Blogia

::: Dorotatxu :::

¡NOS MUDAMOS!

Como ya comentaba y habréis tenido ocasión de comprobar si habéis intentado abrir nuestro blog a lo largo de aproximadamente un mes, la página ha dado multitud de problemas por lo que hemos decidido trasladarnos. La nueva dirección es: http://dorotatxu.blogspot.com

 

Allí nos encontraréis si así lo deseáis, pero antes de despedirme de esta página que tantas satisfacciones me ha dado, quisiera agradeceros a todos vivamente vuestra participación. No hubiera sido posible sin ella, así que esker’ik asko eta laster arte (muchísimas gracias, y hasta pronto)

 

Dorota.

INCIDENCIAS

Estamos teniendo muchos problemas para abrir la página e intentando solucionarlos. En breve tendréis noticias mías. Hasta entonces, os envío un cordial saludo…

EL RINCÓN DE VUESTRAS PREGUNTAS

Porque a veces me las encuentro colgadas en otros artículos, he pensado que tal vez sea éste el lugar indicado para formular vuestras preguntas. Posteriormente las ubicaremos y trataremos de responderlas entre todos, ¿os parece bien?. Os espero.

LA GRAMÁTICA Y EL VERBO AMAR

Cuando utilizamos comparativos, adverbios, adjetivos, etc. -es decir, cuando estructuramos nuestro lenguaje de ese modo- parece que todo dependiera de nuestra apreciación. Pero realmente esto no es así cuando relacionamos nuestros sintagmas con el significado del verbo amar.

 

No amamos mucho, poco o tanto, sino que sencillamente amamos porque el amor es algo constitutivo y que no cabe constreñirse a un juego de palabras. De hecho, es cuando no damos valor a las palabras –cuando las mismas no nos condicionan- cuando verdaderamente hacemos nuestro con acierto el significado del verbo amar.

 

Esto es así porque el Amor no sólo es in-temporal e in-extenso, sino que subyace y prevalece a nuestro modo de ser, de modo que -si algo somos- lo somos “amando” y “amando en relación”.

 

Es por eso que para referirnos al acto de amar –o a nuestro “amar en acto”- la expresión más adecuada que se me antoja quizá sea la que utilizamos cuando decimos que “nosotr@s” –como integrantes de un todo unificador- “estamos amando” en cada momento de nuestra actualidad  -es decir, cuando utilizamos el plural mayestático enla primera persona del plural del presente continuo del verbo amar-.

 

No nos servirían los presentes de indicativo o de subjuntivo, los pretéritos perfectos o imperfectos, los tiempos futuros o condicionales, puesto que no estamos hablando de algo habitual, de algo pretérito, de algo futuro o de algo condicionado, sino de algo que -aún siendo todo eso también- sin ser actuado en todos nosotr@s y en cada momento, nosotr@s nunca seríamos.

 

Así pues, hablamos de algo que se nos participa y de lo que participamos participándolo, siendo que por esta participación y por el hecho de participarlo, aquel que actúa se hace actor y en tanto que actúa autor, al tiempo que cobra realidad por nuestra mediación todo lo que a través nuestro está llamado también a tener una existencia real.

 

La  cuestión es que todos tenemos el mismo modo de amar según cada una de las naturalezas, y sin embargo, no todos ponemos nuestro amor en acto con la misma pretensión.

 

La diferencia estriba en nuestra elección.

 

No es que sea necesario elegir para amar, puesto que también cuando elegimos estamos amando, sino que la cuestión es que podemos elegir desconocer o no asumir esta realidad.

 

Eso es lo que sucede cuando juzgamos el Amor o la medida del Amor en función de nuestra elección o según nuestra propia medida, lo cual nos lleva a convicciones ciertamente restrictivas de la realidad.

 

Porque el Amor es y existe, genera y motiva, opera y se expande con un dinamismo que le es propio y que, sin ser nuestro, por operar a nuestro través forma también parte de nuestra realidad.

 

Todo esto es lo que decimos cuando utilizamos el plural mayestático en la primera persona del plural del presente continuo del verbo amar, ¿qué os ha parecido?...

