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LOS EVANGELIOS SIN-OPTICOS

“Más vale acuerdo tácito que manifiesto” (decía Heráclito) manteniendo con ello que un punto de vista meramente histórico que nos atestigüe diversas y aún discordantes tradiciones, posee en su sustancia una riqueza y una solidez que no sería capaz de conferirle un testimonio perfectamente coherente pero de una sola tonalidad.

Este era el comienzo de un artículo a través del que pretendía argumentar cómo la realidad de la Iglesia está presente tanto en las predicaciones de Mateo o de Marcos como en el conjunto de la predicación de Cristo, cuando barajando diversa documentación me encontré con un artículo de Rubén Chacón que, ligeramente extractado, dice así:

“El Espíritu Santo inspiró ni más ni menos que cuatro “biografías” de Nuestro Señor Jesucristo. El evangelio según Mateo, según Marcos, según Lucas y según Juan.

El hecho de que haya cuatro evangelios indica por una parte, que se necesitó más de un evangelio para poder registrar en toda su dimensión la revelación del Señor Jesucristo. En efecto, cada uno de ellos tiene una parte del todo, de tal manera que juntos nos permiten apreciar el cuadro completo. Por otra parte, el hecho de que haya cuatro evangelios muestra también la suprema importancia que le otorga Dios a la experiencia de conocer a Jesucristo.

Ahora bien, los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas reciben el nombre de evangelios sinópticos (de los formantes griegos syn –junto- y opsis –ver), porque es tal la cantidad de material en común que contienen que puede ordenarse su contenido en tres columnas paralelas, y así, con una sola mirada, ver el cuadro general de su contenido. El evangelio de Juan, en cambio, tiene muy poco material en común con ellos.

Pero la distinción formal o literaria no es la más importante. Desde el punto de vista de la revelación existe también una gran diferencia entre los evangelios sinópticos y el cuarto evangelio.

Los tres primeros –Mateo, Marcos y Lucas- tienen un fuerte énfasis en la acción de Jesús: en su ministerio, en sus hechos y obras. Son fundamentalmente la descripción exterior de lo que Jesús manifiesta, lo que era visible para los demás. Son como una fotografía de Jesús.

¿Y qué es lo que allí encontramos?. Que nuestro bendito Señor Jesucristo fue en sus días de carne un hombre extraordinario, único, admirable. Manifestó en su vida un poder tremendo que le permitía sanar a los enfermos, echar fuera demonios, hacer milagros y resucitar muertos. Actuó con una sabiduría insuperable y mostró un amor sobrenatural. Fue un hombre de oración, un maestro que enseñaba con autoridad y un siervo incansable.

Ahora bien, toda esa maravillosa exterioridad de la vida de Jesús no era otra cosa que el resultado de algo interior. Lo que era por fuera se explica únicamente por lo que ocurría interiormente en Él. Por ello, tratar de imitar a Jesús sin aquella interioridad sería un rotundo fracaso.  Nuestra tendencia al leer los evangelios es rápidamente tratar de producir los mismos hechos y obras de Jesús, y tendemos a pasar por alto esa realidad interior de Jesús. De esa manera nos desenfocamos y perdemos el camino.

Pero ¿en qué consistía esa realidad interior de Jesucristo?, ¿dónde la podemos ver?. Aquí entra en acción el evangelio de Juan. La pregunta de fondo que responde Juan es: ¿qué hay en la vida íntima de Jesús que explica la clase de hombre que es?...

Lo de Juan, más que una fotografía es una radiografía. Sólo a un hombre como Juan que vivía tan cercano a Jesús hasta el punto de ser el único que se recostaba sobre su pecho se le podía revelar tal interioridad. ¿Y qué es lo que encontramos allí?: lo que hay en el interior de Jesús es la comunión íntima, profunda y permanente con su Padre.

Lo que Juan nos muestra en su evangelio es a Jesús viviendo la vida humana por medio de la vida del Padre que moraba en Él. Aunque exteriormente Jesús hacía muchas cosas, interiormente estaba abocado a una sola cosa. Interiormente hay solo una cosa necesaria, como le dijo Jesús a Marta.

Interiormente, Jesús vivía con el corazón vuelto permanentemente hacia el Padre, amándole, confiando en Él, esperando en Él, dependiendo de Él, oyéndole, viéndole y palpándole. Este el secreto que explica la clase de hombre que era Jesús. En Jesús nada era actuación: todo era desbordamiento. ¿Cuánto de lo que nosotros hacemos es actuación o imitación?, ¿cuánto es desbordamiento?.

Pero Jesús nos transfirió su secreto. Leemos en Juan 6,57 “Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por (por medio de) el Padre, asimismo el que me come él también vivirá por (por medio) de mí”.En otras palabras: de la misma manera como el Padre había morado en Nuestro Señor Jesucristo y éste había vivido por medio de su Padre, así también Jesucristo morará en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo y nosotros viviríamos por medio de Él.

