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EL SECRETO DE LA JOVEN QUE CONDUCÍA UN BUEY

Mirad que cuento tan hermoso nos ha remitido nuestra amiga Begoñi, y juzgad sobre cuánto tiene que ver con la experiencia que decíamos de la contemplación en el artículo de EL RAYO VERDE. Dice así:

"Hace mucho tiempo, un granjero viudo murió dejando un hijo y una hija huérfanos. Los niños sabían que seis generaciones antes, uno de sus antepasados había quitado la ciudad para instalarse en aquel remoto lugar y cultivar su arrozal. En su lecho de muerte, el granjero había dicho a sus hijos: "Cuando yo muera, no vendáis el arrozal. Desde hace cinco generaciones, nuestros antepasados han creído que el fundador de estas tierras había escondido un gran tesoro en ellas. Hemos heredado un poema para ayudarnos a encontrarlo".
Mi padre me dijo que para entenderlo había que meditar largo tiempo. Pero como todos hemos pasado nuestras vidas trabajando duramente para mantener el arrozal, no hemos tenido tiempo de meditar. Yo os transmito este tesoro. "No trabajéis tanto como yo; sólo lo suficiente para tener para vivir, y dedicaros al poema".

Después de enterrar a su padre, los hijos abrieron el sobre que les había dado y leyeron estos versos:

Ni techo de tejas sobre la cabeza
Ni tierra a cultivar bajo los pies
Viste un nuevo hábito
Y parte con un bastón
Un solo paso bastará para hacer temblar el mundo
Como un dragón saltando sobre su presa.

Los hermanos pensaron: El abuelo tenía razón, el poema es incomprensible. Primero nos habituaremos a nuestra nueva vida y luego tendremos tiempo para meditar. Pasaron los años. Los hermanos trabajaron duramente. Tuvieron buenas cosechas, reconstruyeron la granja de sus ancestros y se ganaron el respeto de toda la comunidad.
Sin embargo, el hermano nunca estaba en paz. No conseguía dormir. Conocía el éxito y la riqueza, pero todo lo que representaba ese éxito - la casa, el arrozal, el jardín- eran obstáculos en su búsqueda.
"Si quiero tener tiempo, he de abandonarlo todo. Pero si renuncio al arrozal, lo habré perdido todo", pensaba.
Su hermana le propuso que se retirara a un templo. Mientras tanto, ella se ocuparía de todo.
El hermano pasó tres años en un templo, practicando de todo corazón y concentrado en encontrar el sentido del poema, sin poder resolverlo. Un día regresó a su casa.
A lo lejos, vio a una joven que conducía un buey. Llevaba un ramo de flores en la mano, y cantaba. Al acercarse más, se dio cuenta de que era su hermana. Su actitud, su mirada, era la de una persona que había encontrado la paz, la felicidad y la alegría.
La hermana escuchó atentamente su historia y le dijo: "Cuando te fuiste, me encargué de todo sola. Nunca sentí que fuera una carga. Mientras los bueyes araban la tierra, yo me decía: "puede que el tesoro esté enterrado aquí mismo".
Cuando me di cuenta de que el tesoro podía estar en cualquier lugar del arrozal, comencé a arar más despacio, poniendo toda mi atención en cada centímetro de tierra. Un día comprendí que cada trocito del arrozal era un tesoro. Comprendí que la tierra es preciosa, no sólo porque produce arroz, sino porque es tierra.
Comprendí que lo que buscábamos no era un tesoro particular, sino la presencia única de todos los seres en el universo. Sentí un gran amor por toda la vida y todos los seres".

(Este cuento lo escribió un gran maestro zen para su mejor colaboradora y amiga, laica).

2 comentarios

Karmelo -

Aquí tenéis un texto del P. Lizarralde, S.J., en el que se nos dice cómo S. Ignacio de Loyola equiparaba oración y contemplación. A ver lo que os parece:
"Dios ha querido tener necesidad de los llamados, respetando nuestra libertad, a pesar de nuestras debilidades humanas. Tiene tanta confianza entre nosotros que no ha juzgado bueno dejamos sus propios escritos ni tampoco estructuras ni programas elaborados por Él. El Resucitado nos ha dado su Espíritu y mediante Él se nos ha dado Él mismo. Otro consolador que nos guiará a la verdad entera si confiamos en Él.

La contemplación para alcanzar amor es la vivencia de Cristo crucificado. Ese respirar la presencia de Dios, en Jesucristo resucitado, en toda la creación, en la personal y en el entorno de nosotros mismos.

Conocemos la estructura de la contemplación para alcanzar amor. Las dos notas que pone S. Ignacio: "El amor consiste más en obras que en palabras y en compartir lo que tiene uno con el otro". Eso es lo que ha hecho Jesús y eso es lo que sigue haciendo a través de toda esta creación que estamos viviendo, personal y comunitariamente. Por eso S. Ignacio nos sitúa ante Dios para tomar conciencia de tanto bien recibido.

Desde la iniciativa de Dios, desde su mirada amorosa surge la novedad de la oración. Y esta novedad consiste en situamos ante Dios receptivos, porque de Dios parte todo lo que somos y tenemos y todo lo que estamos llamados a vivir. Tanto bien recibido para en todo amar y servir.

