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::: Dorotatxu :::

LA REALEZA DEL AMOR

Relacionado con el artículo "El Carpe Diem del Amor", aparece un comentario de mi amigo el micólogo (al que denomino así porque su alias es soy@setas.com) que merece por sí mismo una consideración.

Dice así:

"Una definición la de “amor verdadero” bastante restrictiva por otro lado. Cabría pensar quizá en el altísimo porcentaje de la población que termina sus vidas sin acceder, ni aspirar a ese “nivel” de amor. Teniendo en cuenta que el amor no parece ser un requisito indispensable para el matrimonio (es mi opinión, pero bastará con recordar cualquier boda de la realeza de los últimos siglos, para darse cuenta de que impedimento serio no es), quizá estemos hablando de una opción existente, al alcance de aquellas personas conocedoras y deseosas de tal, de manera equivalente al nivel de amor al que puede aspirar una monja de clausura, pero no excluyente de niveles intermedios de amor, increíblemente cariado en sus formulaciones"…

Yo me temo que no hay niveles intermedios en el Amor, “arrobasetas”: sólo en su práctica, en nuestra participación…

Y te digo además, que si hay algo que realmente resulta real en el Amor, es su condición de perceptible y su condición de añorable también.

Ambas cualidades subyacen en nuestras relaciones, y es por tanto lógico que coexistan tanto en las uniones de hecho, como en los matrimonios morganáticos, en las experiencias místicas o en cualquier otra modalidad de relación en la que nos decidamos a entregar nuestra intimidad.

Todos sabemos de amor y de desamor. Ni siquiera podemos confundirlos en cuanto el verdadero amor se nos hace manifiesto. Sencillamente sabemos que lo es. No es cuestión de formulaciones porque no puede restringirse a nuestra interpretación.

Lo que nos confunde es la idea de sentirnos a nosotros mismos como medida de todas las cosas. Así no es. El Amor está ahí para todos, y nuestro criterio no modifica en modo alguno su naturaleza puesto que no es susceptible de restricción.

Como te digo, está ahí y está ahí para todos. Sólo hay que tener la mirada limpia para percibirlo, y un corazón puro para participar generosamente de Él, y eso sea cual sea nuestro momento y sea quien sea el otro sujeto con el que queramos compartir nuestra participación.

Éstos si que son los requisitos para un verdadero  matrimonio y para decidirnos por tanto a una común-unión en el Amor.

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