En conclusión,

  • los evangelios sinópticos nos muestran el ministerio que la Iglesia debe llevar a cabo en el mundo.
  • Dicho ministerio no es otro que el mismo llevado a cabo por Nuestro Señor Jesucristo.
  • El evangelio de Juan, no obstante, nos muestra el fundamento de la Iglesia, y por ende, el fundamento del servicio que ella debe llevar a cabo.
  • Pero el fundamento de la Iglesia no puede ser otro que Aquel que fue el fundamento del hombre Jesús.”

Yo tenía previsto barajar fechas, hablar de destinatarios, ofrecer síntesis, barajar estructuras, decir que los cuatro evangelistas presentaban a Jesús bajo distintas ópticas según su intencionalidad, pero al final me encontré con este artículo tan especialmente luminoso a mi modo de ver que no he podido por menos que reproducir.

Así, he acabado considerando que lo importante no son las fuentes que los evangelistas barajaran ni las fechas de la respectiva composición.

Lo importante no es que Marcos nos presentara a Jesús como un laico judío que considerara superadas las tradiciones rabínicas de Israel y quisiera abrir el sentido de la Escritura a los paganos. Tampoco lo es que Mateo nos lo presentara como un rabino que predicara la llegada del cumplimiento de las Escrituras, que mientras que Marcos se fijara más en la persona de Jesús Mateo lo hiciera en su doctrina, ni que para Lucas Jesús fuera un profeta que quisiera llevar el mensaje más bello de la Ley a los paganos o que considerara que Israel había tenido su misión histórica que concluía ahora con la predicación del mensaje a los paganos.

Como decía Chacón, esto no eran sino fotografías de algo más profundo de lo que nos habla S. Juan. Es él quien nos transmite en su evangelio que la maravillosa exterioridad de la vida de Jesús no era otra cosa que el resultado de algo interior.

El Jesús de Juan es el de la Sabiduría encarnada que dio origen a Israel y al mundo: todo lo pasado ha terminado porque se dirigía a Él. Ahora es Él quien tiene la palabra, o mejor, todo lo anterior eran voces como Juan Bautista: Él es la Palabra de Dios.

Es precisamente la comunidad de quienes acogemos esa Palabra y permanecemos unidos a Cristo en cumplimiento de la voluntad de Nuestro Padre Dios los que constituimos la comunidad de los Hijos de Dios que es la Iglesia.

No importa que esta realidad esté expresada con más o menos acierto utilizando categorías humanas. Lo que importa es que sepamos que esta común-unión en el Amor existe en Nuestro Señor Jesucristo, y que el fundamento de tal unión, nuestro motor, no puede ser otro (como diría Chacón) que Aquel que fue fundamento del hombre Jesús, en quien la comunicación con el Amor y en el Amor fué restaurada (añado yo).

Esta reflexión seguramente no aporta gran cosa a la pregunta que se hacía Joaquim sobre la elección de Pedro y que decía así:

““La tradición católica afirma que Marcos, el primero en redactar un evangelio, fue el incansable compañero de Pedro (una especie de secretario) y que, por tanto, su texto tiene el privilegio de ser la plasmación del magisterio del apóstol. ¿Por qué nada dice Marcos (8, 27-30) sobre la elección de Pedro –del que no dudo que tuviera un ascendente especial, como Juan, sobre el resto de los seguidores de Jesús- y sólo aparece esta escena en Mateo (16, 13-20) que al respecto “sigue” a Marcos?””

Hasta donde yo llego y sin considerarme en absoluto una exegeta, pienso que la diferente redacción simplemente obedece a la intencionalidad en el modo de presentar una misma realidad.

Sirvan en todo caso estas líneas para dejar constancia de que tanto en el evangelio de Mateo como en el de Marcos (y como en el tercero de los evangelios en el que también se relata este pasaje, diría yo), se está considerando una misma cosa: la virtualidad de la comunidad de los Hijos de Dios.

Veréis:

Mientras que Marcos escribía su evangelio dirigiéndose a unos destinatarios que provenían del mundo pagano, Mateo lo hacía en arameo para dirigirse a judíos cristianizados.

En ese contexto, Marcos nos presenta la incomprensión de los discípulos ante los prodigios y la enseñanza del propio Jesús, y el evangelista se pregunta si por ello habría que desesperar de todos los discípulos, respondiéndose a sí mismo que no, puesto que contra toda esperanza, Pedro se aparta de la opinión de la gente para reconocer “Tú eres el Cristo”. Sólo había podido hacerlo en virtud de una revelación del Padre como comprenderá Mateo después.

Sin embargo, Mateo no se hace ninguna ilusión respecto de la Iglesia: el que menos se piensa puede claudicar, incluso Pedro, y por ello en su texto procura dar principios de conducta y jefes autorizados a la comunidad de los creyentes, incluyendo directrices sobre cómo tomar decisiones y resolver conflictos dentro de la comunidad.Para Mateo en la Iglesia santos y pecadores se hallan mezclados hasta la última criba, y sin embargo la Iglesia es enviada en misión al mundo entero.

