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EL VALOR DE LOS AMORES FAMILIARES

Publica la Editorial BIBLIOTECA INSTITUTO DE CIENCIAS PARA LA FAMILIA, un texto de Dn. Pedro-Juan Viladrich denominado EL VALOR DE LOS AMORES FAMILIARES del que, aparte de poder decirse que se trata de un libro inteligente y bien estructurado, nos sirve en esta ocasión para reflexionar sobre la identidad de lo que los seres humanos somos y hasta qué punto lo somos verdaderamente, en nuestras relaciones en comunidad.

 Comienza el Sr. Viladrich desde una consideración de valor como de la de “algo que es bueno, que por serlo es valioso, y por valer provoca aprecio y estima y deseo de tenerlo”, para pasar desde allí a analizar la razón de bondad de algunos valores a los que, por tener como origen la familia puesto que desde ella se difunden al resto de los escenarios compartidos y por considerarlos propios y específicos de ella, pasa a denominar valores familiares 

Así, y en base a que un valor es una bondad de verdad, es decir, un bien objetivo cuya razón de integridad, de verdad, de bondad y de belleza no la creamos nosotros puesto que la causa de su unidad, de su bondad, de su valía y aprecio no le vienen de fuera sino de dentro de la propia cosa, mantiene el Sr. Viladrich que “la bondad de un valor no depende de nuestro criterio, sino que está implícita en su propio ser con total soberanía e independencia”  

Esto es así porque todos los entes (es decir, todos los seres que son) en la medida que son como deben, lo son auténticamente (es decir, son verdaderos), y manifiestan en ellos la razón de unidad, de bondad, de verdad y de belleza que cada uno guarda en relación a todo lo creado. (Es notable la utilización que el Sr. Viladrich hace de los denominados Trascendentales Metafísicos).

 

 Pues bien. Mantiene el Sr. Viladrich, que la familia encierra muchas de esas bondades auténticas y de profunda verdad, pero que para que dichas verdaderas bondades puedan ser compartidas, es necesario en primer lugar conocerlas, siendo que en ningún caso podríamos asimilarlas en soledad.  

Por ello (nos dice) “es necesario comprender una dosis nuclear, un punto suficiente y verdadero de lo que son los valores de la familia para poder vivirlos dentro de ella” puesto que es precisamente dentro de cada una de nuestras familias, donde esos valores se enseñan y comparten de generación en generación.

Así, nos dice el Sr. Viladrich, insertos en nuestras familias, “nuestras relaciones familiares, entrelazándose, son aquello con lo que se compone nuestra singular e irrepetible identidad personal”, y puesto que esto es así,

o       puesto que la identidad en familia es una co-identidad, y puesto también que somos lo que somos en el seno de una relación de unión “vivida en comunión”,

o       podemos deducir que la unión es el principal bien de la familia, y la desunión y desintegración su principal mal. 

Es pues la de la familia una relación de unión en comunión, en la que la donación de la intimidad individual se realiza, y a través de la que los valores familiares se comparten “como algo a lo que se tiene derecho”, y “como algo debido en justicia” además.

 

Es ésta la segunda línea argumental que el Sr. Viladrich utiliza (la primera sería la metafísica de la que hemos hablado) en base la que pormenoriza y analiza las distintas relaciones que se establecen por el hecho de compartirse y en función de las distintas identidades individuales entre los diferentes miembros de una familia.

 

Pero vamos a quedarnos ahora con la idea de que como en la familia, también en la sociedad somos lo que somos en el seno de una relación de unión vivida en comunión.

 En esa relación, como en todas las relaciones, hay dos extremos (el origen y el término de la misma) y una razón:

o       una razón exterior a los mismos

o       que la justifica,

o       cuyos valores se comparten,

o       y en cuya transmisión encontramos la causa última de tal relación.

 

Dentro de esta relación co-existimos compartiendo una razón,

o       y es en la medida en que la compartimos como llegamos a ser mediante los efectos de nuestros actos de una u otra forma

o       y como llegamos a constituir, también de uno u otro modo, una sociedad.

 

Pero como es la razón de bondad de aquello que valoramos e incorporamos a nuestra existencia lo que nos hace evolucionar y lo que determina en último término nuestra conducta, tanto individual como colectivamente cabe hacer sobre ello una valoración moral.

 

Porque efectivamente la bondad de un valor no depende como diría el Sr. Viladrich de nuestro criterio,

  • lo que estimamos valioso para serlo, ha de tener en sí una razón de bondad, o dicho de otro modo, de conveniencia para el bien de cuantos lo comparten.
  Es así que lo que ahora vamos a denominar valores sociales se comparten, también como algo “a lo que cada uno tiene derecho” y algo “que a los otros es debido en justicia” en una sociedad,

o       y es en la medida en que esto se haga convenientemente,

o       como esa sociedad evoluciona conforme a los designios para la que fue creada, alcanzando a lo largo de la historia determinadas cotas de bondad y de autorrealización.

   Pero como unos u otros valores se transmiten y comparten en cada época y de generación en generación, hemos de ser conscientes de la importancia de su selección, y considerar el papel fundamental de la familia como crisol de una escala de valores de la que sus miembros participan y que comparten en comunidad, por cuanto que la familia es la célula de la sociedad.

 

 

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