S. Ignacio leyó el mundo tres veces:
a) Como un vano soñador, un mundo sin Dios;
b) Como alguien convertido a Dios, huye de ese mundo: un Dios sin mundo;
c) Dios en el mundo, mediante una revolución total en su ser.

Ojos nuevos, cosas nuevas, otro intelecto, del que habla cuando descubre a Dios en el mundo, pero a través de ese Jesús que hace posible que llegue a este mundo y que el mundo pueda retornar a Dios.

Leyendo la correspondencia de Ignacio, correspondencia de negocios la mayoría, observamos que no se trataba de la correspondencia de un teórico ni tampoco la de un simple práctico, sino de la de un sabio que ha aprendido de qué hablar. Es una lectura que nacía de su discernimiento diario, psicológico y social. Discernimiento de los negocios, que es el reservo práctico del anverso teológico: "Buscad y hallad a Dios en todas las cosas", decía.

La contemplación no es un acto, sino una actitud, una dimensión, una orientación de toda la persona a toda la realidad, desde este Dios que está presente y actúa en toda nuestra historia y en toda la realidad.

Es contemplación "para alcanzar". Hay que trascender la visión meramente humana de la realidad. Hay que trascender una visión solamente humanista, una dimensión social, política, cultural, económica, etc. Hay que, alcanzar la verdad que se esconde en el centro mismo de todas esas realidades.

La contemplación para alcanzar amor, es más que una contemplación. Es una nueva manera de vivir.

S. Ignacio nos invita a dejamos impresionar por las realidades de amor que veo, que siento, que palpo. Amar es, fundamentalmente, ser receptivo, reconocer, aceptar, gozar, saborear los dones del amor. Dejarme impresionar para en todo responder con el amor, sirviendo.

Ya sabemos que uno de los puntos que desarrolla S. Ignacio es la conc iencia de que toda esta realidad que soy y toda la realidad que me revela es presencia personal de Dios, es don de Dios.

Es bueno recordar 1o que nos decía Karl Rahner sobre esta luz que es la oración: "Quien se atreva a abandonarse en Dios, ora en un sentido original que está en la base de todas las diferenciaciones de la oración. A esta luz la oración es la aceptación de la procedencia de Dios, aceptar que vengo de Dios y que todo me viene de Dios, como un regalo de la gracia”.

Aceptación del propio poder, de lo que soy, como dice S. Ignacio, lo que tengo de cualidades humanas, espirituales, etc. El hecho de estar situado en la realidad propia, en la que estoy, en libertad, responsabilidad, gracias a esta procedencia liberadora y alentadora de Dios. Libertad recibida de Dios, y de ahí que la capacitación de ser uno mismo y el ser ser capacitado para orar, son cosas idénticas.

La oración no es una ocupación singular, ni de horas, sino la más original consumación de mi propio yo. Todo esto significa esta contemplación para alcanzar Amor.

El dominico Jacques, pionero de la misión obrera, de los sacerdotes obreros, cuenta que "a los 25 años, ingenuo aún comencé a buscar a Dios. Cuando caí enfermo y tuve que ir a descansar a Suiza. La buena señora protestante que me recibió en su casa tenía un auténtico placer en compartir sus deliciosas confituras con sus pensionistas. En los desayunos y meriendas nos las traía en una bandeja cubierta con un paño en el que bordado de su mano se podía leer esta frase: "Dios es amor". Para un intrépido, como era yo, resultaba conmovedor, a la vez que lleno de humor, que cosas tan buenas, materiales fuesen presentadas en aquella bandeja bajo la frase "Dios es amor". Ahora pienso, que aquella frase fue penetrando poco a poco en mi alma, mientras hacía honor a las confituras. He olvidado muchas, cosas pero aquella breve frase prendió en mi corazón de tal manera que ahora comprendo que no hay ninguna otra verdad, ninguna otra lógica en el mundo que sea tan cierta y que sea la única luz en nuestras vidas. Dios es amor, Dios existe, Dios nos ama". Y esto es lo que viene a condensar S. Ignacio en la contemplación para alcanzar Amor.

Por, eso terminamos con la oración del "Tomad, Señor, y recibid" como respuesta sincera que condensa toada la respuesta de los Ejercicios.

“Tomad, Señor, como vuestra pertenencia legítima y recibid como mi pobre donación, toda mi libertad, mi propia y autónoma persona; mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad, las facultades de mi ser espiritual; todo mi haber, en cualidades corporales y mi poseer, en bienes de este mundo; Vos me lo disteis sin que dejara de ser vuestro; a Vos, Señor lo tomo, para que pueda ser realmente mío; todo es vuestro, porque sois la fuente de toda realidad; disponed a toda vuestra voluntad que es la mía Y mi ardiente deseo.”

No olvidemos que esa libertad del Tomad Señor y recibid para nosotros pasa por seres humanos. Aquí está la respuesta auténtica de la vocación del jesuita."

Gorka -

La frase final, es TODO:
"Sentí un gran amor por toda la vida y todos los seres".
La experiencia de Dios lleva a eso; es Nuestro Padre, más fuerte que la muerte como lo mostró Jesús en la Resurrección.
Ese Dios-Padre, cuya imagen es Jesús, es la Gran Ternura, que si le dejamos actuar por acción del Espíritu Santo,hace que sintamos una gran amor por toda la vida y todos los seres, como decía el cuento en sus últimas líneas.