Como véis, ambos hablan de lo mismo, y ésta es mi modesta aportación.

Espero que mis pobres intentos te haya servido para algo, querido Joaquim...

4 comentarios

dorota -

Como mi contestación a tu intervención también es muy extensa, cuelgo a continuación un articulo que se llamará LA INSPIRACIÓN DE LOS CRISTIANOS.
Espero tu opinión.

Joaquim -

Pues sí, me han servido de mucho, en cierto sentido. Y me alegro de haberte “provocado” un poco pues te ha salido un texto muy sugerente (aunque también me hubiera gustado leer el preparado antes de que Rubén Chacón saliera de la carpeta). De acuerdo con la afirmación inicial de que el testimonio múltiple y coincidente sobre un mismo hecho confiere visos de mayor probabilidad al hecho, pero también, a sensu contrario, un testimonio múltiple discordante se la quita. Y estarás de acuerdo conmigo en que Chacón también utiliza sus propios “lentes” cuando dice que unos son fotógrafos de lo externo y el otro es radiólogo internista, aunque como imagen puede ser útil. Es decir, cuando nos acercamos a los acontecimientos de la historia deberíamos despojarnos en lo posible de todo pre-juicio y no proyectar hacia el pasado nuestras actuales comprensiones de las cosas. Porque ¿qué quiere decir que los textos están inspirados? ¿Que quienes los escribían pusieron los ojos en blanco y bajo una situación de escritura automática guiada por el Espíritu nos dejaron aquellos relatos? De hecho, en los textos no hay ninguna nota que diga que fueron escritos bajo la inspiración del más allá. ¿Quién fue el primero en afirmar que los Evangelios eran textos inspirados? Los evangelistas no.

Se sabe perfectamente que Marcos sirvió de base a Mateo y a Lucas, que le copian. Y que Mateo y Lucas también utilizaron otro texto que no ha llegado hasta nosotros en aquello que coinciden entre ellos y no con Marcos. ¿Esto es estar inspirado? Afirmar que los sinópticos nos muestran el ministerio de la Iglesia y Juan su fundamento es un apriorismo claro, es hacerles decir precisamente aquello que queremos que digan. Se afirma también con rotunda y general aceptación que es muy poco probable que el Zebedeo escribiese una sola línea de su evangelio. Sí estoy de acuerdo en que los evangelios (y las cartas) nos ofrecen una visión más poliédrica y, por tanto, más rica de lo acontecido. ¿Qué pensaríamos hoy de Jesús si sólo conserváramos las cartas de Pablo? Para mí, es más afortunada la visión de que los actuales textos canónicos más que como expresión de lo externo o lo interno de la Iglesia (que entonces no sólo no existía sino que tardó bastante en aparecer como institución separada del cuerpo creyente), son fruto de un pacto entre las diversas tradiciones surgidas al amparo de lo que dijo e hizo Jesús.

Los textos pueden tener diferentes niveles de lectura y eso no nos tiene que asustar. ¿Porqué cierta teología tiene tanto miedo de la historia? Puede hacerse buena teología adaptada a los nuevos conocimientos de la historia sin que, aunque caigan algunos cascotes, se derrumben los cimientos de la Iglesia. Todos los hechos históricos casi sin excepción van siendo sometidos a revisión y el de los orígenes del cristianismo no es ni debe ser una excepción. Por cierto, las últimas reflexiones con las que terminas el post son mucho mejores que las de Chacón. Saludos y disculpas por la extensión.

dorota -

Es muy interesante lo que dices, Gorka. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Yo a Secundino también le conozco y le considero un hombre profundamente espiritual, aunque no he leído los textos que citas.
Tomo nota.

Gorka -

"Por ello, tratar de imitar a Jesús sin aquella interioridad sería un rotundo fracaso."
Supuesto este punto clave, de que no trata de leer simplemente los Evangelios sino no que es capital los contemplemos, dejarnos guiar por el Espíritu,escribo este comentario.
Los Evangelios fueron escritos hace XXI siglos y con mentalidad oriental, y debido a la crítica cristiana actual, al cien por cien científica, podemos llegar a lo que los evangelistas dijeron; encontrarnos con el mensaje auténtico de Jesús.
Dos ejemplos de lo que acabo de decir, son dos libros escritos por el carmelita Secundino Castro, uno para la comprensión exegético-existencial del Evangelio de Juan y otro sobre el Evangelio de Marcos por dentro, editados por la Editorial de la Universidad de Comillas.
La crítica protestante en un principio nos superó, pero hoy científicamente hablando, no tiene que nada hacer con la crítica cristiana actual, que deja campo abierto a lo que a cada uno le inspire Jesús.