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LA PRIMERA DE NUESTRAS COMÚN-UNIONES

La Eucaristía es el Sacramento de la común-unión de Cristo y el/la cristian@.

Mediante la invocación al Poder de Dios que efectúa el sacerdote (la epíclesis), la acción del Espíritu Santo transubstancia (es decir, modifica la sustancia) de las especies (el pan y el vino) constituyéndolas en el cuerpo y la sangre de Cristo: del Cristo, Dios, y del Cristo, hombre.

Éste es el primer efecto de la actuación del Espíritu de Dios:

  •  el pan de nuestras ofrendas cambia su naturaleza y se convierte en el PAN DE VIDA,
  •  y el vino de nuestras ofrendas se transubstancia también, convirtiéndose en su principio de animación: en el VINO DE LA NUEVA ALIANZA.

Es así como se realiza la presencia de Cristo entre nosotr@s.

Pero es que el Sacramento de la Eucaristía tiene también otro efecto, que es el de nuestra propia transubstanciación, es decir,

  •  el de nuestra propia presencia en Él.

Es ahí donde se produce la común-unión.

Me explicaré:

Sucede que, por el hecho de compartir la naturaleza humana y la Gracia creada de Jesús de Nazaret, y por el hecho de estar ofreciéndose junto al pan y al vino nuestros humanos modos de ser y de actuar para que sobre ellos actúe y provoque sus efectos el Poder del Espíritu de Dios (El Espíritu Santo),

  • los mismos también se ven “transubstanciados” 
  • de modo que, como efecto de este hecho, el/la cristian@ se va haciendo cada vez más capaz de ser “cristificado”, es decir, de hacerse cada vez más “otro Cristo”, de hacerse cada vez más “semejante a Él”.

Esta posibilidad que sobrepasaría totalmente nuestra capacidad (puesto que la participación en la Vida divina que supone la Gracia no nos conviene por naturaleza),

  • se nos da por Cristo, con Él y en Él.

Así, pues, es por los méritos de Cristo, y por el hecho de participar en Él y con Él de su naturaleza y Gracia creada, por lo que nuestra capacidad de ser y de actuar humanas son transubstanciadas,  de modo que, contando con las “vitaminas” que Su Gracia comporta y que como decíamos atañen a nuestra fe, a nuestra esperanza y a nuestra caridad,

  •  nuestro modo de conocimiento de Dios (que procede de la asimilación de su Palabra y como efecto de la virtud de la fe),
  •  y nuestro modo de tender hacia Él (que procede de compartir su mismo Espíritu y por efecto de la virtud de la esperanza),
  •  originan que nuestra actuación sea tal,
    •  que a través de los efectos inmanentes y transeúntes de nuestros actos,
    •  podamos llegar a compartir entre nosotros y con todas las criaturas –en la medida de nuestras posibilidades- el genuino Amor de Dios (como efecto esto último de la virtud de la caridad) 

Pero como ya hemos dicho,

  •  aunque estas virtudes teologales que comporta la Gracia se nos dan gratuitamente,
  •  nos corresponde a nosotros hacerlas nuestras: tenemos que actuarlas, es decir, tenemos que actualizarlas (hacerlas realidad) en nuestra vida.

De ahí la necesidad de frecuentar los Sacramentos.

A mí me gustaría que lo hiciéramos conscientemente, y el informaros de Ellos en la medida de mis posibilidades es la tarea que me propongo.

Pensad que el Amor de Dios está ahí para tod@s nosotr@s, y que nosotr@s sólo tenemos que querer apropiárnoslo.

Es sólo que con nuestras solas fuerzas no podemos.

  •  Necesitamos la actuación de su Gracia:
    •  una Gracia que nos inhiere a través de los Sacramentos.

¡Frecuentémoslos, pues!. 

1 comentario

Gorka -

Hay un precisión y claridad que no es fácil hacerlo.
Todo me ha gustado;subrayo:
nuestro modo de conocimiento de Dios (que procede de la asimilación de su Palabra y como efecto de la virtud de la fe),
y nuestro modo de tender hacia Él (que procede de compartir su mismo Espíritu y por efecto de la virtud de la esperanza),
originan que nuestra actuación sea tal,
que a través de los efectos inmanentes y transeúntes de nuestros actos,
podamos llegar a compartir entre nosotros y con todas las criaturas –en la medida de nuestras posibilidades- el genuino Amor de Dios (como efecto esto último de la virtud de la caridad"
El Amor nos hace más amor, y por lo mismo más libres y felices, más personas.