 

capítulo I.6 de SEÑOR DIOS, IMAGEN Y DON

capítulo I.6 de SEÑOR DIOS, IMAGEN Y DON

Le pregunta Dorotatxu a su abuela si Señor Dios tenía una Señora Dios… Vamos a ver ahora lo que ella le contesta:

 

o       ¡Pero el Señor Dios no tenía una Señora Dios!...

Claro que no, “pillina”...

... a El no le hacía falta...

 

Imagen procedía del querer y del poder de El Señor Dios...

 

o       ¿Y por qué no nació normal, amama?

Bueno, sí que lo hizo,

... si consideramos la especial forma de ser, de actuar y de comunicarse de El Señor Dios, chiquitina...

 

Verás:

Es al transmitirles la vida cuando los papás comunican a sus hijitos una forma de ser, una forma de actuar y una forma de relacionarse como la suya...

 

Y es esa forma de ser, de actuar y de compartirse que los papás y las mamás transmiten a sus hijitos,

... la que hace que los hijos de los gatitos sean y se comporten como gatitos,

... los de los perros como perritos,

... o los niñitos como personas…

 

El Señor Dios también compartió con Imagen una forma de ser, una forma de actuar y una forma de relacionarse como la suya, y por eso decimos que Imagen es igual que El Señor Dios...

 

Ese fue el primero de los motivos por los que El Señor Dios le puso su nombre, ¿lo recuerdas?...

o       Sí.

¿Y recuerdas el otro también?...

o       No…

 

Pues el segundo de los motivos era,

... que como Imagen era la voluntad de El Señor Dios hecha realidad, y además tenía el Don,

... Él era también el modo en que las cosas que El Señor Dios imaginaba se hacían realidad...

o       Sí…

 

Pues bien...

Un buen día El Señor Dios decidió compartir su Amor con todos nosotros…

 

Y como Imagen era la voluntad de El Señor Dios hecha realidad,

... y también el modo en que se hacían realidad para nosotros los deseos de El Señor Dios…

o       ¿Qué, amama?…

 

Pues que sucedió que, conforme a su voluntad,

... El Señor Dios nos regaló su Amor en Imagen,

... regalándonos al hacerlo la vida con su Don…

 

Entonces verás:

 

Los niños nacen,

... porque contando con lo que sus aitatxus y sus amatxus son,

... y contando también con el amor que se tienen entre los dos, El Señor Dios les regala la vida...

 

o       ¿Y los aitás y las amás no hacen nada, amama?...

Sí, bonita...

 

Los aitatxus y las amatxus,

... queriéndose mucho,

... colaboran con el Amor de El Señor Dios...

o       Ah…

 

(…)

 

¡Bueno!.

Ya sabes cómo nacen los niños, y muchos animalitos más...

 

Otros, y también las plantas, aunque no tengan una amá y un aitá, también reciben de El Señor Dios el ser y la vida para que puedan de ese modo manifestar en ellos la Gloria de El Señor Dios, pero de eso luego hablaremos...

 

Vamos a dejarlo aquí para empezar ahora con el juego, ¿te parece bien?...

o     Sí, amama

© Reservados todos los derechos 2006

 

 

EL CONOCIMIENTO DE DIOS DEL P. LARRAZKUETA

Se trata en esta ocasión del domingo 10º del año perteneciente al ciclo A. Las lecturas correspondientes son: Oseas 6, 3-6; Romanos 4, 18-25, y Mateo 9, 9-13, y el P. Larrazkueta nos dice así:

“Como todos los domingos después de haber escuchado las lecturas debemos preguntarnos: ¿qué me dicen estas lecturas hoy a mí?, ¿cuál es el mensaje que quieren transmitirme?

Las lecturas de hoy son una llamada de atención porque una vez más nos repiten que el verdadero cristianismo no consiste en un culto vacío ni en unas prácticas religiosas ni en devociones encubridoras de situaciones en el fondo falsas.

