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LA TEORÍA DE LOS GLADIOLOS

Mucho se rió mi profesor de Metafísica cuando, para tratar de explicar el modo en que yo concebía no la creación humana, sino la procreación humana, le hablaba de mi teoría de los gladiolos.

No me cogía de la cabeza (como pienso que a nadie lo hará), la posibilidad que de una figura de varón (Adán) y una de hembra (Eva), ambas únicas, procediera toda la estirpe humana, y se me ocurrió formular la teoría de que tal vez con ellos sucediera lo mismo que sucede con un bulbo de gladiolo: si uno plantáramos, al cabo de un tiempo de esa misma raíz surgirían algunos más...

En medio quedaron algunos razonamientos sobre el modo de reprodución humana que invalidaban mi planteamiento, pero el pensamiento quedó en mí: algo incomprensible enconraba yo en la manera de entender no ya el origen sino el modo de continuación de la estirpe humana, y ello me llevó a concretar aún más mi combatida teoría dando lugar a una interpretación propia, tanto de este tema como de la vocación del ser humano a la perpetuidad, que a continuación expondré...

Veréis:

Nos dice el Génesis, que partiendo de la naturaleza material creó Dios al primer viviente, y lo hizo participándole una forma de ser y de actuar determinada que le permitirían, aparte de la posibilidad de relacionarse con otros seres de su misma especie para transmitir y compartir la vida propia (hablamos de relaciones de generación, de parentesco o de participación en determinadas formas sociales), asimilar, compartir o transformar las formas sustanciales de otros seres (pensemos en las funciones metabólicas, en la asimilación de conocimientos o en la realización de obras de arte o de creatividad en suma), de modo que partiendo de ese modo de ser y de actuar característico, la Vida de Dios fuera en él y a través de él mediante los efectos inmanentes y transeúntes de sus actos.

Pero aunque  nos encontráramos así con un viviente dotado de creatividad, capaz de actuar y por lo tanto de relacionarse, la perfección de su ser personal no comportaba la posibilidad de generar un viviente semejante a él capaz de transmitir la vida de Dios, puesto que la Vida de Dios no era algo que le conviniese por naturaleza.

Así (y sin su intervención) a ese ser humano le añadió Dios una nueva perfección (la capacidad de transmitir la dignidad de los hijos de Dios), constituyéndole en padre por cuanto que inicio (Adán), y madre por cuanto que modo de realización (Eva, "madre de todos los vivientes") de toda la humanidad.

Ambos serían una misma carne, pero no hablamos con ello del hecho de generar hijos al modo que lo hacen otras especies animales, sino de que ambos (Adán y Eva, principio y realización) servirían de sustancia para que, sobre su progenie,  habitara y los hiciera capaces de transmitir la Vida de Dios.

Así, cuando hablamos de que por esa nueva realidad (Eva) el ser humano (Adán) dejaría padre y madre, tampoco estamos hablando de nada físico, sino de una vocación a la Vida de Dios: de nuestra llamada a participar y a hacer realidad en nosotros y a través nuestro, la dignidad de los hijos de Dios.

¿Qué os ha parecido en qué quedó mi tan ingénua "teoría de los gladiolos"?...

3 comentarios

gorka -

Tengo del P.Rector de Comillas, el P.José Ramón Busto, unos apuntes sobre la Creación que dicen así:
"La unidad del género humano no viene dada por ser hijos de Adán, sino que viene dada por reproducir la imagen de Cristo que es nuestra cabeza.
El monogeismo ni el poligenismo son concepciones que se excluyan o se impongan desde la fe cristiana.
La unidad del género humano no se realiza pues, por venir todos de la misma Eva sino porque Cristo ee nuestra cabeza.
Sin embargo, en la actualidad los científicos vuelven a mantener desde presupuestos estrictamente científicos, que todos los hombres venimos de la misma Eva porque así lo exige la composición de nuestro ADN mitocondrial."
Parece que un poco te da la razón, ¿no?

dorota -

Creo que sí, Martika.
Que la idea que planteas es la misma: la necesidad de que seguir la Palabra de Dios sea para nosotros un absoluto.

martika -

Le he pedido al P. Gorrotxategi la introducción al evangelio del otro día, porque creo que tiene que ver con lo que tú dices de la vocación.
Es ésta, mira:

Los nuevos discípulos (Lc. 9, 57-62)


El primer invitado para ser su discípulo, se ofrece a Jesús generosamente, con todo entusiasmo y espontaneidad; un compromiso sin condiciones. Jesús responde con absoluta generosidad, pero deja bien claro que ser discípulo es una cosa extremadamente serie.

El segundo aspirante, tiene una diferencia obvia con el anterior y es que no es un voluntario, sino llamado por Jesús.

Resulta que es deber primario de la piedad filial para un judío el entierro decoroso de sus padres, y así la petición de que le diera tiempo para enterrar a su padre estaba de acuerdo con el mandamiento divino.

La respuesta de Jesús “deja que los muertos entierren a sus muertos” es una de las enseñanzas más radicales del Maestro: hay que estar preparados para ir detrás de Él contra viento y marea.

La analogía agrícola de Jesús, con el tercer invitado es bella y rica en significado; si se mira atrás, el primer surco no queda bien trazado, y el patrón resultante puede ser desastroso para la vista y para el campo.

Bajo ninguna circunstancia se puede mirar atrás antes de terminar el primer surco si se quiere que queden derechos todos los demás.

Este relato subraya la necesidad de un solo propósito incondicional por parte de los llamados a ser discípulos; si no, es imposible cumplir la llamada de Jesús"