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::: Dorotatxu :::

CASO Nº 10

Si recordáis, en mi participación como co-autora con el capítulo 10 en el texto Fe Vivida (editado por EUNSA), asimilaba al Espíritu Santo con la forma de ser y de actuar de Dios que se nos manifestaba sensiblemente y se nos participaba en una persona física: en Jesús de Nazareth.  

Él será, pues, nuestro protagonista. 

Por otro lado, y si atendemos a la segunda de las acepciones que del término antagonista figuran en el Diccionario de la R.A.E., nosotr@s mism@s podríamos presentarnos como antagonistas, puesto que por antagonista entendemos “el principal personaje que se opone al protagonista en el conflicto esencial de una obra”. 

El caso sería la obra de la santificación: una obra que podríamos situar en contextos distintos (porque distintas serían las épocas), pero que en ningún caso resultarían antagónicos por cuanto que la realidad de Jesús de Nazareth es una realidad metahistórica. 

Quiere esto decir, que el conocimiento que a través Suyo alcanzamos de la Ternura de Dios alcanza e informa de tal modo nuestra conducta en toda época, que es a partir del momento en que le prestamos nuestra adhesión cuando llegamos a comprobar en nosotros mismo que ésta adquiere unas características tales, que nos posibilita para ser vividos y actuar con la fuerza de Dios.  

Es en esto, y no en otra cosa, en lo que consiste la santificación.  Hasta aquí no existe el antagonismo entre nosotr@s y Jesús de Nazareth, puesto que aunque Él es “el Dios con nosotr@s”, tod@s nosotr@s también estamos llamados a ser en la Persona del Hijo “otro Cristo” siempre que permanezcamos unidos a Él compartiendo el Espíritu de Dios.  Es entonces cuando Dios habita en nosotr@s, y es entonces también cuando por encima de nuestros límites, llegamos a reconocer en nosotr@s, actuando mediante nuestras obras, la fuerza de Dios. 

Para que esto fuera así y en la persona del Hijo, Dios asumió nuestra humana naturaleza: Él se nos compartiría primero, para que nosotros, luego de conocerle, pudiéramos decidirnos a compartirnos con Él. 

Aquel que sólo conocía a Dios puesto que procedía de Él, es quien nos lo ha dado a conocer.  Él fue quien nos habló del ser de Dios como de una Trinidad de Personas, y fue también Él quien manifestó de Sí mismo ser el Hijo de Dios hecho hombre por Amor y para amar.  

Es de este modo como llegamos a conocer a Dios como al totalmente Otro, y fue así también como supimos de su Voluntad, una Voluntad que se hizo realidad en Jesús de Nazareth y a través Suyo, porque fueron los efectos de sus obras los que nos dieron a conocer y nos alcanzaron la forma de actuar de Dios. 

Fue porque Jesús de Nazareth era el Hijo de Dios y el Ungido, por lo que Dios se hizo hombre y pudo actuar entre nosotros, y fue el poder observar en Él los efectos del Amor de Dios en los seres humanos una vez que hemos hecho nuestra y actuamos según su Voluntad, lo que nos permitió comprender el destino al que estábamos convocados. 

Este conocimiento pasa de ser puramente teórico a un principio dinamizador de nuestra conducta en el momento en que se produce la aceptación, y es en nuestra opción precisamente donde encontramos la razón del posible antagonismo entre el ser humano y la persona de Jesús de Nazareth. 

La aceptación de la Voluntad de Dios por parte del Hombre-Dios y su actuación consecuente, tuvo como efecto la posibilidad de comunicación de los seres humanos con Dios en la medida en que compartamos su Espíritu. Pero somos nosotr@s quienes libremente tenemos que ejercitar esa opción, una opción de la que se derivarán nuevos efectos tanto para nosotr@s mism@s, como para entre nosotr@s mism@s, y para nuestro entorno. 

De ellos depende el cumplimiento de la Voluntad de Dios en la tierra: la instauración de la Sociedad del Amor. Una Sociedad en la que el conocimiento y el Amor de Dios se compartan, teniendo como origen su Palabra, y como efecto de Su aceptación y de la nuestra a la Voluntad de Dios. 

Pero para eso hemos de convertirnos de antagonistas en co-protagonistas: no podemos “oponernos al protagonista en el conflicto esencial de una obra”, sino aprender de Él y decidirnos a asumir nuestro papel dentro de la obra a semejanza Suya.

Es entonces cuando compartiremos su Unción, y será entonces también cuando haremos realidad mediante nuestros actos la Voluntad de Dios, en la tierra.  

Que así sea.

 

 

2 comentarios

Txebox -

joer... has conseguido hasta poner la foto arriba a la derecha!!! en breve hasta pones fotos a cada articulo tu sola :o)
borra este articulo si quieres para practicar

Txebox -

Bueno, ya veo que has metido más temas y todo... ves como no es nada difícil si le quitas el miedo?