Las lecturas nos están llevando a algo fundamental del cristianismo: a decirnos que el verdadero cristianismo está en tomar en la vida una postura de misericordia, en practicar en la vida un amor que nazca de la justicia.

La Palabra de Dios comporta una llamada de urgencia a un cristianismo auténtico, a un cristianismo sin componendas, a un cristianismo de no medias tintas; porque todos tenemos la tentación de querer establecer un pacto con  Dios “yo te doy, tú me das”: yo te doy unas prácticas rituales y tú me das la salvación, yo te doy holocaustos y sacrificios, y tú me das el perdón (Primera y Tercera lectura).

Pero la Palabra de Dios me dice que las componendas no sirven: que los pactos humanos con Dios no valen, que los cálculos humanos siempre se quedan a mitad de camino, que Dios en último término, no necesita de nosotros ni de nuestros holocaustos y ritos (Salmo responsorial).

La Palabra de Dios por el contrario, me dice que somos nosotros los que necesitamos de Dios, que Dios no nos ama porque seamos justos, que Dios nos ama por todo lo contrario: porque somos pecadores, porque confesamos nuestros pecados.

Esto puede causar un escándalo a muchas espiritualidades, y a escandalizarse solamente tienen derecho los santos, los tontos…

Esto puede causar escándalo, porque escándalo es creer que lo grande de nuestros cristianismo no son las cosas que los hombres hacemos por Dios, sino lo que Dios hace por los hombres, y las lecturas de hoy nos dicen “Y Dios fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación” (Segunda Lectura), “porque no tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos” (Tercera Lectura).

Por eso nuestro primer deber y nuestra primera tarea debería ser la de luchar para acabar con nuestra autosuficiencia para poder llegar a confesarnos pecadores ante Dios, para poder llegar a descubrir a Dios nuestras enfermedades.

Porque Dios es capaz de sanarnos, de hacernos resucitar, de decirnos –como a Mateo- “¡Sígueme!”, sin importar que seamos pecadores como Mateo, sin importar que los demás nos consideren “publicanos”.

¡Tú sígueme!, ¡tú déjate perdonar!, ¡tú déjate sanar”, “porque no tienen necesidad de médicos los sanos sino los enfermos”, “porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”

Vamos a hacer a Dios nuestra petición confiada. Que Dios nos haga comprender que el primer paso de nuestro cristianismo es confesarnos pecadores y enfermos ante Dios, pecadores no cerrados a nuestros pecados, pecadores abiertos a la misericordia, pecadores abiertos a Dios, que fue entregado por nuestros pecados y que resucitó para nuestra salvación.

Éste es el verdadero conocimiento de Dios (Primera Lectura): creer que nuestro Dios está de verdad empeñado en salvarnos, y confiar más en Dios que en nuestros cálculos humanos porque –a fin de cuentas- lo único que permanece en el mundo es la fidelidad de Dios que está muy por encima de los hechos de los hombres.”

Excelente homilía, P. Larrazkueta

LA ESCUELA DE FOTOGRAFÍA DE ROMA

Mi viaje a Roma fue un regalo. Me lo hicieron mis hijos el día de la madre y me ha dado ocasión ciertamente de disfrutar y de descansar.  Nada os diré de la ciudad eterna, aunque todo lo que de Roma se percibe se puede referir: historia, arte, vestigios ancestrales, boato, manifestación de la sacralidad... Es ciertamente un regalo para los sentidos.

 

Pero, puestos a comparar, me pregunto qué pensaría un/a roman@ ante mi imagen favorita del Crucificado: El Cristo, la cruz, y una cristalera de alabastro de fondo como único adorno.

 

Ha sido esa imagen precisamente lo que yo me he preocupado por mantener en mi cabeza como punto de referencia de cuanto veía, porque sabía que en todo cuanto veía había un antes y un después aunque en todo aquello también latíera un similar actuar en pos de la vida, de la belleza, de la realización…

 

Un antes y un después de mi Cristo atestiguado por siglos de realización del espíritu humano en su coyuntural contextualización.

 

Mi imagen –de la que yo os hablo- la encontraríamos en la abadía cisterciense de Cañas -en La Rioja- y, para mirarla, es necesaria la elevación.

