Blogia
::: Dorotatxu :::

LOS ADOLESCENTES Y EL ESPÍRITU DE DIOS

En una ocasión me propusieron participar en una tarea común a varios co-autores, que consistiría en tratar de explicar del modo más sencillo posible y cada uno desde su experiencia, los distintos artículos del dogma católico. Como la selección de mis co-autores fue francamente buena, el resultado también lo fue, y así es como nació el texto FE VIVIDA, del que podrán tener noticia a través del enlace correspondiente. Mi trabajo consistiría en explicar el apartado “Creo en El Espíritu Santo”, y os diré que tratando más o menos de seguir los patrones que me propusieron en cuanto a la forma, el enfoque que elegí fue presentar al Espíritu Santo desde los efectos perceptibles del Espíritu de Dios en el ser humano, con el lenguaje más proclive posible para lectores adolescentes, y con el siguiente resultado: 
  1. Me presento
 

Mi nombre no importa.

 

Esta afirmación tiene que ver con el tema que vamos a tratar a continuación, así que tendréis que permitirme utilizar un pseudónimo.

 

Intento con ello dar testimonio de algo que pretendo argumentar, y que es…

… que quien enseña, por quien aprendemos, y por quien nos hacemos fecundos en nuestra tarea es, precisamente, el Espíritu Santo…

 

De mí sólo os diré que me sé hija de Dios,

… que hace 53 años que nací, y que en su día me cupo el orgullo de dar a la Luz otros cuatro hijos suyos a mi vez…

 

Que soy licenciada en Ciencias Religiosas por la Universidad de Navarra, y que pertenezco a la primera promoción de titulados del Instituto que nos da nombre.

 

Que he hablado y he escuchado…

… y que fruto de esta escucha, es esta frase a la que sistemáticamente recurro y que hoy voy a utilizar a modo de introducción…

 

Veréis cuál es:

 

“Una jovencita de cierta edad” –mi madre- cada vez que la voluntad de Dios contravenía la mía (cosa que no pasaba muy a menudo, pero que alguna vez pasaba puesto que yo no dejaba nunca de proyectar cualquier cosa, y, al parecer, no todos mis “proyectos” eran convenientes a Sus ojos para mí), cada vez, digo, y cada vez con esta misma cadencia, mi madre me decía:

… “Todo está dispuesto por el Señor a-mo-ro-sa-men-te”…

 

¡Cuántas veces me he acordado de esta frase!

 

Vosotros os preguntaréis a ver qué es lo que puede tener que ver el Espíritu Santo con esta confidencia que os acabo de hacer, y es a mí a quien me toca explicaros que la coherencia es total,

… ¡por cuanto que el Espíritu Santo es la ternura de Dios!...

 

Su modo de ser y de actuar ilimitados…

… su grandeza…

… su condescendencia…

… su principio de dinamismo…

… ¡su vida!...

 
  1. Contenidos
 

Para centrar este concepto,

… el Catecismo de la Iglesia Católica nos habla del Espíritu Santo como de la Gloria de Dios,

… y nos dice además, que aunque el Espíritu Santo es una persona divina como lo son el Padre y el Hijo, su ser permanece escondido a nuestros ojos…

 

Si lo pensáis bien, esta afirmación es lógica…

 

¿Qué por qué, decís?

Pues…

… porque la Gloria de Dios, como la belleza, la armonía, la bondad, la juventud, los valores, las virtudes, u otras muchas realidades intangibles por ser espirituales, no son realidades visibles a nuestros ojos, sino que necesitamos que nos sean tangiblemente manifestadas…

 

Pero ¿cómo se nos manifiestan?, me preguntaréis…

¡Pues veréis!:

 

Algunas de estas realidades espirituales podemos observarlas “encarnadas” o “revestidas de materialidad”. Es el caso de las cualidades, o de lo que en metafísica se denominan “accidentes”,

… unas realidades cuya particularidad consiste en que no existen sino “en algo” o “en alguien”, ¿comprendéis?...

¡Seguro que sí!

