al amor (y por amor) hay que dejarle ser.

No como nosotros queramos, sino como está destinado a ser...

En el tema de la educación (de la formación de nuestros futuros profesores en Panamá y de sus futuros alumnos), de lo que se espera de los hijos, o de lo que cada uno se plantea a la hora de compartir su amor en pareja, “late” nuestro amor.

Pero nuestro amor ha de saber renunciar a nuestros supuestos para que cada una de esas realidades llegue a ser. Porque serán. Y serán por ellas mismas.

Así, nosotros nos vamos viviendo en relación a ellas, y nos vamos muriendo al mismo tiempo...

Nos morimos a nosotros, para vivir en ellas.

En ocasiones, nuestro amor tiende a ser posesivo e impositor. Cuesta renunciar a eso.

Otras veces, nuestras ilusiones, nuestros sentimientos nos juegan malas pasadas.

Pero una cosa es clara: sólo se acierta de una manera...

... y pensad que no hay amor más grande, que el de aquel que gasta su vida por los demás...

Las cosas no son ni son buenas porque nosotr@s seamos o porque seamos buen@s.

Realmente hay que hacerlas, o dejar que se hagan, con nuestra mediación, pero con desprendimiento.

Creo que por ahí va un poquito el concepto de la inculturación del P. Arrupe...

Pero si alguien no está de acuerdo conmigo, es el momento de opinar...

 

A VECES YO TAMBIÉN SOY WENDY...

En su momento, alguien me llevó al país de los sueños y me enseñó a soñar. Comprendí así el valor de la fantasía, la fuerza de la imaginación, pero decidí volver a mi realidad.
Peter se quedó allí, en su ensoñación.
Una vez casada y con hijos, cada año él nos visitaba. Para él, en el país de la ensoñación, no pasaban los años: seguía siendo un niño.
En una de las ocasiones que estuvo en casa, ya pasados los años de nuestro primer viaje al País de Nunca Jamás, Peter (Peter Pan) se enamoró de mi nieta (también Wendy) y decidió madurar.
Así, ellos también se casaron y fundaron su nueva familia.
Eran muy felices, pero parece que Peter había perdido parte de su alegría.
El motivo era uno: centrado en su progreso material, completamente agobiado por su trabajo y por sus responsabilidades familiares, a Peter se le había olvidado ser niño: a Peter se le había olvidado soñar.
Desde mi madurez, yo sufría porque comprendía el alcance de esta situación.
Una antigua realidad (Hook), una irreal realidad que sólo existía en su imaginación, fue la responsable de que Peter cambiara.
Amenazaba a su familia. Amenazaba a su País de Nunca Jamás.
Se dio cuenta de que, por amor, necesitaba volver a soñar, y así lo hizo, y entonces (enfrentándose a sus temores y a sus agobios) volvió a ser Peter Pan.
Un Peter Pan padre, un Peter Pan esposo, y por cuya familia yo velaré desde el cielo puesto que me tengo que marchar...
(Wendy)
Me sorprendo a mí misma contándoos el sentido de mi sueño de ayer, pero es que me ha hecho reflexionar.
Dejadme ser un poquito esa Wendy (abuela y nieta) que, estando siempre a vuestro lado, os motive para comprender la importancia de soñar.
Un sueño que nos transporte de nuestra realidad cotidiana y en el que, enfrentándonos a nuestros “prevengas” sobre él y a nuestros temores, nos permita ser libres, nos permita volar...
Porque sólo sabiéndonos capaces de volar podremos volver a nuestra realidad cotidiana, a esa familia que todos compartimos (la humanidad) cargados de fecundidad, ¿no lo creéis así?....
Perdonadme este capricho literario.
Sólo pretendía seguir hablándoos de nuestra común-unión con Dios.

OS VOY A DAR UNA OCASIÓN...

Os voy a dar la ocasión de felicitarme. Hoy es mi cumpleaños.

Suspendo mis afanes para ponerme en presencia de Dios y decirle que soy consciente. Que agradezco todos sus dones (¡tantos son!), y que me maravillo de ver hasta dónde llega su Poder.