 

Para S. Bernardo de Claraval –fundador de la orden de l@s cistercienses- la luz era signo de la presencia de Dios en la historia, y os diré que yo comparto tal apreciación. La luz frente a la oscuridad. La luz que nos pone de manifiesto la oscuridad.

 

Así pues, con un objetivo –el de no desviar mi mirada del Cristo de la Luz- y equipada con mi trípode, mi diafragma y mi gran angular, es como procuré captar yo cuanto veía con la pretensión de no dejar velar la película de mi cámara con el resplandor que provenía de mi propio flash.

 

Las fotos que yo hice, me temo que no tienen materialidad. Me dediqué a captar el espíritu de las gentes a lo largo de los siglos, de esa gran ciudad.

 

Quise sentirme una romana más y tratar de coexistir con ellos a través de los distintos avatares y de las distintas concepciones de las que habla su materialidad: república, imperio, monarquía, politeísmo, monoteísmo, guerras, supervivencia...  

 

Ahí estaba y está nuestra luz, pero tal vez a ell@s -como a nosotr@s- pese a vislumbrarla les fuera difícil reconocerla. En nuestra Roma, en nuestro día a día, también hay politeísmos. También tendemos a sintetizar y a componer a nuestra manera la Luz. Hay guerras, supervivencia…

 

Pero lo que Roma nos dice es que esa luz existe, porque de ello dieron testimonio “iluminados” como Pedro y Pablo y algunos más. Todos ellos fueron auténticos fotógrafos de la Verdad. Fotógrafos admirables que descubrieron una nueva técnica.

 

En realidad no eran diferentes de ti y de mí. A lo largo de su vida realizaron múltiples instantáneas a través de las cuales podemos observar los claros-oscuros de su fe.

 

Pero un día llegó en el que descubrieron que otro tipo de ensayo producía unos mejores efectos. Aunque las vieran, ya no fotografiarían sus obras y sus circunstancias sin dejar que fueran traspasadas por una luz que, aunque no proviniera de ellos, sí estaba en su interior.

 

Allí estaba su laboratorio, y desde allí nos enseñaron a revelar.

 

Con ello “crearon escuela”, una escuela que fue expandiéndose desde Roma hasta los últimos confines del orbe en la actualidad.

 

Con su experiencia nosotr@s aprendimos, y también con sus ensayos aprendimos a ensayar.

 

Sin embargo el mayor de sus hallazgos, lo que quizá sea su  mayor aportación a la Escuela de Fotografía de la Verdad, sea el hacernos comprender que “el laboratorio de objetivación de la Verdad”, es decir, el taller de revelado de la misma, está en nuestro interior -como diría S. Juan de la Cruz-.

 

No es en lo que vemos con nuestros ojos en lo que encontraremos la Verdad, sino que lo haremos únicamente dejándonos impregnar con su Luz en la película personal de nuestra comprensión.

 

Esta es, por tanto, la fotografía sobre la verdad de Roma que en este viaje he efectuado para vosotros.

 

Con infinito cariño…

capítulo I.5 de SEÑOR DIOS, IMAGEN Y DON

capítulo I.5 de SEÑOR DIOS, IMAGEN Y DON

Vamos a saber un poquito más de cuanto le contaba la abuela a su nietita. Ella quería saber por qué su amama sabía todas esas cosas, y esto es lo que la abuela le contesta…

o ¡Amama¡...

Dime, Dorotatxu...

o ¿Y tú lo sabes todo sobre el Señor Dios?

¡Desde luego que no, chiquitina!...

o ¿Y qué no sabes?...

Pues, por ejemplo...

... no sé cómo, de entre todos los niños del mundo, me han ido a tocar precisamente a mí los más maravillosos...

o ¡Eso lo se yo, amama¡...

¡¿Qué tú lo sabes?!

o … Será porque el Señor Dios es muy bueno, ¿no?...

Sí, bonita...

Será por eso, y porque me mira con los ojos de Su Amor…

(…)

o Amama, ¿y es verdad que yo me parezco mucho a ti?...

