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CÁNTICO ESPIRITUAL

 De todas las composiciones poéticas de San Juan, El Cántico Espiritual es la más extensa. Su destinataria es la Madre Ana de Jesús, priora de las Descalzas de San José de Granada,  a quien San Juan remite en 1584 y a petición de ella misma, un manuscrito en el que “se tocan y declaran algunos puntos y efectos de oración”

Ya en el prólogo del Cántico Espiritual, San Juan nos advierte de que nadie puede escribir “cuando el Espíritu del Señor morando en nosotros pide, lo que nosotros no podemos bien entender ni comprender para lo manifestar” lo que “a las almas amorosas donde Él mora hace entender, sentir o desear” Ésta es la causa por la que con figuras, comparaciones y semejanzas, trata de transmitirnos aquellos “secretos misterios” que “de la abundancia del Espíritu vienen”, y que “con razones lo declaran”...

Para la lectura e interpretación subjetiva del lenguaje simbólico que San Juan utiliza, él mismo nos da una norma exegética elemental: “ha de ser leído con la sencillez de espíritu de amor e inteligencia que el mismo lenguaje lleva”, por cuanto este mensaje, “compuesto en amor de abundante inteligencia mística”, “no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma”

El texto va describiendo la trayectoria que describe un alma desde que comienza a servir a Dios, hasta que alcanza el estado de perfección que es el matrimonio espiritual. En las canciones se tocan los tres grados o vías de ejercicio espiritual por las que pasa el alma hasta llegar a dicho estado, que son la purgativa, la iluminativa y la unitiva.

Comentario

San Juan nos dice que Dios nunca falta al alma: que el alma siempre está en presencia de Dios. Sin embargo, nos dice también que nuestro Dios es un Dios escondido, y nos habla de una triple presencia de Dios en el alma relacionada con tres niveles de consciencia.

Para San Juan, la vida del alma humana evoluciona tendiendo siempre a la posesión del Amado (de Dios, en el Hijo), y pasa por un proceso a través del cual el alma va desprendiéndose del “hombre viejo” siendo que, en la medida en que lo hace, aumenta en ella la presencia de Dios.

Se trata pues, de un abandono del alma en Dios. De un vaciamiento de las experiencias sensibles y racionales del hombre, puestas todas ellas en el alma en una disposición de apertura a Dios para que Dios se enseñoree en ellas.

Esto pasa por un imperar de la razón humana sobre las tendencias sensibles (corporales y espirituales), de modo que los distintos estímulos no sean capaces de distraer su atención de su objetivo: la comunicación con Dios en el Amor.

Claro que el hombre necesita conocer para amar, y el conocimiento de Dios y la comunicación con Él no le convienen al hombre por naturaleza, sino que se le alcanzan a través de la Gracia.

La Gracia es una comunicación que Dios nos hace de Sí mismo, y que opera en el hombre una transformación que le hace capaz de participar en la persona del Hijo, de la naturaleza divina.

Merced a la Gracia, y en la medida en que el hombre participa de ella, está éste en condiciones de alcanzar (mediada su libertad), un cierto grado de perfección en el conocimiento de la ciencia divina (la fe) que le permite actuar de un modo “deiforme” (gracias a la esperanza), llegando a participar en esa medida de la comunicación con Dios en el  Amor (la caridad)

San Juan nos habla de los tres estadios por los que está llamada a pasar el alma en esta vida para llegar a alcanzar la comunión con Dios, en la Persona del Hijo, en el Amor.

 Se trata de un proceso a través del cual el alma acoge y reacciona ante las mociones del Espíritu Santo quien previene y actúa sobre ella potenciando su capacidad humana de comprensión 

Estrofas 1-4 (vía purgativa):

En un primer estadio, el alma toma conciencia de su propia realidad y de la realidad de todas las criaturas. Siente en ella una llamada a la eternidad en plenitud, pero es consciente de que esta Realidad no es ella misma, por lo que comienza a buscarla con un fuerte instinto, pero lo hace fuera de sí.

En nuestro texto el alma, enamorada del Verbo, clama primero al Padre para que le muestre su esencia, por cuanto que intuye que es ahí  donde se encuentra escondido su Amado (en el seno del Padre) y el alma desea unirse esencialmente a Él.

Pero San Juan nos dice Dios está presente en el interior del alma humana, y que es ahí donde debe buscarle con amor el buen contemplativo, y desde donde debe orar al Padre para que Dios se le manifieste y comunique con ella.

Mientras tanto, todas las criaturas dan al alma noticias de Dios, pero el alma ha de buscar a Dios como si estos rastros de Dios existieran, pero no fueran.

Estrofas 5 a 12 (vía iluminativa)

Despegándose de toda querencia y siguiendo las cada vez mayores mociones del Espíritu Santo, el alma llega a un estadio al que San Juan denomina “desposorio espiritual”

En él el alma, gozando de un conocimiento más perfecto del Amado y de una mayor libertad, se entrega a Él en mayor medida, ya adornada en cantidad suficiente con las virtudes teologales.

Se encuentra, pues, “engalanada por ellas” y dispuesta (aunque no de un modo consolidado) para el matrimonio espiritual. Porque en esta fase existe aún el peligro de la concupiscencia de la razón, y el alma está expuesta ante peligros que provienen de ella misma (de su propia razón), sin excluir otro tipo de influencias procedentes de otros seres racionales o del demonio mismo.

Goza no obstante el alma, de la dulzura del Amado y sus potencias se ven altamente reforzadas. Pero no lo hace constantemente, sino del modo conveniente para ella en aras a que, permaneciendo en el ejercicio de las virtudes, alcance la plenitud de su ser sólo con lo cual, llegará a compartirse con Él.

Estrofas 13 al final (fase unitiva)

Llegado a ese punto, el alma, con su ser divinizado y plenificado por obra de Dios y por su correspondencia a la Gracia, participa de la Gracia creada de Nuestro Señor Jesucristo, y llega a compartirse con Él y en Él, a la comunión con Dios en el Amor, que no es sino una participación en plenitud del alma en la Vida divina.

 Como el hombre es un ser con una naturaleza dual, esta experiencia mística puede tener también unas manifestaciones en el orden físico, y realizarse de modo diferente en cada sujeto, por cuanto se trata de un acto libre del Amor de Dios, que tiene como correspondencia un acto también libre, del ser humano.

 

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