¿Cómo puede ser que, después de tantos errores (o quizá por ellos) se siga fijando en mí, me siga amando?... Hay cosas inconcebibles, ¿verdad?...

Agradezco mi vida en su integridad, con todas sus ocasiones. Va siendo un recorrido apasionante.

Mi familia son mi orgullo y  mi corona (perdonad la cursilada), pero vosotros también (mi familia virtual).

Para quienes no lo sepáis, la Virgen de la Almudena y S. Teodoro (cuyas festividades se celebran hoy) son los patronos de nuestro blog. Ellos con toda seguridad interceden por nosotros para que siempre nos guíe la Luz de Dios. A ellos les he encomendado ese "recado".

Ya sabéis que a María me encanta invocarle como la Omnipotencia Suplicante. Ella, la llena de Gracia, es la primera y más capaz de relacionarse con Dios. Sea, por tanto, nuestra Embajadora.

Por su lado, S. Teodoro me gusta, porque su nombre nos va bien. Etimológiamente significa Gloria de Dios. A él le pediremos especialmente que interceda para que nuestro blog no sea otra cosa.

Pero como El Señor ya sabe lo que llevamos en lo más íntimo de nuestros corazones, a Él, a quien no necesito ni expresarlo pero que para que lo sepáis a vosotros os lo digo, le pido que si dispone de mí "como teclado", que así sea, pero que sea Él quien toque vuestros corazones, y quien además le ponga a nuestro blog su incremento.

Pedid conmigo para que así sea.

 

A VECES PODEMOS SER FAROLILLOS...

Esta reflexión se me ha ocurrido tras la lectura de varios artículos que sobre las supuestas dudas de fe de Teresa de Calcuta han ido apareciendo en estos días.

Al parecer, la madre Teresa de Calcuta hizo el voto en 1942 de no negar nada a Dios, y en una de las cartas que ella escribe, podemos leer lo siguiente "Estuve a punto de dejarlo y entonces recordé el voto y eso me hizo levantarme".

Hay un buen libro para leer y comprender algunas de sus vivencias. Se trata de "Fire Within" (fuego interior) del padre Thomas Dubay.

En él se nos habla del sufrimiento de la pérdida y del sufrimiento de la sed, para explicar que el sufrimiento de la sed es más duro. Se nos dice también, que en el camino hacia la auténtica unión con Dios existe una etapa purgativa, la llamada "noche oscura" tras la que el alma entra en un estado de éxtasis y verdera unión con Dios. 

Pero como dice el P. Dubay, "aunque a veces la contemplación es deleitosa, otras es sustituida por una fuerte sed de Dios".

Teresa de Calcuta solía decir que la mayor pobreza era la de no sentirse amado, solicitado, cuidado por nadie, y era exactamente lo que ella esperimentaba en ocasiones en su relación con Jesús.

Así, su sufrimiento redentor era parte de la vivencia de su carisma al servicio de los más pobres de los pobres.  

Para ella, el sufrimiento era no sólo un medio para identificarse con la pobreza física y material, sino que a nivel interior se identificaba con los no amados, con los que están solos, con los que son rechazados.

Se diría que renunció a su propia luz interior para iluminar a quienes vivía en la oscuridad diciendo: "Se que no son más que sentimientos"

Era consciente que su sed de Luz no podía enturbiar el fundamento de su misión.

«Si un día llego a ser santa, decía la M.Teresa, seguramente seré una santa de la “oscuridad”. Seguiré estando ausente del Cielo para dar luz a quienes están en la oscuridad en la tierra...».

Así es como comprendió su oscuridad. 

Es posible tener una «alegría cristiana objetiva», como la llamó Carol Zaleski, y al mismo tiempo entrar en la prueba o sentimiento de no tener fe, porque no hablamos de los sentimientos de dos personas, sino de los de una persona con sentimientos a diferentes niveles..