 

Pero, en ocasiones, lo que se nos manifiesta no es una cualidad, o un “accidente” (como el color o la cantidad, por ejemplo),

… sino que lo que se nos manifiesta es un ser personal…

… un ser espiritual…

… ¡o Dios mismo!...

 

¿Y cómo se manifiestan los seres personales, os diréis?...

 

Pues el modo en que se manifiestan los seres personales es a través de su palabra…

Por la palabra las personas nos transcendemos, y así manifestamos quiénes somos, y también cuáles son nuestras intenciones…

Esto último es muy importante,

… porque son las intenciones las que dan a conocer el por qué y el para qué de nuestros actos…

 

Pero si lo que queremos conocer no es quién es y por qué hace las cosas un ser personal,

… sino que lo que queremos conocer es el modo de ser y de actuar que lo animan,

… entonces lo que tenemos que hacer es atender a las operaciones que ese ser personal realiza, es decir, ¡a sus propios actos!...

 

¿Recordáis cómo nos dice el Evangelio que “por sus obras los conoceréis”?...

Pues así es precisamente como se manifiesta y como se reconoce la Gloria de Dios…

… ¡por sus obras!...

 

Pero, ¿cuáles son las obras de Dios, os preguntaréis?...

 

Para responder a esta pregunta, San Juan nos dice que:

… “La obra de Dios es que crean en Aquel que Él ha enviado” (Jn, 6, 29)

 

En Aquel que comparte la misma Gloria del Padre, añadiría yo sólo por centrar un poco el tema de nuestra reflexión:

… su misma forma de ser y de actuar ilimitadas…

… ¡su carácter!...

Un carácter que los dos comparten, y con el que “caracterizan” y dan vida a todas las criaturas…

 

¡Pero vamos a seguir con las palabras que nos dirige San Juan en su Evangelio!

 

¿Cuál diríais vosotros que es el significado último de estas palabras?...

… ¿se os ocurre algo?...

… ¿no?...

¡Pues este parece un buen momento para que invoquemos juntos al Espíritu Santo!...

Con su ayuda todo resultará mucho más sencillo y asequible, ¡veréis!...

 
  1. Conceptos
 

La razón última de estas palabras de San Juan no está tanto en las palabras,

… cuanto en lo que acontece por su cumplimiento…

 

Pero para que entendáis esta abstracción, vais a necesitar saber un par de cositas sobre el modo humano de conocer…

 

La primera es,

… que el ser humano necesita conocer primero, para amar después…

Y la segunda,

… que el ser humano conoce de un modo “mediato”…

 

Esto quiere decir que conoce únicamente “mediante” sus sentidos externos:

… la vista, el oído, el tacto, el gusto, o el olfato…

 

Pero quiere decir también,

… que ese modo de conocimiento supone una limitación a la hora de aprehender el ser personal de Dios, porque, como ya hemos dicho,

… al ser el ser personal de Dios (valga la redundancia), intangible, los seres humanos necesitábamos que el mismo nos fuera sensiblemente manifestado…

 

Para eso se encarnó nuestro Señor Jesucristo…

… Para que conociéndole y participando de su naturaleza, pudiéramos compartir también su Gloria, tras ser elevados en la nuestra por el Espíritu Santo…

 

Cristo es quien nos manifiesta el ser personal de Dios y su designio salvífico,

… porque Cristo es la Palabra de Dios…

Pero ese designio de Amor se nos manifiesta y se nos hace realidad en Cristo, además,

… por cuanto que es en Él, y tras experimentarla, como podemos compartir la ternura de Dios…

 

Una ternura que, por transcenderse, nos da la vida…

… y que al habitar en nosotros y por contenerla, nos capacita para ello y nos hace, verdaderos hijos de Dios…

 

¡Pero mirad qué bien explica el Evangelio este concepto con la parábola de la vid y los sarmientos!...

 

El Padre es el labrador,

… el hijo la vid,

… y nosotros los sarmientos…

 

Pero así como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece unido a la vida,

… pues así tampoco podremos nosotros dar fruto por nosotros mismos, si no permanecemos adheridos a Cristo…

Frutos en abundancia con los que, en palabras de Jesucristo, “recibe gloria su Padre”…

 

¡Qué didácticas son las parábolas, ¿no creéis?!...