Sí, Dorota,

... tú te pareces mucho a mí...

o ¿Y que tú me pusiste mi nombre?

Así es…

... ¡yo te puse tu nombre!...

o ¡Pero es muy raro!, ¿no?...

¿Tú crees?....

... a mí me parece precioso...

¿Me dejas que te explique por qué te lo puse?

o Sí...

Pues verás…

Tu nombre en castellano significa regalo de Dios (Dorotea), y adoración (Teodora)...

... Y te puse ese nombre porque en cuanto te ví comprendí que tú eras para mí un regalito de El Señor Dios, y en aquel mismo momento le di gracias por tenerte...

o ¿Y por qué le diste gracias?

Pues…

… porque fue el conocerte, el apreciar todo lo que tú eres y todo lo bueno de que eres capaz, lo que me sirvió para darme cuenta de lo que es la Gloria de El Señor Dios, ¿me comprendes?

o No, amama...

Sí, bonita...

Lo que quiero decir es que tú eres un poquito de los ojos del amor para mí...

... de cómo me mira El Señor Dios a mí,

... de cómo te miro yo a ti,

... y de cómo, a través de ti, he de mirar yo a El Señor Dios...

… ¿Porque a que tú también sabes muchas cositas, eres muy generosa y le quieres mucho a tu perrito?...

o Sí…

Bueno…

Pues eso te pasa,

… porque te pareces un poquito a El Señor Dios,

… porque tú también puedes imaginar lo que tu perrito necesita,

… y porque para eso, y para hacerlo realidad, tú también tienes un poquito de su Don...

o ¡¡¡¿De verdad, amama?!!!

Por supuesto que sí, muñequilla:

… ¡El mismo Señor Dios te lo ha dado!...

(…)

o ¡Dime más, amama!...

Pues verás...

Antes hemos estado hablando del Principito, ¿verdad?...

… de cómo él veía su rosa como la más bonita del mundo porque la veía con los ojos de su amor…

o Sí…

Y decíamos que eso pasaba porque él la cuidaba dedicándole todo su amor, ¿no es así?....

o Sí...

También decíamos que así miraba El Señor Dios, ¿lo recuerdas?…

o Sí, amama, también…

Bueno…

… pero a ver si sabes decirme por qué...

o ¿Porque El Señor Dios es muy bueno?

Sí bonita...

… Porque El Señor Dios es muy bueno y por eso nos quiere...

Porque El Señor Dios es totalmente bueno y sólo hacía cosas buenas tuvo a Imagen, su Hijo…

... pero nosotros también procedemos de su Amor y queremos un poquito así, sólo que como no podemos hacer las cosas tan sólo con desearlas como las hace El Señor Dios,

… necesitamos que haya una amá y un aitá para comunicar nuestro amor…

o Yo eso no entiendo, amama…

Sí, bonita, verás…

(…)

Tú te acuerdas de tu aitite?

o Sí, amama, me acuerdo muchas veces…

o … ¡pero él está en el cielo!…

Sí, sí, cariño,

… pero verás lo que te quiero decir…

Aitite y yo también nos mirábamos con los ojos del amor y nos queríamos mucho...

Nos queríamos mucho, y los dos nos dábamos todo nuestro amor,

... aitite a mí, y yo a aitite...

Fuimos muy felices...

Nos queríamos tanto el uno al otro, que llegamos a ser los dos uno, y de nuestro amor nació tu amatxu, ¿me comprendes?...

(…)

o ¡Amama!, ¿por qué cuando te ríes arrugas la nariz?

¿Lo hago?,

... ¡pues es sin darme cuenta!...

(…)

o ...¿O sea que porque tú y aitite os queríais mucho nació la amá, amama?

¡Sí, bonita!...

o ¿Y yo también nací así?

¡Por supuesto que sí, cariño!

o ¿ Y también Imagen nació así?.

Sí, chiquita, sí...

... Imagen también procedía del Amor de El Señor Dios...

o ¡Pero el Señor Dios no tenía una Señora Dios!...

© Reservados todos los derechos 2006