Podemos realmente estar viviendo la cruz de algún modo -es dolorosa y nos hace daño-, y aunque la espiritualicemos esto no quita el dolor. Ahora bien, al mismo tiempo, podemos estar alegres porque estamos viviendo con Jesús, y esto no es falso.

Aquí está el cómo y el por qué la madre Teresa vivió una vida tan llena de alegría.

Su ejemplo nos puede llevar a una experiencia similar. Decididos a no negar nada a Dios, animémonos pues, a ser farolillos: a iluminar con la Luz que está con nosotros.

Dediquémonos a reflejarla aun en los momentos de oscuridad, porque será Ella la que nos ilumine y la que hará nuestro trabajo fecundo.

Que así sea.

 

EL SECRETO DE MI FUERZA

No digo que sea una mujer fuerte. Digo que se dónde estriba, o mejor en quien estriba la razón de nuestro valor, de nuestra fuerza, y es en nuestro trato personal con la persona de Cristo sacramentado.

Él es la piedra viva en la que toda las creación es recreada, y la piedra angular también con cuyas lascas se construye el edificio entero de la Iglesia

En la parte dogmática de la primera epístola de S. Pablo a los colosenses (versículos 15 a 20), refiriéndose al primado de Cristo leemos:

"Él es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, las visibles y las invisibles: tronos, dominaciones, principados, potestades, todo fue creado por Él y para Él.Él existe con anterioridad a todo y todo tiene en Él su consistencia.Él es también la cabeza del cuerpo, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primogénito entre los muertos para que sea Él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando mediante la sangre de su cruz los seres de la tierra y de los cielos".

Así, Cristo es el verdadero Adán por cuanto que origen, y la verdadera Eva por cuanto que realización de la nueva realidad de los hijos de Dios y por ello, estando de acuerdo con Karl Barth, mantenemos que sólo en la medida en que Dios se ha hecho hombre, podemos decir acabadamente que el hombre es la medida de todas las cosas.

Es porque la relación personal con Cristo se establece, por lo que la humanidad participa de la Gracia creada del Salvador, y es porque esto es así, por lo que se nos alcanzan la fe, la esperanza y la caridad, una participación de la Vida divina que no hace sino plenificar en nosotros nuestras naturales capacidades de conocer, de juzgar, de elegir y de actuar de un modo conforme y correspondiente al Amor de Dios.

Es de este modo como la humanidad entera, en relación y por los efectos de nuestros actos, llegamos a comunicarnos con el Amor, y es así también como podemos participarlo a todas las criaturas, animados por el Espíritu de Dios.

El desarrollo de este tema es parte sustancial del texto Peldaños de Luz que está a vuestra disposición mediante el correspondiente enlace. Pero para hablar ahora de cómo debe llevarse la relación nuestra, pobres lasquitas, con esa piedra viva y angular en la que la regeneración de toda la creación se produce, utilizaré dos citas de un texto que tengo entre manos (concretamente del egiptólogo Christian Jacq) en el que, relacionadas con la concepción filosófica de la divinidad de aquella civilización, podemos leer las siguientes expresiones:

"Dios crea tanto lo que está arriba como lo que está abajo, y vendrá a ti en un soplo luminoso. No debes creer en él, sino conocerlo,  experimentarlo"

(Cap. 11 del tomo 2º de la tetralogía "LA PIEDRA DE LUZ")

En otro capítulo (concretamente el 9) del mismo texto, podemos leer:

"No intentes analizar ni comprender lo que ves, pero mira con todo tu ser, ve con tu corazón y siente con tu espíritu" 

Estas expresiones de la espiritualidad egipcia destinadas a la iniciación de un postulante en una cofradía que durante unos cinco siglos (de 1550 a 1070 a.C.) vivió en el Alto Egipto y cuyos vestigios aún pueden ser descubiertos en el paraje denominado Deir el-Medinhe en la orilla oeste de Tebas, parecer hacer explícito el modo en que las palabras de San Gregorio de Nisa que ya incluíamos en un artículo anterior tienen cabida en el alma humana y que dicen así:

«No se trata de conocer algo de Dios, sino de tener a Dios en sí» («De beatitudinibus 6»: PG 44,1269c), es decir (esto lo añado yo), de hacer que nuestra relación con Dios forme parte de nuestra experiencia.

