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::: Dorotatxu :::

EL ENCARGO

Una cuadrilla de constructores y artesanos, recibieron el encargo de construir los accesos a la Ciudad de Luz. Si por ella me preguntarais y si la tal Ciudad imaginar pudiéramos, pensar habríamos de hacer en un recinto en el que cuanto lo compusiera, sin perder su forma y por ser en sí luminoso, fuera también capaz de iluminar.  

La construcción iría pautándose, hasta que –llegado el momento- los nuevos aledaños,  formaran igualmente parte de la Ciudad.  

Los materiales serían pequeñas piececitas de colores –como piedritas con las que se compusiera un sugerente mosaico- en el que, cada piececita con su diferente brillo y su particular color, evidenciara, ya en construcción, su capacidad de recibir y reflejar la Luz que emanaba de nuestra resplandeciente Ciudad. 

En el encargo no se hablaba de la forma que los accesos habrían de tener, ni tampoco sobre el plazo para su conclusión.  

De hecho, la obra sólo se consideraría acabada en el momento en que los aledaños pudieran demostrar, no ya la luminosa capacidad de sus materiales, sino su propia y luminosa condición.  

Sabedores como eran de que el  nivel de excelencia de su trabajo y el acierto en los materiales elegidos se juzgaría por la medida en que lo que con ellos construyeran pudiera participar al cabo de la Luz proveniente de nuestra Ciudad, comenzaron su trabajo  integrando una tras otra las distintas soluciones a los diferentes problemas que les planteaba la construcción. 

Se dieron cuenta en un primer intento, de que un crecimiento sin referencia, ensombrecía por sí mismo algunas zonas, lo cual invalidaba –si no la calidad de los  materiales- si su operatividad. 

Debían, pues, referenciar su obra hacia la Luz, y ésta sería su primera conclusión. 

Acometerían su obra con una orientación certera, pero parece que esta manera de construir tropezaba así mismo con una dificultad. 

La infinitud, es decir, la ausencia de límites de la Ciudad de Luz, les hacía imposible conocer cuál sería el punto de acceso a Ella.  

Imposible circunvalarla para averiguarlo, decidieron ponerse en contacto con el Señor de la Ciudad, quien haciendo uso de su infinita Sabiduría, les facilitó tanto el acceso como el modo de acceder con su trabajo a la Ciudad de Luz. 

En realidad el trabajo no está aún terminado, pero esta pequeña recreación me servirá para deciros que, si de lo que se tratara fuera elaborar con las pequeñas piececitas de nuestros actos una integral que nos permitiera llegar a participar de la Ciudad de Luz, con nuestros maestros constructores y artesanos habríamos de aprender a integrar intención, orientación, y docilidad ante la manifestación de la Sabiduría de nuestro Padre Dios. 

En ausencia de estas premisas, y como les pasaba en el primero de los casos a nuestros constructores, en ocasiones nos encontramos a nosotros mismos construyendo una especie de escalera helicoidal, en la que quizá con la mejor de nuestras intenciones y contando quizá con instrumentos muy válidos además, por no tener la debida orientación o por negarnos a aprehender las indicaciones convenientes, no nos llevaría sino a construir indefinidamente, sin llegar a alcanzar nuestro objetivo final. 

Claro que siempre podemos enderezar el rumbo...

8 comentarios

Dorota -

El tema es cuando se pretende llegar...

Hola -

“Claro que siempre podemos enderezar el rumbo...”
Sin embargo, para enderezar el rumbo, es necesario percibir la necesidad de hacerlo. Como suele decirse, cuando uno no sabe dónde va, cualquier camino es bueno…
Allá cada uno con su conciencia.
Saludos

Dorota -

Si os fijáis, veréis que están cambiadas las fechas de este artículo y de vuestras intervenciones.
Es que -no se por qué- al pretender cambiar la palabra piecita por piececita, se me ha desbaratado el tamaño de todas las letras y lo he tenido que repetir.
Os ruego que no lo consideréis una intromisión...
... y gracias.

Dorota -

Os agradezco muchísimo vuestro ánimo, chic@s...
Y supongo que sí, Andrés, que -como decía un profesor de mi Facultad- un buen discurso es aquel que se encierra en sí mismo...

maría -

Estoy completamente de acuerdo con todos los que ya habéis opinado, pensé justo lo mismo antes de leerlos,así que yo añado ¡que capacidad de comunicación tienes!

Andrés -

Está claro que cuando alguien sabe lo que decir, lo puede decir de cualquier manera.
¡Ánimo, que tú puedes!

Bea -

Me asombra la capacidad que tienes de imaginar ciertas cosas. Me resulta hasta divertido la mayoría de las veces

Gorka97 -

Me parce muy acertado el comentario final:
"En ausencia de estas premisas, y como les pasaba en el primero de los casos a nuestros constructores, en ocasiones nos encontramos a nosotros mismos construyendo una especie de escalera helicoidal, en la que quizá con la mejor de nuestras intenciones y contando quizá con instrumentos muy válidos además, por no tener la debida orientación o por negarnos a aprehender las indicaciones convenientes, no nos llevaría sino a construir indefinidamente, sin llegar a alcanzar nuestro objetivo final."
Y a ese comentario le da luz la frase final:
"Claro que siempre podemos enderezar el rumbo..."