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::: Dorotatxu :::

PARA ENTENDERLO

Como si de una conversación entre amigos se tratara, os diré, como el poeta, que confieso que he sufrido (más o menos igual que decir “que he vivido”).

El sufrimiento (a mi entender), si bien no es deseable a nivel humano, sí tiene una “bis” didáctica: humaniza, reordena y además ¡perded cuidado! que, con él, lo que se ha aprendido no se olvida. 

Una vez leí que lo peor no era la desgracia, sino la impaciencia dentro de la desgracia. Me explicaré.  

Veréis: cuando una persona sufre se ve muy, pero que muy limitada en su capacidad de razonamiento. Digamos que el cuerpo, al reaccionar contra el traumatismo, genera una especie de estado de anestesia que nos afecta. Y, cuando el nivel de sufrimiento es lo suficientemente alto, acabamos utilizando como recurso una especie de “piloto automático” para nuestro actuar: recurrimos a situaciones ya conocidas, ya practicadas por nuestro intelecto, y que ya las tenemos en nuestra “memoria intelectual” (al llegar a este punto podemos darnos cuenta de lo importante que puede ser la formación en una u otra escala de valores).

Pero bueno, centrándonos en el tema, digamos que una persona, cuando sufre, prácticamente solo sufre. 

Ante una desgracia de la índole que sea, el sentimiento más fuerte que se apodera de uno es el de incomprensión. No lo entendemos. No entendemos el por qué, ni el por qué a nosotros nos está pasando ésto o aquéllo. En ese estado, ésas son para nosotros las dos preguntas fundamentales. Te las sigues haciendo, mientras sigues sintiendo el dolor, vivo o ronroneante, pero inextinguible.  

Cuando tratas de contestarte, te encuentras con algunas respuestas. La más importante te la da la filosofía cristiana. Pero, aún y cuando tengas una predisposición a aceptarla (aunque nada más fuera porque te vendría bien), hay veces que sigues sin entender su mensaje ante el problema de la Cruz, o eso es al menos lo que me pasaba a mí: no me era asimilable un Dios Amor que A MI me enviase ese sufrimiento.

No entendía tampoco que me aconsejasen que, con una aceptación amorosa de Su Voluntad, le ofreciese “el fruto de mi penar”.  

 ¿Qué podía tener que ver la Voluntad de Dios con el desamor, la mentira, el sufrimiento o la muerte?, ó ¿Para qué podría querer Dios que yo le ofreciese mi sufrimiento?... ¡Era absurdo!... El sufrimiento no formaba parte de la esencia de Dios ni de sus cualidades. En realidad, el sufrimiento ¡ni tenía nada que ver con Dios!, o todo lo demás fallaba.  

¡Muchas vueltas le dí yo a mí cabeza hasta que, gracias a Dios, me pude dar a mí misma una respuesta!. Y os la ofrezco, por si intentáis “tratar de entenderlo”, como os decía en el titular del artículo, por si os sirve de algo. 

Veréis:

Dios no quiere mi sufrimiento, ¡me quiere a mí dentro del sufrimiento!.

Pero os diré más: no es que Él me quiera a mí (por aquello de que Dios ama a todas sus criaturas y al hombre/mujer en particular), y mucho menos que me quiera dentro de esa situación de sufrimiento, no: ¡El me quiere a mí, a ti, a todo nuestro yo, y quiere que yo, que tú, que nosotros, le queramos a El (que El siga siendo nuestra opción), aún y a pesar del sufrimiento!. 

“Lo peor es la impaciencia dentro del sufrimiento”. Es así: en la vida de cualquier persona hay de todo: alegrías y penas, gozos y sufrimientos.

Las personas, con una mentalidad eternamente adolescente, no nos damos cuenta cuando sufrimos de que las circunstancias presentes, por malas que sean, no son más que esos, circunstancias, y de que, como tales, no son ilimitadas en el tiempo. 

Antes os hablaba de ese mecanismo humano de “poner el piloto automático”. Pues bien, ahora os digo que, cuando ese “piloto automático” está animado por esa Opción (la de entregarle a Dios en esos momentos nuestro yo entero, todo nuestro amor y también todo nuestro dolor porque forma parte de todo nuestro sentir y de todo cuanto somos), se consigue un efecto: el dolor se dulcifica, se diluye...

Se produce esa anestesia que no emborracha (mayor cuanto más te entregues), ese abandonarse confiados a su Voluntad, a esa Voluntad de futuro que sin duda El tiene para nuestra vida y a la que nosotros no podemos acercarnos, ni siquiera en sueños. 

¡Hacedme caso!, porque, como os decía, yo confieso que he sufrido.            

2 comentarios

dorota -

¡Qué cosa tan bella, Zoe!...
Creo que has tenido una gran suerte al poder vivir esa experiencia.

Zoe -

Como tu dices el sufrimiento no es deseable pero ya de tener que ser poder aprenderlo maximo de el. En mi vida ha sido curioso,como he podido vivir mas mi experiencia espiritual a traves del dolor. Me daba cuenta que esos eran los momentos en que me ponia de rodillas,me quitaba la mascara y pedia ayuda. Eran en esos momentos cuando me sucedian los milagros,llamenlos cada uno como quiera,claridad ante el problema,descanso ante el dolor,paz..etc. Despues de muchas experiencias y todas solucionarlas de la misma manera,me dije ¿Porque no me quedo en esta postura? Si,la de rodillas,que no tiene nada que ver con la humillacion,sino dejando que las cosas transciendan,quitandome la mascara,dejando actuar al que sabe,al Espiritu Santo. La verdad es que pocas veces lo logro,porque tiendo a ponerme la mascara,a saber mas que nadie,a darle a la cabeza como una lavadora. Pero cuando lo consigo,si,es agua bendita!!!!