Para ello no es preciso racionalizar.

Ante la presencia de Dios es suficiente:

  •  “con mirar con todo nuestro ser”, es decir, con estar abierto a la trascendencia percibiendo toda nuestra pequeñez
  •   “con ver con todo nuestro corazón”, es decir, permitiéndonos a nosotros mismos escuchar a Aquel quien sólo es Bueno; 
  •  y con “sentir con todo nuestro espíritu”, es decir sintiendo todo nuestro espíritu  en comunicación con Él.

Es así como surge el diálogo y la comunicación, y es de este modo también como, cuando damos cabida en nuestra alma a la Palabra de Dios, sobre ella inhiere Su Gracia y con ella las tres virtudes teologales de las que hablábamos y que como decíamos nos plenifican.

Ése es a mi modo de ver la razón y la causa de nuestro valor y de nuestra fuerza, pero ni siquiera quiero que me creáis: quiero que lo experimentéis. Veréis cómo me dais la razón....

 

FIANDO RISAS

Mis nietitos nos prestan sus risas; unas risas que, como diría el poeta, nos hacen libres, nos ponen alas.

Su bienestar, su reconocimiento, su felicidad de saberse amados nos hacen felices.

Con ellas olvidamos nuestra monotonía, nuestros problemas, nos extasiamos...

Nos extasiamos ante el milagro de su nueva vida, de una vida que se nos ha dado y la que a través nuestro procede.

¡Con qué fuerza viven!, ¡con qué fuerza piden vivir!.

 Que Dios os bendiga, auténticos regalos de Dios.

Que sigáis prestándonos vuestras risas.

Que siempre sepáis reir así, por más difícil que la vida sea,

... y que nosotros sigamos viendo en vuestras risas un motivo para la contemplación y la alabanza.

Esker'ik asko, Pablo eta Irati, Irati eta Pablo.

LA CUESTIÓN DE NO HACER CUESTIÓN

Tratábale yo de explicar a una docta amiga mis sentires a cerca de una determinada situación, cuando en un momento dado ella argumentó: “el acierto que has tenido, es el de no hacer de ello cuestión”. 

La expresión me resultó tremendamente llamativa. Era cierto: sólo cuando algo nos cuestionamos, puede pasar a formar parte de nuestro interior, incluso aunque ese algo forme parte constitutiva de nosotros mismos, diría yo. 

Es curioso que esto que no deja de ser una anécdota, me sirva para analizar la postura de las hermanas de Lázaro, Marta y María, en el Evangelio del pasado domingo día 22. En Marta, la oración, la experiencia religiosa no se planteaba dentro de una situación de ajetreo provocada por la presencia de El Señor. En María sí. 

No se si ella le esperaría (acostumbrados como estaban a esperar el advenimiento del Mesías), ni tampoco cual sería su experiencia interior.  Pero sí se que ella le reconoció: “que hizo de su presencia cuestión”. 

Ella gozaba de su presencia: podía verle con sus propios ojos, y escuchar con sus propios oídos la Palabra de Dios.  Pero no son los ojos ni los oídos los que diferencian nuestra experiencia de la de María en la relación con El Señor, puesto que la Palabra de Dios se nos ha hecho explícita, y puesto que ella le veía y escuchaba con los sentidos del Amor.

Sólo nos diferenciaría “el no hacer de ello cuestión”. Cuando ajetreados como Marta no damos cabida a la Palabra de Dios en nuestro corazón, nos perdemos una jugosa experiencia porque grande es el gozo que se experimenta en la presencia de El Señor. 

Es un sentimiento íntimo, os diré. Te sientes en plenitud ante el amante amado y te sabes digno de amor, amado y amante a la vez. Realmente tu vida cambia: te conviertes y deseas reconvertirte cada vez para permanecer constantemente en presencia del Amor. S

upongo que todos tendremos la experiencia de que alguien nos quiera pese a ser lo que somos, sin merecerlo. Pero por si no es así, os diré que genuinamente ésta es: la del sentirse enamorado por, como dirían los ingleses, “haber caído en el amor”. 