 

El misterioso contenido de ésta estriba en que nos dice que el ser humano ha sido creado para compartir la Gloria de Dios…

… para ser gloriosos…

Para ello fue creado “a imagen y semejanza” Suya…

 

¡Pero vamos a hablar un poquito de cómo hizo Dios las cosas!...

 

De cómo en un único acto del Amor,

… por amor,

… y para que las criaturas fueran…

El Padre,

… compartiendo la plenitud de perfecciones de Aquel que tenía su misma forma de ser y de actuar ilimitadas (el Hijo),

… por medio del Espíritu Santo otorgó al total de las criaturas su esencia y su existencia…

 

Una esencia y una existencia no ya ilimitadas como las suyas,

… sino una esencia y una existencia acordes a cada una de las naturalezas…

 

Conforme a la respectiva, y por su operación,

… cada criatura estaría llamada a alcanzar el grado de perfección que constituiría aquel fin para el que fue creada, y que no sería otro que su modo propio de compartir el amor de Dios…

 

¿Me seguís hasta aquí?...

… porque no es fácil explicar el modo en que la ternura de Dios, por transcenderse y al vivir en nosotros, nos da la vida y nos mantiene en ella para que nos plenifiquemos, ¿verdad?... 

 

De todos modos, como vosotros sois tan listos, y como confío además en que el Espíritu Santo habrá suplido convenientemente mis deficiencias…

… ¡espero que a estas alturas comprenderéis un poquito más del por qué decimos que el Espíritu Santo es el espíritu “vivificador”!...

 

¡Pero decidme!:

… ¿no os parece maravilloso?...

¡Pues así son las obras del Amor!...

 
  1. Tú puedes hacer esto vida
 

… ¡Claro que esto es únicamente el comienzo!...

¿Intuís acaso que estoy apuntando al tema de nuestra santificación?...

¡Pues así es!...

 

Porque, aunque por Amor Dios nos da la vida…

… nuestra vida tiene un sentido finalístico…

 

Dios nos da la vida…

… para que seamos…

… para que seamos sus amigos…

… y para que seamos hijos suyos, además…

 

Pero para ser hijos de Dios, los seres humanos necesitamos que nuestra naturaleza sea elevada:

… que Dios nos capacite para ser hijos suyos…

… y que nosotros actuemos como hijos suyos a nuestra vez, puesto que las criaturas nos realizamos por nuestros actos…

 

Todo este proceso se realiza en nosotros,

… en la medida en que nos compartamos con Cristo,

… y por obra del Espíritu Santo…

 

En la medida en que compartimos nuestro modo de ser y de actuar con los de Cristo, compartimos también su misma naturaleza…

… Y como es el Espíritu Santo quien acondiciona nuestro modo de ser y de actuar, elevándolos con ello y conformándolos a los de Cristo además para que así sea, decimos de Él que es santificador…

 

¿Se entiende un poquito?...

Bueno…

Pues confío en que esta comprensión nos sirva a todos para orientarnos y dirigir nuestra conducta…

… porque para que todo este designio de Amor del que estamos hablando se lleve a cabo, es necesario prestarle la adhesión de nuestra voluntad…

 

Una voluntad que ha de ser como la de María…

… Una voluntad agradecida que no haga sino contemplar en Sí las maravillas del Altísimo, para cantar de ese modo sus alabanzas…

Eso y no otra cosa es lo que yo hago en este momento…

… ¡porque veréis lo que quiero decir!...

 

Mis maravillosos hijos y aquella jovencita de cierta edad de la que os hablaba al principio, os dirían cómo soy yo:

… algo “tolosa” (porque dicen que de todo opino), y bastante “tirando a chapas”…

 

A ellos me dirijo, y a vosotros también, para deciros,

… que si de mi exposición se deriva algún rayito de luz para todos vosotros,

… contad con que el mismo proviene de la Luz del Amor…

… y con que se os alcanza por medio del Espíritu Santo, ¿estamos?

 Dorota Urbina
Aurtenechea

0 comentarios