Es que la presencia del Amor en el alma enamora ¿sabéis?, y para que esto sea así sólo hay que darle cabida en nuestro corazón. Pero os advierto: ésta es una experiencia que engancha, y merece la pena hacer de ello cuestión. 

EL CRUCIGRAMA DE LA FE

Relacionados con el artículo EL POR QUÉ Y EL CON QUÉ DE NUESTRAS RAZONES, aparecen un par de comentarios que parecen tener en común el tema de los evangelios apócrifos, y también la consideración expuesta en uno de los casos de si es razonable o no otorgar a las Escrituras un valor superior al meramente metafórico.

 

La reflexión sobre ello me lleva a comparar el contenido de las Escrituras con un "a modo de crucigrama" diseñado por Dios, en el que se entrelazaran distintos contenidos relacionados en todo caso con Su manifestación, y ante el que nosotros reaccionáramos con mayor o menor afán resolutorio siempre mediatizados por nuestro conocimiento o por nuestra capacidad de interpretación.

 

Pero veréis por qué digo ésto:

 Dios se ha manifestado de diversos modos y en diferentes momentos de la historia (podríamos hablar de sus intervenciones directas o teofanías; del modo en que se nos dirigió por medio de los profetas, o del modo último en que se nos manifestó por boca de “Aquel que sólo conoce al Padre”: Jesús de Nazaret).

Pero siempre lo ha hecho para que nosotros le conociéramos, y para que supiéramos también que su voluntad última era nuestra salvación. 

Todas estas intervenciones salvíficas fueron transmitidas en principio oralmente de generación en generación, hasta que llegado el momento, fueron transcritas por diversas fuentes y en distintos momentos de la historia, tratando sus autores de ser fieles en todo caso al contenido de la Revelación.

 

Es este contenido el que revela el carácter profético del Antiguo Testamento con relación al Nuevo,

o       no sólo porque en el Nuevo Testamento se nos refiere cómo es en Cristo en quien encuentran cumplimiento las promesas de la antigua alianza,

o       sino porque en él se nos refiere también que es en su persona y por su operación como se establece la Nueva Alianza de los seres humanos con Dios.

 

Así, Cristo nos habló de un Nuevo Mandamiento que compendiaba los de la antigua ley (“Amaos los unos a los otros, como Yo os he amado", nos dijo), pero también nos habló de los valores del Reino de Dios, de las condiciones que se requerían para formar parte de él, y de los efectos que se derivaban para el alma de su participación en aquel tipo de Amor (las Bienaventuranzas)

 

Sus palabras pudieron ser transcritas en más de una forma. En realidad poco importa nuestra interpretación. Lo que realmente importa, es que Cristo es la manifestación misma de Dios.

 Es en Él y a través de sus actos como se establece la Nueva Alianza de Dios con todos los hombres, pudiéndose comprobar por su medio cómo a través de las obras de un ser humano en plenitud de Gracia actúa mediante sus actos y se manifiesta actuando en ellos el Poder del Espíritu de Dios 

Es éste el Espíritu que impera en toda la Revelación, y como digo, poco importan ante Ella nuestras maneras literarias o nuestras interpretaciones.

 

Para resolver nuestro especial crucigrama, sólo hay que ceñirnos a los modos y maneras de Cristo, porque Él es la Palabra de Dios.

 

Y del mismo modo que ante un crucigrama en el que una misma palabra pueda tener distintas acepciones recurrimos a un diccionario para encontrar la más adecuada erigiéndolo en árbitro y apoyo de nuestras deliberaciones, bastará recurrir al Magisterio de la Iglesia ante cualquier duda sobre a la verdad revelada en la seguridad de que la selección que de las distintas interpretaciones haga, estará basada en datos históricamente contrastados y por lo demás debidamente fundamentados y coherentes con la verdad.